La historia comienza el 25 de marzo de 1911 cuando el incendio de una fábrica de ropa en Nueva York causó la muerte de 146 mujeres debido a que las empleadas eran encerradas cada día por los dueños supuestamente para prevenir los robos. Cuando ocurrió el incendio no pudieron escapar y murieron, víctimas de sus precarias condiciones de trabajo.
Los días siguientes, sus cuerpos fueron exhibidos en la calle y miles de personas marcharon en su memoria.
Lo irónico es que unos días antes, se había realizado la marcha a favor del sufragio femenino en Dinamarca, Alemania, Austria y Suiza, para conmemorar la Conferencia Internacional de Organizaciones Socialistas de 1910 donde se habló de la idea de crear un Día De la Mujer Trabajadora, y así luchar por la igualdad en el aspecto político y laboral.
En los años siguientes, los derechos políticos se comienzan a ganar con el derecho al voto en la URSS, Reino Unido, Estados Unidos; en 1929, Ecuador se convirtió en el primer país de América Latina que garantizó el voto de la mujer. En El Salvador, ese derecho se conquistó hasta 1950, cinco años antes que en México.
Pero fue hasta 1975 que la Organización de las Naciones Unidas realizó la Conferencia sobre la Mujer en la Ciudad de México, en ella se le recordó a los representantes del mundo que la discriminación de género era algo persistente y se debía hacer algo al respecto.
En 1977 la ONU declaró el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional con el fin de preservar esta lucha todos los días, pero, dejó un resquicio donde dejaba margen para hacerlo según las respectivas costumbres de cada nación.
Lamentablemente, historias parecidas a la de la fábrica de camisas de Nueva York se han repetido a lo largo de la historia.
La seguridad es uno de los muchos aspectos que todavía no se han conquistado, como también lo es la brecha salarial. Incluso, el Fondo Monetario Internacional dice que todavía faltan 170 años para cerrar la brecha por género a nivel mundial.
El 8 de marzo no se trata de felicitar, sino de continuar la lucha por el reconocimiento de la vida y el trabajo de las mujeres.