El principal funcionario de Estados Unidos para la aplicación de la justicia recorrió días atrás una cárcel en El Salvador, donde vio de cerca a los pandilleros tatuados sentados de espaldas a él en los pisos de cemento de sus celdas. Habló con policías locales, pero su voz suave era apenas audible mientras caía un aguacero que hacia un ruido fuerte al golpear el techo de lámina.
El secretario de Justicia de Estados Unidos, Jeff Sessions, visitó El Salvador para incrementar la cooperación internacional contra la pandilla Mara Salvatrucha (MS 13), a miles de kilómetros de Washington, rodeado de alambres de cuchillas y soldados con rifles.
La visita ocurrió en medio de una semana en la que su papel y futuro en el gabinete del presidente Donald Trump estaba en serias dudas. Trump ha criticado públicamente al funcionario, calificándolo de débil e ineficaz.
Sessions, sin embargo, prometió que no abandonará un trabajo que ama.
Para Sessions, encabezar el Departamento de Justicia es una oportunidad de avanzar tangiblemente en temas que ha promovido desde hace mucho tiempo, a veces aislado de otros republicanos, durante sus dos décadas en el Senado: políticas duras contra la inmigración y el combate feroz a las pandillas, las drogas y los delitos con armas.
Sus prioridades marcan un punto y aparte en un departamento que, durante el gobierno del entonces presidente Barack Obama, se centró crecientemente en prevenir ataques de alta tecnología desde el extranjero, la delincuencia de cuello blanco y la amenaza del extremismo violento de origen interno.
Sin embargo, el enfoque de la política de Sessions queda frecuentemente eclipsado por la creciente investigación sobre los vínculos entre Rusia y el equipo de campaña de Trump. Sessions _cuyos contactos de campaña con el embajador ruso en Estados Unidos han sido cuestionados_ se recusó meses atrás de la investigación. Eso inquietó a Trump, quien sometió a su secretario de Justicia a una humillación pública casi todos los días de la semana pasada.
Trump dijo que lamentaba su decisión de haber incluido a Sessions en su gabinete y dejó en el aire las perspectivas del exsenador de Alabama. La recrudecida crítica de Trump echó leña a las conjeturas de que el secretario de Justicia podría dejar el cargo incluso si el presidente no llega a despedirlo, pero Sessions reiteró en San Salvador que no planea renunciar.
Sessions trató de sobrellevar la tormenta en la capital salvadoreña, donde enfocó su atención a la notoria y brutal pandilla MS-13, cuya violencia en Estados Unidos se volvió un punto focal en el debate sobre inmigración.
El exsenador de Alabama viajó por las calles de El Salvador en una caravana junto a los líderes de la división delictiva del Departamento de Justicia, animado por expresiones de apoyo entre republicanos en el Congreso.
El viaje fue planeado antes de la tormenta y Sessions dijo esperar que su trabajo sobre la MS-13 le ayudará a enmendar algo de su relación con Trump.
«No ha sido la mejor semana en mi relación con el presidente», aceptó Sessions en declaraciones a periodistas. «Pero creo con gran confianza que entiendo lo que se necesita en el Departamento de Justicia y lo que el presidente Trump quiere. Yo comparto su agenda».