El 20 de enero de 1867, nacía Emma Laure Esther Guilbert, una cantante de varieté que hoy nadie recordaría, si no fuera porque está joven de generosos escotes y guantes largos, inspiro los retratos que Henri de Toulouse-Lautrec le realizó a lo largo de su carrera. Fue una de las muchas mujeres que conoció el artista, esas “mariposas” que poblaban la noche de París.
Yvette Guilbert, al igual Jane Avril y La Goulue, fue una de las mujeres que inspiraron a Toulouse-Lautrec, ese extraño cazador de imágenes de la bohemia parisina. Con menos de 20 años, Yvette comenzó a cantar en el Théâtre des Variétés, hasta que en 1890 accedió al célebre Moulin Rouge.
En este medio Henri conoció a esta joven mujer, frágil y delgada, con sus vestidos ceñidos, y sus brazos luciendo guantes negros y largos, que apenas movía mientras entonaba canciones de amor y pobreza trágica, reflejos de su existencia. Cantaba en tercera persona sobre la prostitución, el adulterio y las adicciones, pero lo hacía sin estridencias ni sentimentalismos, recitaba esos horrores que no escondía tras eufemismos. Los llamaba por su nombre.
Paradójicamente, y a pesar que Toulouse-Lautrec la retrató con frecuencia, Yvette rechazaba esos bocetos que a su criterio la mostraban poco atractiva, casi una vieja. Prefería las imágenes que Steilen o Ferdinand Bac hacían de ella para los carteles de sus presentaciones. El único retrato que Yvette aceptó, fue el que Henri hizo para el Divan Japonais, donde aparece junto a Jane Avril, la bailarina del cancán y el escritor Dujardin. Yvette está vestida de negro con una figura estilizada y su sombrero del mismo color que para resaltar el rubio rojizo de sus cabellos.
En otro retrato qué Henri le dedicó, Yvette escribió “a mi pequeño monstruo “… Con su habitual sentido del humor Lautrec incluyó en las láminas las palabras de Yvettte. Él sabía que era un pequeño monstruo…
Yvette recorrió Europa y Estados Unidos con sus guantes y sus canciones… Curiosa paradoja, ella, la célebre cantante aparece en algunas películas del cine mudo. En 1932 fue le fue concedida la Legión de Honor.
¿Yvette y Henri fueron amantes? Muy probablemente, no. La primera relación conocida de Henry fue con una prostituta llamada María Charlet.
Su interés por conocer la vida prostibularia, lo llevó a pasar unos días en una casa de tolerancia para recoger con sus propios ojos el diario trajín de las pupilas, las esperas y sus conflictos. Sin embargo, él se sentía a gusto, “Me parece estar en mi casa”, decía Henri. De más está decir que contrajo sífilis de una prostituta llamada Rosa “La Rouge”, que aparece en varios de sus cuadros.
En 1885 conoció a su Suzanne Valadon (que ya era madre del futuro pintor Maurice Utrillo) quien posó para varias de sus pinturas y de otros artistas como Renoir y Puvis de Chavanne. Interesada por la pintura, ella comenzó su propia carrera como artista.
La relación con Henri próspero a punto de proponerle matrimonio, pero la promiscuidad en la que ambos vivían hizo que la convivencia no prosperara, y en 1888 terminó el vínculo con un intento de suicidio por parte de Suzanne. Después de un breve romance con el músico Erik Satie, se casó con Paul Mousis, un rico banquero de quien se divorció en 1913, para casarse con el pintor André Utter, 23 años más joven.
Henri destruido por la osteogénesis imperfecta (enfermedad de los huesos de origen hereditaria, ya que sus padres eran primos) que lo había convertido en “ese pequeño monstruo”, más el alcohol y la sífilis, volvió a la única mujer que lo amó sin objeciones: su madre la Condesa Adele, y murió en sus brazos cuando apenas tenía 36 años.
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Por Omar López Mato.- Infobae