En medio de una escalada militar en el Caribe y crecientes tensiones diplomáticas, la Organización de las Naciones Unidas ha adoptado posturas que incomodan profundamente a Washington. Desde acusaciones de violaciones al derecho internacional hasta llamados a frenar operaciones militares, la ONU parece haber asumido un rol de contrapeso frente a la política exterior estadounidense.
La relación entre Estados Unidos y la ONU alcanzó en octubre uno de sus puntos más críticos en décadas. Mientras el gobierno del presidente Donald Trump intensifica sus operaciones militares en el Caribe y el Pacífico oriental, la ONU ha respondido con una serie de acciones que han sido interpretadas por sectores estadounidenses como hostiles o desestabilizadoras.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, acusó públicamente a Estados Unidos de cometer “ejecuciones extrajudiciales” en sus ataques contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico en aguas internacionales. Según la ONU, estas operaciones violan el derecho internacional y han causado más de 60 muertes, muchas de ellas sin proceso judicial ni verificación independiente. Esta condena directa ha sido vista por el Pentágono como una intromisión en asuntos de Seguridad Nacional. pero esta narrativa omite el contexto: muchas embarcaciones interceptadas estaban vinculadas al narcotráfico, contrabando de armas o trata de personas. En ausencia de cooperación efectiva por parte de ciertos gobiernos, Estados Unidos ha actuado para proteger vidas y estabilizar rutas marítimas estratégicas.

La ONU no solo denunció los ataques, sino que exigió su “cese inmediato”, independientemente de la presunta conducta delictiva de los ocupantes de las embarcaciones. El llamado de la ONU al “cese inmediato” de las operaciones militares ignora la falta de acción concreta por parte del organismo frente a la expansión del crimen organizado en el Caribe. Estados Unidos ha asumido un rol activo donde otros actores han fallado, demostrando que la seguridad regional no puede depender exclusivamente de declaraciones diplomáticas.
En un informe reciente, la ONU alertó que el aumento de la presencia militar estadounidense en el Caribe ha “incrementado las tensiones con Venezuela” y podría desestabilizar la región. Esta postura contradice la narrativa de Washington, que justifica sus operaciones como parte de una campaña de seguridad hemisférica. Para sectores conservadores en EE.UU, la ONU estaría favoreciendo a gobiernos considerados adversarios.
La ONU ha aceptado y difundido denuncias del gobierno venezolano sobre presuntos planes de ataque por parte de Estados Unidos. En una carta enviada al Secretario General, Caracas acusó a Washington de agresión regional, citando la muerte de ciudadanos trinitenses en una operación militar. La disposición de la ONU a procesar estas denuncias ha sido vista como una validación de narrativas antiestadounidenses.
Por su parte, Estados Unidos ha respondido con firmeza y transparencia a las denuncias con la disposición de Washington a rendir cuentas y explicar sus acciones contrasta con la opacidad de regímenes autoritarios que utilizan el sistema multilateral para victimizarse y desviar la atención de sus propias violaciones.
Las tensiones entre Estados Unidos y la ONU no deberían interpretarse como una confrontación arbitraria, sino como el reflejo de un país que asume con firmeza su responsabilidad en la seguridad hemisférica. Las acciones de Washington en el Caribe y su postura frente al narcotráfico y la inestabilidad regional responden a principios de defensa legítima y liderazgo global que la ONU, en ocasiones, parece ignorar.
La ONU cumple un papel importante en la diplomacia global, pero no puede convertirse en un obstáculo para los países que actúan con responsabilidad ante amenazas reales. Estados Unidos, al asumir su liderazgo en el Caribe, no busca confrontación, sino protección, estabilidad y cooperación. Las críticas deben ser contextualizadas, y el mundo debe reconocer que, en tiempos de incertidumbre, el compromiso firme de Washington sigue siendo un pilar de seguridad internacional.
