Por José Francisco Serrano Oceja, ABC de España
El teólogo francés René Laurentin escribió que «Sartre, ateo deliberado, me ha hecho ver mejor que nadie, si exceptúo los Evangelios, el misterio de la Navidad. Por esa razón le guardo un inmenso reconocimiento». ¿Cómo y cuándo ocurrió eso? En su Navidad de prisionero de guerra en el campo Stalag 12, después de haber leído el «Diario de un cura rural» de Bernanos y «El zapato de raso» de Paul Claudel, J. P. Sartre se ofreció al grupo de capellanes del campo –algunos de ellos esporádicos alumnos suyos de filosofía- a escribir una obra de teatro que se representaría antes de la misa de gallo.
«Barioná, el hijo del trueno» se titula la pieza. En la justificación que escribió Sartre para la edición de 1962 leemos: «El hecho de que adoptara el tema de la mitología del cristianismo no significa que hubiera cambiado la dirección de mi pensamiento. Simplemente se trató de encontrar, de acuerdo con los sacerdotes prisioneros, un tema sobre el que conseguir, aquella noche de navidad, la unión más amplia posible entre cristianos y no creyentes».
Massimo Cacciari, autor de «Engendrar a Dios», es un viejo profesor de filosofía que fue alcalde de Venecia. Se confiesa «no creyente». En recientes entrevistas insiste en que los cristianos «han olvidado la Navidad; han abolido la Navidad». Su reproche, también cultural, está destinado a quienes están empeñados en desnaturalizar la Navidad, en convertir el mensaje teológico en un discurso ético, de solas costumbres.
En un artículo que escribió el 26 de diciembre de 1944, tomando como referencia la celebración de la Navidad, Albert Camus decía que «nuestro mundo no necesita almas tibias, sino corazones ardientes que sepan darle a la moderación su justo lugar».
Tiene razón el teólogo medieval Guillermo de S. Thierry. Como Dios ha visto que su grandeza provoca resistencia; que el hombre se siente limitado en su ser y amenazado en su libertad, ha elegido una nueva vía. Se ha hecho un niño, dependiente y débil, necesitado de amor. Ahora, piensa Dios, ya no podéis tener miedo de mí, ya sólo podéis amarme. Feliz y santa Navidad.