El calor puede llegar a matar aumentando la presión en el cráneo y restringiendo el flujo de sangre al cerebro. El tejido dañado también puede entrar en el torrente sanguíneo y causar insuficiencia renal. En cierto punto, una temperatura interna elevada simplemente incinera las células en el cuerpo.
En contraste con los fenómenos meteorológicos extremos, tan visibles y violentos que acaparan la atención pública, como los huracanes y los tornados, las olas de calor son más un «asesino silencioso», como el Servicio Meteorológico Nacional ha llamado a los períodos prolongados de clima cálido.
Las muertes por calor en Estados Unidos superan a todas las otras muertes relacionadas con el clima en los 30 años desde que dichos datos estuvieron disponibles. Recientemente, el Comité de Auditoría Ambiental del Parlamento de Gran Bretaña advirtió que hay una proyección de 7.000 muertes anuales por calor para 2050, a menos que se tomen medidas rápidas, cuya necesidad fue subrayada por el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático del mes pasado.
El calor no solo mata. Algunos científicos han documentado que también disminuye la vitalidad de los espermatozoides, reduciendo la capacidad de reproducción.
«Las olas de calor reducen la fertilidad masculina y la competitividad de los espermatozoides, y las olas de calor sucesivas casi esterilizan a los machos», escribieron los autores de un estudio publicado en la revista Nature Communications.
Pero la investigación apunta recientemente a un efecto aún más duradero. Ecólogos y biólogos evolutivos de la Universidad de East Anglia en Norwich (Inglaterra) encontraron que el estrés por calor parece estar asociado con problemas de fertilidad transgeneracional.
Eso significa que los organismos pueden soportar los efectos de temperaturas elevadas mucho después de la exposición inicial, en forma de vida útil reducida, desafíos reproductivos y otros defectos que se transmiten a la descendencia.
Los científicos descubrieron que las olas de calor socavan la producción y la viabilidad de los espermatozoides y también interfieren con el movimiento a través de la hembra. Además, descubrieron que el calor extremo «reducía el potencial reproductivo y la vida útil de los hijos cuando eran engendrados por machos o espermatozoides que habían experimentado olas de calor».
Los investigadores utilizaron escarabajos para probar la sensibilidad a la temperatura en ectodermos de sangre fría, especies que no regulan su propia temperatura corporal, en contraste con los edotermas, como los humanos. El texto científico señalaba que los mamíferos de sangre caliente han sido el foco principal de las investigaciones existentes sobre el calentamiento y la calidad de los espermatozoides.
Se propusieron llenar este vacío mientras encontraban aplicaciones en el caso humano. La mayoría de las especies terrestres son insectos, y la mayor parte de la vida en la Tierra es de sangre fría, lo que hace que los hallazgos sean especialmente relevantes para la cuestión del efecto del cambio climático en la biodiversidad. El autor principal del estudio, Matthew Gage, hizo la siguiente observación al respecto: «Sabemos que el número de insectos se está colapsando, pero entendemos muy poco acerca de los mecanismos particulares que impulsan la disminución de la población».
Para examinar la reproducción, los científicos expusieron a los escarabajos adultos maduros a las olas de calor experimentales durante cinco días a una temperatura de 40 a 42 grados Celsius, por encima de su óptimo. «Vale la pena señalar que estas temperaturas se han excedido en el medio ambiente natural en la mitad de los países del mundo en los últimos años», escribió Gage. Cada macho fue emparejado con una hembra durante 15 minutos antes de ser transferido a la siguiente pareja.
El rendimiento reproductivo masculino se redujo a la mitad después de una primera ola de calor. Después de un segundo, los machos se volvieron casi completamente estériles, contradiciendo las teorías de la aclimatación o el endurecimiento como respuesta al estrés ambiental.
El potencial femenino se mantuvo sin cambios. Pero los espermatozoides inseminados que ya estaban dentro del tracto femenino eran vulnerables a un calor elevado, y causaron una reducción de la fertilidad femenina en un tercio.
Lo más sorprendente, dijo Gage, fue el efecto que observaron durante generaciones.
«Sugiere que podría haber problemas para los hijos», apuntó. «Sabemos que en los humanos, el calor puede dañar el ADN de los espermatozoides, y sabemos que los hombres con el ADN dañado en sus espermatozoides tienen problemas con la fertilidad, pero realmente no se puede hacer un experimento para calentar a los machos y ver si eso perjudica al rendimiento de la descendencia humana, así que esta es una manera de llegar a eso».
Los resultados, dijo, indican principalmente los problemas con la fertilidad, con las implicaciones más claras para la biodiversidad de los insectos, pero también hay evidencia de un «daño subyacente a largo plazo como resultado del ADN del esperma dañado».
«De la misma manera que la radiación causa daños, y eso puede llevar a problemas de descendencia, ese daño podría estar operando como consecuencia de las condiciones de calor», dijo Gage. «Se están considerando posible problemas de viabilidad de la población, que deben estudiarse más».
Los estudios han demostrado que en lo que se refiere a los humanos, no todas las poblaciones se verán igualmente afectadas. Los ancianos, las personas de bajos ingresos y aquellos que están inmóviles o tienen problemas de salud preexistentes son especialmente vulnerables.
Si bien los resultados del experimento no ofrecen conclusiones sobre la viabilidad de la población, ofrecen información sobre cómo un rasgo particularmente sensible, la función del esperma, reacciona a las olas de calor, lo que, según los científicos, seguirá siendo uno de los efectos graves del cambio climático global.
«Si la función del esperma baja, la reproducción disminuye. Si la reproducción disminuye, estás viendo problemas de viabilidad poblacional», apostilló.
Con información del Washington Post