La recomendación de tomar agua y los beneficios que el consumo de, al menos dos, litros diarios traen a la salud está más internalizada en la población que hace unos años. Sin embargo, y pese a que las botellas de agua de plástico se describen como descartables y de un solo uso, muchos eligen rellenarlas y usarlas en más de una oportunidad.
Precisamente en el afán de tener agua “a mano” y no distraer el consumo de este líquido esencial, lo que desconocen es que al reutilizar los envases podrían, más que beneficiar su salud, por el contrario perjudicarla.
Ocurre que estas botellas pueden desprender productos químicos cuando se usan repetidamente o, por ejemplo, si se dejan al sol. El calor ayuda a descomponer los enlaces químicos en los plásticos, y esos químicos pueden transferirse al agua.
Además, el almacenamiento de agua embotellada durante un período prolongado podría, en algunos casos, presentar riesgos potenciales para la salud debido a que muchas botellas de agua todavía contienen el conocido químico bisfenol-A (BPA), erradicado ya de juguetes y demás productos de uso infantil, precisamente por ser nocivo para la salud.
En ese sentido, el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental (NIEHS, por sus siglas en inglés) de los EEUU estableció que “el BPA puede interferir con las hormonas del cuerpo”, al actuar como lo que se conoce en medicina por disruptores endocrinos. De hecho, por esa causa, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos “ha dicho que el BPA es seguro en niveles bajos, pero ha prohibido la sustancia química en los envases de fórmula, biberones y vasitos para sorber”, según publicó la revista Muy Interesante.
Pese a que fueron pensadas para un solo uso, la mayoría de las personas las rellena y utiliza en más de una ocasión (Getty)
Las personas pueden estar expuestas a disruptores endocrinos a través del consumo de alimentos y bebidas, la aplicación de pesticidas, el uso de cosméticos, y por el hecho de calentar envases de plástico en el microondas, entre otras causas.
Al respecto, un reciente estudio realizado por la Universidad Estatal de Nueva York en Fredonia halló que más del 90% del agua embotellada más popular del mundo contiene microplásticos. Los científicos descubrieron que “casi todos estaban contaminados hasta cierto punto” con microplásticos, incluidos nailon, tereftalato de polietileno (PET), polipropileno y poliestireno.
Muchas sustancias químicas, tanto naturales como artificiales, pueden limitar o interferir con las hormonas del cuerpo. Entre ellas, los químicos presentes en los envases plásticos están relacionados con problemas de desarrollo, pubertad precoz, dificultades reproductivas, trastornos cerebrales, inmunológicos, etc.
Según explican los especialistas, el contacto de estos químicos con el organismo humano puede ocurrir a través de la dieta, el aire, la piel y el agua. De hecho, existe evidencia acerca de su presencia en algunas botellas y recipientes de plástico, revestimientos de latas de metal para alimentos, detergentes, alimentos, juguetes, cosméticos y pesticidas.
Muchas sustancias químicas, tanto naturales como artificiales, pueden limitar o interferir con las hormonas del cuerpo (Getty)
Y si bien las personas suelen estar expuestas a múltiples disruptores endocrinos al mismo tiempo, y es difícil evaluar los efectos en la salud pública, se sabe que incluso las dosis bajas de estas sustancias químicas disruptoras endocrinas pueden ser peligrosas.
Entre los disruptores endocrinos más comunes encontramos dos que están presentes en las botellas o envases para alimentos, el primero es el BPA, que se utiliza para fabricar plásticos de policarbonato y resinas epoxi, que se encuentran en muchos productos de plástico, incluidos los recipientes para almacenar alimentos. El segundo son los ftalatos, utilizados para hacer que los plásticos sean más flexibles, también se encuentran en algunos envases de alimentos, cosméticos, juguetes para niños y dispositivos médicos.
Sobre éstos, la médica endocrinóloga pediatra Romina de la Puente (MN 130557) explicó a Infobae que “se trata de sustancias que una vez ingeridas o en contacto con el cuerpo se transforman en hormonas y simulan su acción o bien bloquean procesos hormonales”.
Algunos hábitos de la vida cotidiana, pueden influir en el adelantamiento de la pubertad. Y en ese sentido, la especialista del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde citó algunos a modo de ejemplo: “La reutilización de botellas de plástico, material que libera una sustancia llamada bisfenol A (BPA) que actúa como disruptor endocrino”. En la misma línea, citó el uso de microondas con recipientes plásticos genera igual efecto, así como el uso en niños de cremas y perfumes que no sean infantiles.
Sobre el sistema endocrino y su funcionamiento
Según explican los especialistas, el contacto de estos químicos con el organismo humano puede ocurrir a través de la dieta, el aire, la piel y el agua (Getty)
El funcionamiento endocrino normal del cuerpo implica cambios muy pequeños en los niveles hormonales, pero se sabe que incluso estos pequeños cambios pueden causar efectos biológicos y de desarrollo significativos. Esta observación lleva a los científicos a pensar que la exposición a sustancias químicas disruptoras endocrinas, incluso en cantidades bajas, puede alterar los sistemas sensibles del cuerpo y provocar problemas de salud.
NIEHS participó en el desarrollo de una declaración de consenso en 2019 sobre las características clave de los químicos disruptores endocrinos, que proporciona un marco para ayudar a los científicos a evaluar posibles disruptores endocrinos.
La investigación apoyada por el NIEHS descubrió vínculos entre las sustancias químicas disruptoras endocrinas y las formas en que se puede dañar el bienestar, entre los que destacan el desorden hiperactivo y déficit de atención (TDAH).