También conocida como «AKK» o “mini-Merkel”, muchos dicen que se trata de la renovación en la continuidad. Por qué su liderazgo en el partido la perfila como la próxima canciller alemana.
Annegret Kramp-Karrenbauer fue elegida el viernes para suceder a Angela Merkel al frente de la Unión Cristianodemócrata alemana (CDU) y, según sus propias palabras, llega al cargo para defender las tres raíces del partido -la conservadora, la socialcristiana y la liberal- sin abandonar el centro.
La elección de Kramp-Karrenbauer se produjo en la segunda ronda de votación, a la que llegó junto al candidato Friedrich Merz. En esa segunda vuelta, se emitieron un total de 999 votos, todos válidos. 517 delegados votaron por Kramp-Karrenbauer, mientras que los otros 482 lo hicieron por Merz. Annegret Kramp-Karrenbauer, de 56 años, contaba con el apoyo de las Mujeres de la Unión, del ala de los trabajadores del partido y de importantes políticos de la CDU.
Su elección es una apuesta por la renovación dentro de la continuidad, y una buena noticia tanto para Merkel como para Europa, que por el momento respiran aliviadas. Lo cierto es que la continuidad de Merkel como canciller hasta 2021 depende en parte de lo bien que se lleve desde ahora con la nueva dirigente de la CDU.
Cuando AKK, como se le conoce por sus iniciales, se convirtió en secretaria general de la agrupación en febrero pasado, elegida por un congreso extraordinario a propuesta de la canciller, algunos medios la presentaron como la «princesa heredera». Entonces, respondió que nunca le ha gustado el papel de princesa, mostrando independencia frente a su mentora.
Frente a quienes piden un giro hacia la derecha, AKK ha abogado por defender las esencias conservadoras del partido, sin que nadie lo arrastre a los extremos.
Su rechazo abierto al matrimonio homosexual la emparenta con los conservadores, pero sus convicciones en política económica y social, como su defensa del salario mínimo o de las cuotas de mujeres para fomentar la igualdad en las empresas, la distancian de ellos.
«(Kramp-Karrenbauer) es más conservadora y tiene valores sociales católicos más tradicionales», según Kristina Dunz, autora de una biografía de la política.
También ha prometido una línea más dura en materia migratoria -aunque sin llegar a lo defendido por su rival Friedrich Merz- en momentos que el partido busca atraer a los votantes que ha ido perdiendo seducidos por la extrema derecha.
Ha llegado a pedir que los demandantes de asilo que hayan cometido un delito «no vuelvan a poner un pie en Alemania», incluso aquellos que escapan de la Guerra en Siria.