Tras una jornada marcada por la tensión y las manifestaciones en todo el país, el viernes se llevó a cabo la toma de posesión presidencial en Venezuela, en un contexto de alta conflictividad política.
El dictador Nicolás Maduro avanzó en su plan de usurpar el poder al asumir un tercer mandato como presidente ilegítimo en un acto respaldado por las instituciones serviles a su régimen, mientras Edmundo González Urrutia, reconocido como mandatario electo por gran parte de la comunidad internacional, promete regresar al país tras su gira por América, con el objetivo de asumir formalmente el liderazgo del Ejecutivo.
De otra manera, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de Venezuela reafirmó el mismo viernes su lealtad a Nicolás Maduro, quien fue investido como presidente de la nación caribeña por el Parlamento, controlado por el chavismo, pese a que la oposición mayoritaria reivindica que Edmundo González Urrutia fue el ganador de los comicios de julio.
“Concurrimos a este acto de reconocimiento, reafirmación de lealtad y juramento que exalta las bases fundamentales en que descansa la organización militar, como son la disciplina, la obediencia y la subordinación”, señaló el titular de Defensa, Vladimir Padrino López, en un acto televisado.
Padrino López afirmó que Venezuela enfrenta a una coalición de “potencias extranjeras”, lideradas por Estados Unidos, por lo que, insistió, la FANB debe evitar que “poderes” externos “impongan nuevamente gobiernos neocoloniales y entreguistas que vulneren los sagrados intereses del pueblo”.
El discurso de Maduro se extendió por una hora y media y el acto se produjo bajo un operativo de estricta seguridad en los alrededores del palacio legislativo. El despliegue de los cuerpos militares y policiales del Estado se extendió a otros sitios de Caracas.
“Ante la Constitución, haré cumplir todos sus mandatos, todas las obligaciones de la Constitución y las leyes de la República y que este nuevo período presidencial será el de la paz, la igualdad y la nueva democracia, lo juro por la historia y por mi vida”, afirmó a las 10:45 de la mañana del viernes, hora local, en el Salón Elíptico del palacio legislativo.
“Queda usted investido en el cargo de presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela”, le contestó Jorge Rodríguez, líder del parlamento y uno de sus colaboradores más cercanos.
Sus opositores y un grupo de gobiernos, entre ellos Estados Unidos, habían advertido a Maduro que no se juramentara este viernes y que más bien iniciara una transición democrática tras reconocer los resultados electorales del 28 de julio.
Mientras Maduro se juramentaba y daba su discurso, gobiernos y bloques de naciones como EE.UU, la Unión Europea y el Reino Unido anunciaban una nueva ronda de sanciones en contra de funcionarios de su gobierno y de otros poderes, afines a su gestión.
Tras la juramentación de Maduro el viernes, la oposición emitió un comunicado en el que catalogó la acción de golpe de Estado «consumado» e indicó que en «nueva fase» de lucha.
Frente a un puñado de presidentes, entre ellos el cubano Miguel Díaz-Canel y el nicaragüense Daniel Ortega, así como primer ministros, embajadores y delegados de varios gobiernos del mundo, Maduro recibió y lució la banda presidencial de Venezuela.
En su discurso, dijo haber “cumplido con esta Constitución” nacional al juramentarse como gobernante hasta 2031 y reivindicó haber jurado “con la fuerza y el compromiso demostrado de todos estos años de lucha”, recordando su ascenso al poder en 2013.