La publicitada ausencia parcial de Zack Snyder de la silla de director por cuestiones personales y su sustitución por un Joss Whedon que, haga lo que haga, nadie le puede negar el mérito de haber dado forma al moderno blockbuster de superhéroes con la primera ‘Vengadores’, proporciona un entretenimiento extra e inesperado a la algo informe ‘Liga de la Justicia’: jugar a adivinar qué partes de este Frankenstein pertenecen a cada cual.
Hay un par casi garantizadas. Los horribles créditos iniciales llevan el sello Snyder, como también lo llevan todas las secuencias de un Superman resucitado, fibradísimo y sin camisa en un entorno rural que parece salido de la portada de una novela romántica de la colección Harlequín. Eso y el sentido del humor que define a Aquaman (un superhéroe que dice «My man!») es mal gusto al más puro estilo Snyder al doscientos por cien.
Por otra parte, la dicharachera conversación en un cementerio entra Flash y Cyborg mientras desentierran el cadaver de Superman parece salido de la mismísima ‘Buffy’. La simpática ironía con la que está definido el personaje del propio Flash, sin duda el hallazgo de la película, también tiene toques whedonianos. Y la idea de la carrera entre Flash (¡de nuevo!) y Superman, salida de los encuentros clásicos de los personajes en los comics, también tiene mucho del humor resabiado y ligero de Whedon. No hacía falta repetir el chiste tres veces, pero esa es otra historia.
La cuestión es que ese desequilibrio atraviesa toda la película, y aunque sea divertido jugar al quién es quién de los directores que se quitan el muerto como buenamente pueden, afecta al tono general de ‘Liga de la Justicia’. De ese modo, aunque en términos generales la película está planteada con una seriedad total (es decir, que no tiene un genuíno espíritu ligero, como el de ‘Thor: Ragnarok’ o ‘Ant-Man’), los chistes desmitificadores son constantes.
A veces más afortunados (el momento de Aquaman y el Lazo de la Verdad es francamente divertido, como lo son las dudas de primerizo de Flash en la batalla inaugural), a veces menos (el Alfred de Jeremy Irons es un auténtico desperdicio, aunque su chiste de echar de menos los días de los pinguínos-bomba tiene un inesperado y posiblemente involuntario poso de amargura), pero son continuos. El resultado es que el espectador desprevenido tendrá la sensación de estar viendo una parodia involuntaria de lo héroes DC.
Por esa misma razón, los personajes serios no funcionan, están desaprovechados o andan como alma en pena en una película que parece haberse escrito a parches: el comisario Gordon, la Wonder Woman que no se olvida de su novio muerto, la Martha Que No Murió o Lois Lane, de la que a estas alturas no vamos a decir nada porque llevamos varias películas llorando lo humillante que debe ser encarnarlo una vez para una Amy Adams a la que esperamos que se le acabe el contrato en breve, y que descanse de una vez.
El último apartado que refleja esa indefinición es el técnico, especialmente en cuestiones de diseño: aunque no llega a las cotas de medianía del clímax de ‘Wonder Woman’, todo el tramo final, con una Tierra que se va transformando en un mundo contaminado por las Cajas Madre, es de una estética chirriante y discotequera (no es un cumplido). Recuerda en parte a los deprimentes páramos urbanos en llamas de ‘Batman v Superman’, pero aquí el contexto es distinto y el tono también, así que una vez más, ‘Liga de la Justicia’ se queda a medias (no hablemos ya de la criminal forma que tiene de desaprovechar la fascinante mitología de los Nuevos Dioses de Jack Kirby).
El diseño de los escenarios, los horribles trajes de los héroes (los tribales poochies de Aquaman o la ridículamente rígida armadura con rejilla de Flash) y los efectos especiales, que a veces parecen salidos de una producción televisiva de SyFy, son otros de los efectos de ese desequilibrio. En una película de tono más ligero sin duda habrían funcionado o habrían pasado desapercibidos. Pero aquí, incluso en su posible canto del cisne dentro del universo DC fílmico, la rigidez y solemnidad de baratillo de Zack Snyder pesa demasiado.
En tierra de nadie
Pero entonces… ¿es un desastre ‘Liga de la Justicia’? Lo curioso es que no del todo, o al menos no es un fascinante choque de trenes a cámara lenta como ‘El hombre de acero’ o ‘Batman v Superman’. Hay momentos en los que la ligereza de tono de Whedon funciona más allá de los chistes semiparódicos, empezando por la propia aventura. Lo que nos cuenta la película es una invasión extraterrestre que quiere aprovechar la ausencia de Superman, con un villano -Steppenwolf, de carisma más bien limitado- que necesita recoger tres Cajas Madre, vehículos de poder para arrasar el planeta.
Las similitudes argumentales con la primera ‘Vengadores’, casuales o no, son indiscutibles. Pero si se pasa por alto el detalle, lo cierto es que la hora y media justita de acción prácticamente incesante que propone la película no resulta tan agotadora como en otras películas grupales. Los traumas personales no distraen demasiado de una serie de peleas sin sorpresas, pero que no irritan.
Llega un punto en el que algunos problemas se vuelven virtudes. Por ejemplo, la intolerablemente apática interpretación de Ben Affleck parece tener sentido en esta ficción (Batman está completamente fuera de su zona de confort entre alienígenas volantes, amenazas intergalácticas y héroes con el poder de un dios). Y el injustificadísimo y pasajero enfrentamiento de Superman con sus aliados tiene algo de esa mecánica pura de tebeo de superhéroes, donde no hay amistad sin una buena golpisa previa.
Un consuelo solo relativo, pero lo cierto es que esta ‘Liga de la Justicia’ tiene cierto aroma a película de transición. Zack Snyder parecía haber cavado un foso de traumas y gravedad del que Warner no podría salir, pero aquí funciona la aventura intrascendente, hay química entre algunos personajes, se apunta la posibilidad de un universo vivo y con distintas tonalidades, y hay una intención clarísima de, por ejemplo, lavar la cara a ese Superman antiheroico de las últimas películas.
Quizás ‘Liga de la Justicia’ aún no haya salido de ese gris plomizo de las anteriores películas de héroes DC, pero de algún modo se las arregla para que sigamos teniendo esperanza.