Francisco canonizó el domingo al arzobispo de San Salvador Oscar Romero y al papa Pablo VI, en la plaza de San Pedro, en una ceremonia donde destacaron símbolos históricos de la vida de estos dos religiosos, usados para «mostrar su cercanía a los dos nuevos santos», según explicaron desde el Vaticano.
Para la ocasión y como homenaje al monseñor Romero, Francisco llevó el cíngulo -el cordón con borlas que se ata a la cintura- aún manchado de sangre que portaba Romero cuando fue asesinado de un disparo en el pecho el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa en el hospital de enfermos de cáncer La Divina Providencia, de la capital salvadoreña.
Además, se eligió una reliquia de Romero para ser expuesta en el altar durante el acto, junto a otra de Pablo VI. Se trata de partículas de la costilla que le extrajeron al arzobispo salvadoreño durante la autopsia practicada tras su asesinato.
Posteriormente, en la homilía pronunciada tras la proclamación de las canonizaciones, el papa dijo que Romero «dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos».
Con respecto a Pablo VI, el papa expuso la camiseta ensangrentada por el atentado en Manila, cuando le apuñaló en el aeropuerto un pintor boliviano.
Además, Francisco vistió la casulla (vestidura exterior) que solía llevar su antecesor durante su papado. Además el pontífice argentino utilizó para esta misa el cáliz, el palio y cargó en la procesión inicial el báculo pastoral que usó Pablo VI.