Muchos de ustedes recordarán todavía aquella burbuja .com que pinchó (y de qué estrepitosa manera) rozando el cambio de siglo. El que no la recuerde, a buen seguro que al menos habrá oído hablar de ella en innumerables ocasiones, puesto que representa el ejemplo más reciente y contundente de que no sólo basta con saber qué va a ser el futuro, sino que además hay que exigir el cómo (y el cuándo), para filtrar y deshacerse de aquellas opciones de inversión vacías, que tan sólo pretenden «recaudar» dinero del mercado al calor de la «irracionalidad exuberante» que citaba Greenspan.
Bola, lo que se dice bola de cristal, no la tiene nadie: aquí sólo leerán sobre probabilidades de suceso y escenarios más o menos plausibles; es más, siempre les decimos que desconfíen totalmente de aquellos que hacen predicciones tajantes con seguridad desbordante, puesto que el futuro no puede adivinarlo absolutamente nadie. No obstante, sí que consideramos nuestro deber al menos alertarles sobre el hecho de que hoy en día hay ya varios indicadores que están apuntando a una situación semejante a aquella de las .com, y que vamos a analizar para ustedes en las siguientes líneas.
La burbuja 2.0 o cómo el lobo acabará viniendo cuando ya casi nadie crea a Pedro
Honestamente no puedo negarles que la famosa burbuja 2.0 lleva ya unos años copando titulares sin llegar a pinchar. Tampoco puedo negarles que es posible que incluso ya me hayan leído a mí mismo en el pasado alguna mención sobre este tema, puesto que un servidor es consciente de que forma parte del grupo de analistas de alerta más bien temprana. Eso sí, soy también consciente de la posibilidad de que la burbuja puede seguir inflándose descontroladamente, puesto que se trata de la propia definición de una burbuja: no para de subir por la escalera (a veces empinada), hasta que no empieza a bajar por el ascensor. Y por último, además soy plenamente consciente de que hay burbujas que tardan años en acabar de pinchar, especialmente en mercados fuertemente intervenidos, o en mercados que van tocando el futuro con la punta de los dedos, aunque a algunos de sus jugadores se les escurrirá entre las manos.
De hecho, se habla de la burbuja 2.0 más o menos desde aquella memorable salida a bolsa de Facebook hace más de cinco años, y sobre la que pueden leer en esta noticia del momento. Si bien la salida a bolsa en sí misma no fue precisamente fulgurante, lo que a un servidor le hizo empezar a sopesar la posibilidad de la existencia de una burbuja 2.0 fue la valoración que dicha salida a bolsa concedía a la compañía, en un momento en el que sus ingresos eran más potenciales que otra cosa.
Realmente, el progreso tecnológico exponencial ha transformado nuestro mundo y nuestros ciclos económico-empresariales, y ha traído que, por ejemplo, hoy por hoy se pueda alcanzar el futuro en forma de ingresos tangibles en tan sólo unos pocos años, en comparación con los lustros y décadas de otros siglos. Sin duda, este hecho ha ayudado a que ese futuro que muchos predecíamos para Facebook haya demostrado que estaba aquí mucho antes de lo previsto: en menos de cinco breves años ese futuro está ya dando pingües beneficios a la compañía de la f azul (y a algunos otros líderes de la nueva economía).
Un servidor nunca contempló la posibilidad de que desapareciese Facebook u otros por decir simplemente que podía estar formándose una burbuja 2.0, sino que recuerden que los pinchazos de ciertas burbujas, aparte de traer la desgracia a muchos pequeños ahorradores algo incautos, limpian el efervescente nuevo sector emergente, dejando en el terreno de juego tan sólo a los jugadores más sólidos. O tal vez deberíamos decir que elimina a los vendedores de humo y a alguno más que, por ejemplo, en medio de la efervescencia, haya podido caer víctima del error del sobre-endeudamiento más desenfrenado.
Pero no por tarde significa que el famoso pinchazo no acabará llegando: asimetrías en el sector de la tecnología las sigue habiendo y muchas, lo que pasa es que probablemente éste sea un caso de esos que les citaba antes, en los que el futuro se hace presente a pasos acelerados. Este hecho lógicamente contribuye a retrasar el pinchazo, porque ese futuro (ya presente) es mucho más ágil en traer beneficios tangibles a empresas emergentes; pero como podrán leer a continuación no va a evitarlo. Es más, tras las incontables advertencias por activa y por pasiva sobre esta burbuja, lo más probable es que a muchos les acabe pasando como a Pedro y el lobo, y que efectivamente el lobo acabe viniendo cuando ya (casi) nadie crea a Pedro.
Esos indicadores (actualizados) que apuntan a que la burbuja 2.0 sigue presente
Bajando al terreno de los datos e indicadores, que es siempre un terreno más objetivo y más tangible, podemos decirles que, hoy en día, hay un puñado de indicadores que apuntan amenazadoramente a que esta burbuja 2.0 está más presente que nunca. Esta posibilidad se muestra en especial mirando atrás y haciendo una necesaria comparación con aquella tristemente famosa burbuja .com. Es ni más ni menos el sano ejercicio que hicieron nuestros compañeros de Business Insider en este interesante artículo, que a su vez nos servirá de base para nuestro análisis.
Antes de llegar a nuestras propias conclusiones, les resumiré en unas pocas líneas la naturaleza y la situación actual de los cuatro indicadores que cita el artículo anterior (les recomiendo al menos que revisen las interesantes gráficas que incluye Business Insider), de manera que puedan ustedes valorar mejor por sí mismos nuestro análisis.
La confianza del consumidor y la confianza empresarial
El primero de estos indicadores es ni más ni menos la siempre reveladora confianza del consumidor, el indicador «contrarian» por antonomasia: en palabras simples, un indicador de la efectiva filosofía de «corriente contraria» de Wall Street, que se basa en aquello de que «cuando el ascensorista (hoy sustituído habitualmente por taxista entre los Wallstreeters) te recomienda qué valores hay que comprar… es momento de vender». Ya les aclaro que un servidor es un ardiente defensor de la importancia clave que tiene en el mercado la psicología de masas: es esencial para adelantarse al grueso del común de los inversores. Y hay incluso ciertas situaciones en las que no tengo el más mínimo inconveniente en reconocer que puedo llegar a ser un «contrarian» convencido.
Hoy por hoy, el indicador de la confianza del consumidor no sólo está en niveles similares a los del año inmediatamente anterior al pinchazo de las .com, sino que lo que resulta más llamativamente coincidente es la evolución casi calcada que muestra desde 2009 con respecto a los años que precedieron a aquel decisorio 1999 que dictó sentencia. Visualicen las gráficas de Business Insider y juzguen por sí mismos.
El segundo indicador es la no menos reveladora la confianza empresarial. A menudo este indicador se considera menos «contrarian», y algo más «profesional», porque muestra cómo ven el mercado aquellos directivos que tienen que abastecerlo. No es precisamente un indicador de los típicamente adelantados, y efectivamente también tiene a juicio de un servidor cierta naturaleza «contrarian», pero lo cierto es que los agentes económicos que antes y mejor pueden evaluar cómo va la demanda de una economía son los directivos con los que se elaboran los índices de confianza empresarial.
Como podrán observar en la correspondiente gráfica de Business Insider, al comparar con 1999 y sus años precedentes, si bien es cierto que el paralelismo de la evolución no es tan exacto como en el caso de la confianza del consumidor, sí que en la confianza empresarial se observa también una tendencia lateral en una banda claramente equiparable. Lo que resulta especialmente llamativo es un repunte final que, en el caso del actual año 2017, es mucho más acusado y, por tanto, potencialmente peligroso.
Los estímulos de la FED y la creación de empleo
El tercer indicador es ni más ni menos el (siempre polémico) que se refiere a los estímulos insuflados por la FED a la economía (medido por la curva de tipos). Hay que reconocer que la correlación entre ambas burbujas se rompe claramente durante el período de los años que van desde el primer trimestre de 2011 hasta 2013 (correspondiente a los años que van desde 1993 hasta 1995 en el caso de la burbuja .com).
Sin entrar en el eterno debate de estímulos-sí o estímulos-no (para mí es más bien una cuestión de cuantía y del momento concreto), lo que es cierto es que unos estímulos a destiempo y en una medida desproporcionada inyectan dinero peligrosamente en la economía, que puede pasar a verse amenazada por las temibles burbujas y el sobrecalentamiento de algunos de sus mercados y sectores. Por otro lado, también es clave que el indicador utilizado para medir la proporción de estímulos insuflados a la economía, es decir, el spread entre los tipos del bono a diez años y la letra a tres meses, es efectivamente (y en este caso sí) un importante indicador adelantado.
La traducción llana de que este spread se esté tensionando recientemente por encima del nivel de 1999 indica que, hoy por hoy, los agentes económicos del mercado de bonos exigen al bono a largo plazo una rentabilidad mayor que a las letras de los plazos más cortos: confían menos en el largo plazo precisamente porque ven nubarrones en el horizonte. Y no se olviden de que los agentes económicos del mercado de bonos son habitualmente considerados como «smart investors», o inversores profesionales con mayor índice de probabilidad de acierto sobre la futura evolución del mercado y la economía.
Pero la verdad es que, haciendo esa salvedad, hay dos factores a tener muy en cuenta: primeramente el resto de las gráficas son bastante similares en tendencia, y en segundo lugar, que esa descorrelación no hace sino reforzar la tesis de una burbuja 2.0, puesto que en lo que se ha traducido es en que en 2017 el nivel de estímulos es claramente superior al de 1999.
El cuarto y último indicador que nos trae Business Insider es la todopoderosa creación de empleo. Haciendo hincapié en que los indicadores que nos traen nuestros compañeros se basan estrictamente en datos de la economía estadounidense, debemos ser conscientes de que su evolución es igualmente relevante para el conjunto de las economías del planeta, por aquello de que «cuando Wall Street estornuda, el resto de las bolsas se costipan».
La gráfica de la evolución de la creación de empleo muestra bastante correlación entre la correspondiente a los años precedentes a 1999 y la de la actualidad. Además, esta correlación resulta mucho más llamativa por ya prácticamente coincidente atonía en la creación de empleo de los últimos trimestres y los inmediatamente anteriores al pinchazo de la burbuja .com.
Acabaremos este apartado explicándoles que una de las señales de confianza que a un servidor le hacen entrever la madurez «de mercado» tras las palabras del gestor de inversiones McMillan (del que se hace eco el artículo de Business Insider), y que me inspira (cierta) confianza, es que este ejecutivo no se dedica a pretender adivinar el futuro poniendo un techo concreto al mercado (recuerden: adivinar el futuro es imposible). McMillan prudentemente se limita, al igual que es nuestro estilo habitual en estas líneas, a alertar de la evidente existencia de claras señales de alarma, a predecir que el mercado está sentando las bases para venirse abajo en algún momento no muy lejano, y además lo hace explicando el porqué y parte del cómo (pero no el cuándo exacto, porque sino ya supondría una poco confiable trilogía astrológica).
El resto, perteneciente a los impredecibles plazos más cortos, preferimos dejárselo a los adivinos de bola de cristal, que oiga, hay veces que alguno tiene su suerte y hasta acierta a tan sólo unas semanas vista. El problema es saber, de entre todos estos vehementes predicadores económicos, cuál de ellos es el que va a tener la suerte de acertar en esta ocasión en tiempo y forma. Ya saben, la lotería lo que tiene es que hay alguno al que le toca: por eso siempre hay gente dispuesta a jugarla.
Y yendo un poco más allá del análisis más evidente de Business Insider
Pero los habituales de estas líneas ya se pueden imaginar que, en este análisis, no nos vamos a quedar aquí. Por muy interesantes y reveladores que puedan resultar, no es nuestro estilo analizar para ustedes tan sólo los indicadores del articulo de Business Insider. Ya saben que (siempre que sea posible) a nosotros nos gusta ir con ustedes «un poco más allá» de los datos aportados por los medios «commodity», y también «un poco más allá» del análisis más evidente como el de Business Insider.
Lo cierto es que, hace unas semanas, leí un interesante artículo-entrevista de el diario online El Español al conocido inversor de startups Luis Martín Cabiedes, y que pueden leer en este enlace. El señor Cabiedes es ampliamente reconocido en el sector de los emprendedores, y por sus manos han pasado algunos de los proyectos más importantes de startups en España. Es por ello por lo que nos hacemos eco y analizamos brevemente algunas de sus opiniones, puesto que es una voz (al menos) a tener muy en cuenta.
Haciendo una demostración de madurez profesional, como habrán leído, Cabiedes reconoce que el pinchazo que (también) él tanto predijo no ha llegado, y que tan sólo hemos asistido a una ligera corrección importada de USA, no teniendo mucho que ver con lo visto en otros pinchazos de burbuja conocidos. Pero, coincidiendo con la opinión de un servidor, insiste en que lo que preveía aún está por llegar. Su explicación de lo sucedido es que los fondos de capital riesgo tradicionales efectivamente sí que dejaron de invertir radicalmente en Estados Unidos, empezando a pinchar la burbuja. Pero entonces aparecieron lo que él denomina «superfondos corporativos salvajes» para «tomar el relevo y darle al mercado un empujón más».
Con gran criterio, Cabiedes no basaba sus predicciones en las valoraciones de las startups, un indicador muy voluble y poco fiable en este sector tan tempranamente incipiente por definición. Por el contrario, uno de los factores que más le llevaron a considerar que el mercado iba a pinchar fue la escasa eficiencia de las startups en el uso del capital y, relacionado con ello, el incremento brutal del gasto con el que pasaron a nacer estas empresas. Por poner un ejemplo claro de lo que esto significa, el punto que escandalizaba a este Business Angel de startups no es ya que de los 100.000 o 200.000 Euros de hace unos años las startups pasasen a levantar casi por defecto 3 millones de Euros, sino que lo realmente alarmante era que esos 3 millones los levantaba una startup de tan sólo 5 millones de valoración. Ello con el agravante añadido de que se podía dar por seguro que, si levantaba esos millones, se los iba a gastar en su totalidad.
Si esos importes además los multiplicamos por el explosivo crecimiento del número de startups existentes en el panorama tecnológico, y con un mercado que más o menos seguía siendo el que era y es (al menos en orden de magnitud), Cabiedes vió el cóctel perfecto para poder afirmar, sin demasiado margen de error, que el mercado de startups estaba sufriendo un nada desdeñable sobrecalentamiento. Y ya saben estos sobrecalentamientos y sus correspondientes excesos a lo que nos acaban llevando en el medio plazo. El hecho es que la mera corrección que citaba Cabiedes, que siguió al punto álgido de la burbuja, ha traído una moderación del gasto de las startups, pero no así en su número: sigue habiendo un número demasiado elevado de startups, y lo más grave es que muchas veces están compitiendo incluso varias de ellas entre sí por el mismo segmento del mercado, que insiste, sigue siendo más o menos el que era.
Puesta en contexto el panorama general del sector
Un servidor es consciente de que ya lleva varios análisis alertando de una potencial burbuja en algunos sectores tecnológicos. Soy también consciente de que algunos otros techies (uno lo es) y afines estarán pensando que el que suscribe está pecando de agorero o de buscador de clicks tras un titular provocativo. Nada más lejos de la realidad, aparte del compromiso personal de un servidor con el contenido de calidad que (creo) mayormente les traigo (al menos ésa es mi única intención como analista vocacional que soy en horas nocturnas), he de decirles que no encuentro incompatibilidad alguna entre mis análisis anteriores y el de hoy, es más, considero que estos análisis se complementan, e incluso se refuerzan mutuamente.
Uno de esos otros análisis burbujeantes bastante reciente es el que les escribí con título «Estos indicadores apuntan a una burbuja en Bitcoin y otras criptomonedas». Como observarán, ambos artículos parten como premisa fundamental del análisis de indicadores objetivos y determinantes, aunque no les puedo negar que las conclusiones a las que llegamos tienen cierta carga inevitablemente subjetiva. Pero lo cierto es que ambos análisis abordan una misma burbuja desde perspectivas diferentes, y les hago notar que ambas perspectivas son igualmente válidas, tanto para la burbuja de Bitcoin (y otras monedas virtuales), como para la burbuja 2.0.
Acabo de decirles incluso que se trata de la misma burbuja porque, de manera análoga a lo que representó la burbuja .com, lo que tenemos ante nosotros es una burbuja tecnológica en general, alentada por inversores y agentes económicos que tienen muy claro cuál es el futuro, pero no acaban de ver que no toda startup, cryto-moneda, o tecnológica en general, tienen por qué necesariamente formar parte de ese futuro. Y las valoraciones parecen apuntar a que todos los jugadores van a acabar ganando una misma carrera, en la que, sin embargo, realmente sólo pueden ganar unos pocos en las diferentes categorías.
Ante este tipo de situaciones, ha de imperar la racionalidad y los nervios de acero. Cada burbuja efectivamente es diferente e impredecible hasta cierto punto, y cada una se manifiesta de una forma diferente según cambian los tiempos y los mercados. Asumiendo ese cierto carácter cambiante, es humano (e inteligente) mirar al pasado para entrever el futuro, por mucho que el futuro sea impredecible y mirar atrás no sea la panacea; en todo caso es todo lo que podemos hacer, junto a razonar en base a datos objetivos, eso sí. Aprender de la historia económica, aunque sea reciente, es un ejercicio sano y necesario, y recuerden que lo que nunca cambia es la naturaleza humana (de algunos): ahí tienen su preciado hilo conductor de oro que conecta unas crisis con otras, en especial las más recientes tecnológicas, en cuyas placas electrónicas, como tal vez sepan, el metal con mejor conductividad es precisamente ese preciado e inaccesible metal.