El golpe de Estado de 1979 -Crónica-

by Redacción

Para octubre de 1979, la situación política de El Salvador era un caos, el presidente de la República, general Oscar Humberto Romero, elegido poca más de un año antes con un fraude electoral, había perdido el control del gobierno y estaba a la espera de lo que resultara después de una amenaza intervencionista de los Estados Unidos de Norteamérica.

General Carlos Humberto Romero.

Viron P. Vaky, asistente del Secretario de Estado para asuntos del hemisferio occidental, quien en 1970 se había opuesto a los planes de Henry Kissinger para deponer al comunista Salvador Allende en Chile, había llegado al despecho presidencial a pedir la renuncia del mandatario de la República.

Los golpistas afinaban sus planes

La idea original del golpe había cobrado forma a finales de agosto de 1979, pero nadie parecía tomar la iniciativa y no había tiempo que perder.

Coronel Jaime Abdul Gutiérrez.

El coronel Jaime Abdul Gutiérrez, Comandante de la Maestranza del Ejército, comenzó a reunirse con oficiales de igual e inferior jerarquía, a quienes preocupaba la situación y reconocían su liderazgo dentro de la Institución Armada; también con algunos de sus compañeros de promoción a quienes habló sobre la preocupación de la juventud castrense. Estos eran de la idea que se debía buscar una solución a la problemática nacional que incluyera reformas urgentes a fin de frenar el desborde social en el que se encontraba el país y la amenaza insurreccional.

En la UCA también se hacían planes

En un evidente intento por formar cuadros capaces de asumir las responsabilidades políticas revolucionarias que se vislumbraban, la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) había implementado en la Facultad de Economía, la carrera de Ciencias Políticas, sin pre-requisitos académicos a fin de facilitar el ingreso de los distintos sectores del país. La carrera no era excluyente, bastaba con tener una cierta praxis política para ingresar a la misma. Se formaban así los cuadros políticos y se preparaba la ofensiva guerrillera de 1981.

Las dos primeras promociones de alumnos incluyeron un número selecto de profesionales, militares, obreros, sindicalistas y dirigentes políticos de izquierda que más tarde desempeñarían roles importantes en el FMLN.

Guillermo Manuel Ungo.

La Plana Mayor docente de dicha carrera estaba representada entre otras, por Guillermo Manuel Ungo, Rubén Zamora, Salvador Samayoa, Ignacio Ellacuria, Luis de Sebastián, Alberto Arene (ambos profesores de economía marxista) y otros profesores invitados entre quienes figuraban elementos de reconocida trayectoria marxista.

Hacia mediados del mes de octubre de 1979, lo que era rumor se tornó en hechos concretos. El gobierno del General Carlos Humberto Romero se había agotado rápidamente y se comenzaron a mover los hilos del cambio. El 15 de Octubre, un movimiento militar encabezado por un coronel progresista con respaldo democrático depuso al Gral. Romero.

El coronel e Ingeniero Jaime Abdul Gutiérrez

La cabeza visible e indiscutible del movimiento fue Jaime Abdul Gutiérrez, quien comenzó a buscar consenso entre sus compañeros de armas y sectores democráticos del país, sobre la necesidad del golpe y sobre la Junta que habría de gobernar, pero los planes se retrasaban mientras más se acercaba la amenaza de un informe condenatorio contra el país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que sería presentado a la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, OEA.

Los mandos militares que apoyaban la idea, estaban enfrascados en los pormenores sobre la estrategia a seguir en el momento decisivo: si se iba a capturar y de qué manera, al presidente de la República, a los miembros del Alto Mando del Ejército y a los Directores de los distintos Cuerpos de Seguridad. Esto entretenía el golpe.

La idea de que Román Mayorga Quiroz, Rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, podría ser un elemento consolidador del movimiento fue del general retirado José Alberto, “el Chele” Medrano.

Gutiérrez se reunió en repetidas ocasiones con Medrano, en quien reconocía a un militar cuyo conocimiento anti subversivo y geoestratégico del movimiento comunista internacional le había convertido en un militar odiado por unos y respetado por otros.

José Alberto, “el Chele” Medrano, militar de escuela se había ganado el grado de General de acuerdo a la carrera militar salvadoreña, era coronel de los “Green Berets” (Boinas Verdes) del ejército de los estados Unidos, veterano de la guerra de Corea, había tenido varios cuerpos milites bajo su mando por al menos tres décadas, había sido director de la Guardia Nacional y jefe de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos para Centroamérica y el Caribe.

En una de esas reuniones surgió el nombre de Román Mayorga Quiroz, Rector de la UCA, caracterizada en esa época por su fuerte crítica al gobierno, crítica que profundizaba a través de su cátedra sobre la realidad nacional y por ser un bastión de los movimientos de izquierda. Mayorga no aceptó de inmediato, pero como era de esperar, alertó no solo a la dirigencia jesuita en el país, sino a los grupos que se reunían en dicha universidad.

Al centro, Román Mayorga Quiroz.

Lo que parecía una contradicción fue explicada por Medrano a Gutiérrez, asegurándole que Mayorga Quirós era considerado como un social demócrata, no comunista y además, era hijo de otro militar, lo que hacía suponer que jamás traicionaría a la Fuerza Armada de El Salvador. Su prestigio internacional era su mejor carta de presentación. El nombramiento de Mayorga Quiroz tenía además como objetivo neutralizar a los grupos extremistas que se movían al interior de la UCA.

Es posible que el nexo entre los oficiales considerados como la juventud militar y el golpe, fuese Oswaldo Marenco, sobrino de la esposa del general Medrano, quien se desempeñaba como segundo de Jaime Abdul Gutiérrez en el cuartel de la Maestranza.

Marenco y otro hermano que murió al estrellarse un helicóptero en la zona norte de Chalatenango, tenían cierta influencia entre sus compañeros de su “tanda” como se llaman las promociones que salen de la Escuela Militar ”Capitán General Gerardo Barrios” localizada entonces en la avenida Manuel Enrique Araujo, de la que era subdirector el coronel Adolfo Arnoldo Majano, uno de los golpistas.

General José Alberto «el Chele» Medrano.

Muy discretamente Gutiérrez visitó durante los días previos al golpe al general Medrano. Pasaban largas horas discutiendo sobre el acontecer nacional y por supuesto, sobre algunos de los planes de Gutiérrez que ya había decidido la opción del golpe. La casa de habitación de Medrano se convirtió en uno de los sitios donde se hablaba del golpe a pesar de que muchos de sus compañeros le recomendaban que no confiara en Medrano.

En el Estudio de Medrano había un enorme escritorio en el que había una gran lámpara con lente aumento, como las que utilizan los arquitectos o dibujantes, mostrando en forma desordenada libros dispersos entre los que figuraba El Capital de Marx y un Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, textos militares sobre la guerra y varios ceniceros repletos de colillas de cigarro. En una de sus paredes, una pizarra donde se estudiaban los conflictos del bipolarismo internacional; un mapamundi en el cual Europa, los Estados Unidos y la entonces Unión Soviética estaban encerrados en grandes círculos. Tras una puerta, un cartel con la foto de la entonces guerrillera Ana Guadalupe Martínez, impreso en color rojo, alzando con ambas manos un fusil y un rotulo que decía Ejército Revolucionario del Pueblo ERP.

Los golpistas se movían con gran facilidad, parecían contar con el apoyo de los Estados Unidos; la Embajada, preocupada por el fortalecimiento de los grupos armados, sabía lo que estaba ocurriendo, pero se cuidaba de no demostrarlo para no entrar en choque abierto con el gobierno de Romero.

Tras una serie de negociaciones dentro del ejército, el coronel Jaime Abdul Gutiérrez, sugirió a varios militares de alto rango, entre ellos los Generales Guillermo García y Carlos Eugenio Vides Casanova, que asumieran la responsabilidad histórica del golpe, pero estos no se decidían; es entonces cuando el coronel Jaime Abdul Gutiérrez se constituye en el artífice del golpe.

Gutiérrez, que pertenecía a la categoría de los servicios, pensaba que la presencia de militares relativamente jóvenes era necesaria, no solo para contrastar con la “juventud contestaría” de la entonces guerrilla, sino para hacer coherente su proyecto renovador. Esa consideración le llevó a contactar con el coronel Adolfo Arnoldo Majano, subdirector de la escuela Militar.

Además de una cara joven, Majano seria uno de los militares que integrarían la Junta Revolucionaria de Gobierno. Con el respaldo de los creía poder neutralizar cualquier oposición proveniente de los jesuitas, e inclusive que obtendría su apoyo; apreciación en la que se equivocó como quedaría demostrado tres meses después.

El respaldo al golpe estaba decidido; más del 80 por ciento de los cuarteles estaban listos. A estos se incorporaron oficiales que se hacían llamar la “juventud militar”, con influencia jesuita, que dijeron estar de acuerdo.

El sábado 13 de Octubre todo parecía caminar sobre ruedas, sin embargo un inconveniente imprevisto parecía poner en peligro el movimiento.

El viceministro de Defensa, coronel Eduardo “el Chivo” Iraheta, llamó de urgencia a su despacho al Coronel Gutiérrez y sin dar vueltas a la cosa, le preguntó en forma abrupta sobre el golpe contra Romero. Le aseguró que ya se encontraban detenidos dos de los implicados: los capitanes de la Fuerza Aérea Mejía Pena y Rodolfo Salazar. Un tercero estaba a punto de ser detenido, el capitán Francisco Mena Sandoval, quien se encontraba bajo el mando de Gutiérrez. Este, sin perder el control de la situación, aseguró a Iraheta no saber nada al respecto. Iraheta, visiblemente alterado, le dijo a Gutiérrez que había ordenado a la Policía de Hacienda (PH) que arrestaran al capitán Francisco Mena Sandoval, pero Gutiérrez le convenció de que con ese procedimiento podría producirse un enfrentamiento innecesario. El acuerdo fue que el mismo Gutiérrez arrestara a Mena Sandoval y lo entregara a la PH.

Al llegar al Cuartel de la Maestranza, Gutiérrez ordenó que se presentara a su despacho Mena Sandoval pero no fue sino hasta entrada la tarde que el oficial se reportó en aparente estado de ebriedad. Gutiérrez le reclamó su irresponsabilidad y sus indiscreciones pero no lo arrestó. Se limitó a proporcionarle dinero en efectivo para que escapara a Guatemala mientras se materializaba el golpe, pero este lo que hizo fue esconderse en una casa de citas donde pasó bebiendo con prostitutas hasta después del golpe.

Jaime Abdul Gutiérrez se trasladó a primeras horas de la mañana el 15 de octubre de 1979 a la Primera Brigada de Infantería, Cuartel San Carlos; ahí estableció la base de operaciones para el golpe.

Una avioneta piloteada por un capitán de apellido Salazar había sobrevolado, desde muy temprano, todas las instalaciones militares del país, verificando la señal de respaldo y apoyo al movimiento. Se había acordado que los cuarteles a favor dibujaran con cal o cualquier otro material, una cruz blanca en su patio principal y así lo habían hecho.

Salazar sobrevoló a poca altura sobre las instalaciones del Cuartel San Carlos, para indicar con señales acordadas, que todos los cuarteles se encontraban listos. De inmediato Gutiérrez dio instrucciones al Teniente Coronel Francisco Guerra y Guerra que buscase al Coronel Majano a fin de que se hiciera presente en el cuartel. Después de alguna insistencia, Majano se presentó al San Carlos acompañado de su hermano el entonces periodista y corresponsal de prensa de ACAN-EFE, Rosendo Majano.

En una acción poco afortunada, Majano, instigado por Guerra y Guerra, trató de aprovechar diferencias históricas entre los Oficiales llamados “de las Armas” y los “de los Servicios”, intentando desplazar a Gutiérrez y autonombrándose “jefe militar de la Junta”. Al saber de esto, los cuarteles que habían ofrecido su apoyo al grupo de Gutiérrez amenazaron con retirar su apoyo al golpe. Guerra y Guerra fue apartado y Majano se tuvo que conformar con ser el segundo militar dentro de la Junta, reconociendo a Gutiérrez como el primero.

11:00 am. 15 de Octubre de 1979

El coronel Jaime Abdul Gutiérrez agarró el teléfono oficial y llamó a través del 218280 al operador de servicio.

-. “Habla el coronel Jaime Abdul Gutiérrez, Por favor; Comuníqueme con el señor Presidente de la República”. (Breve espera) -. “Hable mi coronel”:

-.”Mi General, (dirigiéndose al Presidente Romero). = Habla el Coronel Jaime Abdul Gutiérrez en nombre de la Fuerza Armada de El Salvador.-“Usted debe haberse dado cuenta que estamos en rebeldía y desconocemos la autoridad suya como comandante General de la Fuerza Armada”.- -. “Le damos tres horas para que abandone el país; le garantizamos respeto total a su persona y su vida; debe llevarse al alto Mando y a los jefes de los cuerpos de Seguridad”. (Interrupción)

-. Presidente Romero: -.”Pero !qué putas! está haciendo usted? –Gutiérrez.- “Mi General, le estoy garantizando…. (Nueva interrupción) Presidente Romero: (hablando a gritos) “ Es una Locura, piensen en el país,… qué me dan a cambio?…-Gutiérrez.- “- Lo siento Mi General. (Cuelga el teléfono).

11:20 am. 15 de Octubre de 1979

El Presidente Romero pide que los golpistas reciban un emisario y nombra para ello al Coronel Rafael Flores Lima, hasta entonces Secretario de Información de Casa Presidencial, cosa a la que accede Gutiérrez.

Romero quiere negociar su retiro

Flores Lima manifiesta que Romero ha solicitado un avión al presidente de Guatemala, General Romeo Lucas García, para que lo trasladen a esa nación vecina; pide ampliar el plazo otorgado por los golpistas y solicita tres horas más de las ordenadas.

A las seis de la tarde de ese día, después de gobernar por dos años y medio al país, Romero abandona El Salvador. En el Cuartel San Carlos, Gutiérrez y Majano tenían el control.

Eran las tres de la madrugada del día 16 de octubre cuando se le dio lectura en las instalaciones del Cuartel San Carlos a “La Proclama de la Fuerza Armada del 15 de Octubre de 1979”, frente a unos cincuenta periodistas nacionales e internacionales.

La parte medular de la Proclama establecía el cese de la violencia y la corrupción; garantizaba la vigencia de los derechos humanos y prometía adoptar medidas que condujeran a una distribución equitativa de la riqueza nacional, incrementando al mismo tiempo y en forma acelerada, el producto territorial bruto.

El 17 de octubre, dos días después del golpe, Román Mayorga Quiroz se comunicó telefónicamente con el coronel Gutiérrez para decirle que sí aceptaba formar parte de la Junta pero con algunas condiciones, cosa que los golpistas aceptaron sin ningún reparo.

Mucho se ha dicho sobre quién o quiénes fueron los autores de la Proclama de la Fuerza Armada del 15 de Octubre de 1979. A través de los años muchos trataron de agenciarse la elaboración de la Proclama, sin embargo, Gutiérrez afirma que no fueron ni el Mayor Mariano Castro Moran ni el doctor Francisco Roberto Lima, ni mucho menos los hermanos Guerra.

Según el líder golpista, la Proclama fue elaborada por el Mayor Álvaro Salazar Brenes quien posiblemente contó con alguna ayuda de la UCA. Se sabe, sin embargo, que el reconocido intelectual de izquierda, Ítalo López Vallecillos, hizo una última revisión del documento antes que el mismo fuera entregado a Gutiérrez, este a su vez, tachó y corrigió buena parte del documento a fin de “suavizar” algunos términos del mismo y aproximarlo al texto y espíritu de La Carta de Bogotá (carta de fundación de la Organización de Estados Americanos). En opinión de Gutiérrez, Salazar Brenes fue el único responsable de ese documento histórico.

El Foro Popular, creado en septiembre de ese año y en el que participaban algunas organizaciones como, La Federación Nacional de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), Ligas Populares “28 de Febrero” (LP28) y el Partido Comunista (PC), Unión Democrática Nacionalista (UDN); Partido Demócrata Cristiano (PDC), Partido Social Demócrata (PSD), el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y el Partido Unionista Centroamericano (PUCA); pidieron la mediación del Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, para que se incluyera un representante de ese grupo en el nuevo gobierno.

La nueva Junta, de manera conciliadora, aceptó y los recibió en el San Carlos el día 17 de octubre. La lista que presentaron a escoger incluía a Guillermo Manuel Ungo y Antonio Morales Erlich.

Aunque en un primer momento los militares optaron por Morales Erlich, el Foro exigió que se respetara el orden de la lista, por lo que el otro miembro de la Junta fue Ungo.

Ninguno de los civiles que se integró a la junta de gobierno participó activamente en el golpe del 15 de octubre aunque algunos sectores con los que simpatizaban buscaban una fórmula en la Asamblea Legislativa para acortar, en consonancia con la política intervencionista del presidente Jimmy Carter, el periodo presidencial para el que había sido electo el General Romero.

Héctor Dada Hirezi, quien tres días después se convertiría en canciller de la Republica, tampoco sabía del golpe. Según afirmaciones de este, el día del golpe, a eso de las dos de la tarde, se le aproximó una persona en la UCA, donde se desempeñaba como Director del Departamento de la Facultad de Economía, preguntando si no temía por su vida debido a que había ocurrido un golpe de estado. Dada Hirezi, no sabía lo ocurrido por lo que se comunicó con Ungo quien también se encontraba en la UCA. Ungo aseguró a su amigo y compañero que tampoco sabía lo que pasaba pero se comprometió a buscar información al respecto. Una hora después Dada Hirezi trató de comunicarse con Ungo pero le informaron que había salido de la UCA rauda y sorpresivamente. Dada Hirezi se dijo para sus adentro “Este ya va a aparecer en algo”. Efectivamente, Ungo se había convertido en el civil más importante y controvertido de la Junta de Gobierno que encabezaba Jaime Abdul Gutiérrez.

Cuatro días después el mismo Dada era juramentado como el primer miembro del gabinete revolucionario en el cargo de ministro de Relaciones Exteriores, el doctor en derecho Carlos Castro Garay fue juramentado como Ministro del Interior, luego, llegaron otros.

Hector Dada Hirezi.

Dada jugó un papel verdaderamente importante en la primera Junta de Gobierno.

Inicialmente el General Gutiérrez había seleccionado para el cargo de canciller al Dr. Roberto Albergue Vides y, dada la proximidad de una conferencia a celebrarse en La Paz, Bolivia, donde se esperaba que el Estado de El Salvador iba a ser condenado como violador de los Derechos Humanos de los salvadoreños, este ya había viajado a ese país suramericano a defender la causa del país y su nuevo gobierno. Sin embargo ocurrió algo imprevisto, el Arzobispo Romero se había convertido en el pozo a donde todos iban a beber.

El coronel Gutiérrez le había solicitado a Romero su intervención a fin de que el discurso de la Iglesia bajara el tono en cuestiones del Estado, cosa a la que este accedió pero no sin antes imponer algunas condiciones. Una de ellas la recomendación de nombrar a Dada Hirezi como ministro de Relaciones Exteriores, los jesuitas influían mucho a Romero luego del asesinato de Rutilio Grande.

Considerándolo de vital importancia para calmar los ánimos violentos que amenazaban con desbaratar el golpe, Gutiérrez sacrificó el compromiso y la palabra dada al Dr Albergue Vides y nombró a Dada Hirezi quien de inmediato, inclusive sin tiempo para conocer su despacho oficial, partió hacia La Paz, donde defendió en el pleno de la Conferencia de la OEA la nueva posición del nuevo gobierno salvadoreño. Difícil tarea si consideramos que en su rol de intelectual demócrata, en más de una ocasión había externado su opinión consonante con las organizaciones no gubernamentales de carácter internacional que pedían condenar a El Salvador y que se encontraban en La Paz.

Dada Hirezi cumplió su labor satisfactoriamente, sin embargo, le esperaban otros retos.

A pesar de los esfuerzos que se hacían por pacificar al país, las organizaciones que integraban el Foro permanecían causando violencia.

En un doble juego, el Partido Comunista Salvadoreño (PCS) filtró algunos de sus más importantes cuadros en el nuevo gobierno. Los comunistas aparentan estar de acuerdo con los militares progresistas e institucionalistas, socialdemócratas y demócratas cristianos que integraban la Junta que había derrocado al general Carlos Humberto Romero, para ganar tiempo, mientras llegaba la ofensiva militar insurgente.

En su estrategia, el FDR-FMLN tenía un discurso de lucha política y otro de carácter insurreccional. En noviembre de ese año, el FDR organiza la Coordinadora de Masas y más tarde, el 15 de diciembre, en Cuba y con el patrocinio de Fidel, los comandantes del FMLN constituyen la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU), que vendría a ser la Comandancia General del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.

Mientras la Junta Revolucionaria de Gobierno hacia grandes esfuerzos por consolidar el golpe y llevar al país por la vía democrática, el PCS se organizaba para llevar a cabo sus planes insurreccionales.

Posteriormente, el día 18, la Cámara Salvadoreña de Comercio e Industria, un sector de mucha importancia durante esa época, solicitó participar en la Junta proponiendo para los efectos a tres de sus principales miembros, los empresarios Leonel Mejía, Mario Andino y Jesús Funes. Los militares de mayor rango eran del criterio que la persona más adecuada para integrar la Junta era Leonel Mejía, pero los más jóvenes y de menor rango, presionaron para que fuera Mario Andino el otro miembro civil de la Junta.

Los dirigentes del golpe, presentaron un programa centrista de gobierno que incluía tres reformas fundamentales: La Agraria, la de la Banca y la del Comercio Exterior. También aseguraban su intención de hacer los esfuerzos que fueran necesarios para que cesara la violencia de los cuerpos de seguridad contra la población civil y la implementación de un verdadero sistema democrático en el país.

Se organizó un gabinete de ministros cuya mayoría era de fuerte identificación izquierdista y que se habían opuesto a los gobiernos del PCN, entre ellos, el democristiano Rubén Zamora como ministro de la Presidencia y Jorge Villacorta, quien fue nombrado ministro de Agricultura.

En una hábil maniobra de distracción, el coronel Gutiérrez nombró de inmediato al coronel José Guillermo García, ministro de Defensa y al coronel Nicolás Carranza, Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Armada. La inclinación izquierdista de la mayoría del gabinete provocó que los sectores conservadores del país dijeran que se trataba de un gobierno comunista.

Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

El arzobispo Oscar Arnulfo Romero, uno de los más duros críticos del gobierno del general Romero, reconoció que se estaban haciendo verdaderos esfuerzos por corregir los abusos a los derechos humanos al tiempo que expresaba públicamente su esperanza en las buenas intenciones del nuevo gobierno.

La verdad es que desde hacía cierto tiempo el coronel Gutiérrez frecuentaba al Arzobispo, quien compartía con su visitante la comida típica que le preparaban las monjas en su residencia del Hospital la Divina Providencia.

El arzobispo Romero atendía cualquier reunión aunque nunca estaba solo. Por lo general le acompañaban dos o tres sacerdotes que no intervenían en las pláticas de este. Entre estos se pueden mencionar a los padres Urioste y Paco Estrada. Tanto la preocupación, como la influencia del Arzobispo Romero, encontraron respuesta en el programa de gobierno que ofrecía implementar la Junta de Gobierno. A pesar de ello los grupos de izquierda incrementaron las protestas y huelgas en todo el país y rechazaron dialogar con el nuevo gobierno, la distribución de armas se daba bajo el relajamiento de las Fuerzas Armadas y los cuadros revolucionarios tomaban su lugar para atacar la institucionalidad del país.

A pesar de los esfuerzos que se hacían por pacificar al país, las organizaciones que integraban el Foro permanecían causando violencia.

Casi a finales de año 1979 los Cuerpos de Seguridad estuvieron a punto de capturar al dirigente comunista y Jefe Supremo de las Fuerzas Populares para la Liberación (FPL), Salvador Cayetano Carpio, – comandante “Marcial”-, pero este logró evadir a sus captores huyendo en un taxi, sin embargo, en la huida, dejó abandonados en el lugar donde se encontraba, importantes documentos que ponían al descubierto los planes insurreccionales previstos para corto plazo.

En esa documentación, además de referirse los planes insurreccionales, figuraban documentos y actas de la reunión efectuada en Cuba el 15 de diciembre de ese año, en la que la máxima dirigencia de los cinco grupos armados, juntamente con Fidel Castro, constituyeron la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU), que terminó siendo la Comandancia general del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), durante la ofensiva del 10 de enero.

El 28 de diciembre de 1979, dos meses trece días después del golpe, el coronel Gutiérrez fue convocado por la mayoría del gabinete a una reunión especial en la Casa Presidencial. Aunque el pretexto de la reunión era analizar lo que consideraban un incremento en la violencia contra las organizaciones populares y la aparente tolerancia hacia los grupos de la derecha, en realidad lo que pretendía era sacar al coronel Gutiérrez de la Junta, fortalecer al coronel Majano y abrir espacio para otro dirigente izquierdista que indudablemente hubiera sido del partido comunista.

Gutiérrez se percató de lo que ocurría y aceptó asistir a la reunión, no sin antes hacerlo del conocimiento de los distintos jefes militares del país. A la hora señalada, Gutiérrez hizo su entrada en el Salón de sesiones de la Casa Presidencial, donde ya lo esperaban la casi totalidad del gabinete, solo que !Sorpresa!, tras el coronel Gutiérrez hicieron su ingreso al salón más de cincuenta oficiales de distinta graduación quienes intervendrían en las discusiones con los civiles. El más sorprendido fue el Ingeniero Dada Hirezi, quien de manera exaltada reclamaba que los civiles estaban siendo insultados y ofendidos por el ejército, ante las acusaciones, los militares se mantuvieron en silencio tras la figura de García, los civiles de izquierda demandaron el retiro de los militares, nada sucedió, los civiles se retiraron encolerizados. La reunión terminó en un enfrentamiento que llevó a la ruptura de la Primera Junta. La izquierda tuvo el poder por segunda vez en menos de cincuenta años, lo habían perdido por no saber negociar.

El 2 de enero, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero trató de efectuar una reunión de mediación pero fracasó en su intento, los militares accedieron, la izquierda no.

Con la cabeza visible de Rubén Zamora, ministro de la Presidencia, Héctor Dada Hirezi, ministro de relaciones Exteriores, y Jorge Villacorta, viceministro de Agricultura, así como del coronel Majano, se llevaron a cabo, entre los días del 3 al 5 de enero, varias reuniones en las instalaciones del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), ubicadas entonces sobre el Boulevard de “Los Héroes”, que culminaron con la renuncia de los tres miembros civiles de la Junta, la casi totalidad del Gabinete del gobierno y por lo menos doce directores de instituciones autónomas.

Solo quedaron el ministro y viceministro de Defensa, con el coronel Guillermo García a la cabeza.

La Junta volvió a quedar en manos de Gutiérrez y Majano. Se hacía imprescindible una reorganización por lo que se comenzó a hablar con los demócratas cristianos. La primera Junta, después del golpe del 15 de octubre había llegado a su término. Se esperaba el retorno del exiliado José Napoleón Duarte.

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