El Café, silencioso detonador de la migración centroamericana que inquieta a Trump

by Redacción

A fines del año pasado, Mario López, un productor hondureño de café, le pagó con su camioneta todoterreno a un «coyote» para que lo llevara a Estados Unidos, contó su esposa a Reuters.

A mediados de noviembre, junto a su hija de 12 años, el caficultor abandonó su finca y emprendió la larga y peligrosa travesía de 35 días a través de México, luego que el desplome de los precios internacionales del café evaporó sus ganancias y volvió improductivo el negocio al que le dedicó toda su vida.

Cinco días antes de Navidad, López, de 42 años, se escabulló en Estados Unidos y desde entonces envía dinero a su mujer y tres hijos en La Colonia, un pueblo en las montañas centrales de Honduras donde reina el cultivo de café, la mayor exportación agrícola del país y una de las más importantes de Centroamérica.

«Mi esposo tuvo que emigrar por las deudas y porque aquí el café ya ni para la comida da», confesó Carmen Andino a la entrada de su casa, una construcción de adobe en La Colonia, rodeada de tierras que lucen abandonadas por la falta de dinero para semillas, fertilizantes y mantenimiento.

Desde fines de 2014, el precio internacional del café ha caído en picada, principalmente, por la sobreproducción de Brasil y Vietnam. Una libra del grano se llegó a vender en 0.88 dólares en abril, menos de la mitad del precio de 2014. Desde entonces se ha recuperado ligeramente.

Decenas de pequeños y medianos caficultores de grano arábica dijeron a Reuters que no les resulta rentable producir por lo que están dejando sus fincas en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua para probar suerte en Estados Unidos, engrosando el tropel de migrantes que inquieta al presidente estadounidense Donald Trump.

Las autoridades y asociaciones cafetaleras de estos países aún están tratando de sopesar el impacto y recabar cifras, pero varios productores dijeron que el fenómeno es cada vez mayor y pone en peligro una industria que emplea a cientos de miles de personas en algunas de las naciones más pobres del hemisferio.

Honduras fue el año pasado el sexto productor mundial de café, responsable de casi el 4,5% de la producción total global. Guatemala aporta el 2,5% del café que se consume en el mundo y más atrás figuran Nicaragua, Costa Rica y El Salvador, mejor conocidos por sus granos de alta calidad.

«UN DRAMA»

Centroamérica en su conjunto es responsable del 10% de la producción mundial de café arábica, de una calidad muy superior a la variedad robusta y usado para expresos y mezclas gourmet.

Pero el abandono gradual de las fincas golpeará la actual cosecha -que termina en septiembre- y las subsiguientes afectando a una industria que aporta hasta un 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en algunos países, dijeron autoridades.

«Este año no hemos podido vender café. Para nadie ya es rentable estar trabajando en el café», se lamentó David Ramírez, un caficultor en el pequeño municipio suroriental de Camotán, una de las principales zonas productoras del grano en Guatemala.

El campesino confesó que tuvo que empezar a plantar maíz sólo para pagar las cuentas.

La situación desesperada lo empujó a tomar una decisión que acabó siendo trágica. A principios de este año, Ramírez pagó 2,600 dólares a un «coyote» para que llevara a Delmi, la menor de sus seis hijos, a Estados Unidos.

La joven de 17 años no podía conseguir trabajo en Guatemala y viajó por tierra a reunirse con su hermana mayor.

«Por la crisis del café que no tenemos dinero, en parte por eso se fue mi hija Delmi, pero murió allá. Se puso mala en Estados Unidos», recordó Ramírez en su vivienda de adobe y piso de tierra, rodeada de plantas de café con hojas carcomidas.

Varios de sus vecinos partieron en el mismo derrotero hacia la potencia del norte. Muchos, como él, mandaron a sus hijos en una peligrosa y dura travesía y se quedaron labrando las tierras con la esperanza de una recuperación en el precio del café.

Estas historias se repiten cada vez con más frecuencia en Costa Rica, El Salvador y Nicaragua, donde los caficultores han migrado de cultivo, se han dedicado al pastoreo o acabaron vendiendo sus terrenos para desarrollos inmobiliarios.

Este éxodo de productores o de sus familiares amenaza con colapsar las instalaciones fronterizas de México y Estados Unidos. Sólo en mayo, funcionarios estadounidenses detuvieron a más de 132,000 inmigrantes ilegales que entraron por su frontera sur, un récord mensual en más de una década.

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