Economía, Agricultura, Salud y Educación continúan siendo el «Talón de Aquiles» del Gobierno de Bukele

Por Luis Vazquez-BeckerS

by Redacción

El Gobierno del Presidente Nayib Bukele ha logrado consolidar una de las transformaciones más notorias y polarizantes en la historia reciente de El Salvador: la radical reducción de la violencia y la criminalidad. Con una estrategia de seguridad que ha puesto a decenas de miles de presuntos pandilleros tras las rejas y ha devuelto una palpable sensación de paz a las calles, la administración Bukele ha cosechado un apoyo popular innegable, tanto a nivel nacional como internacional.

Sin embargo, detrás del éxito en materia de Seguridad, una mirada más profunda revela que los pilares fundamentales para el desarrollo sostenible de cualquier nación –la Economía, la Agricultura, la Salud y la Educación– continúan siendo los grandes desafíos, el persistente «Talón de Aquiles» que amenaza con socavar el único logro de un gobierno reelecto con un mandato abrumador.

La Economía: Un crecimiento frágil y dependiente

Si bien el discurso oficial celebra un crecimiento económico sostenido, la realidad para la mayoría de salvadoreños es más compleja. La economía del país sigue siendo fuertemente dependiente de las remesas enviadas por los salvadoreños en el extranjero, un flujo de capital que, si bien es vital para el consumo, no refleja una robustez productiva interna. La inversión extranjera directa no ha logrado consolidarse en sectores diversificados que generen empleo de calidad a gran escala.

Analistas económicos señalan que, pese a la pacificación del territorio, la falta de una estrategia integral que impulse la producción nacional, fomente la pequeña y mediana empresa, y atraiga inversiones de largo plazo más allá del sector de servicios o la construcción (a menudo ligada a proyectos estatales), limita el despegue económico. La informalidad sigue siendo alta, y el costo de la vida continúa siendo una preocupación para las familias, quienes ven cómo el poder adquisitivo se erosiona en un contexto de inflación global. La apuesta por el Bitcoin como moneda de curso legal, aunque innovadora, no ha demostrado ser el motor de prosperidad prometido, y su volatilidad añade una capa de incertidumbre.

La Agricultura: Olvido en el campo salvadoreño

El sector agrícola, vital para la soberanía alimentaria y el sustento de una parte significativa de la población rural, parece haber quedado relegado en la agenda de desarrollo. Las políticas gubernamentales se han enfocado menos en apoyar al pequeño y mediano productor, en tecnificar el campo o en garantizar precios justos para sus cosechas.

El cambio climático, con sequías prolongadas y lluvias torrenciales que arrasan cultivos, ha golpeado duramente a los agricultores, que a menudo carecen de seguros, acceso a crédito o tecnologías resilientes. La dependencia de la importación de alimentos básicos se ha incrementado, haciendo al país más vulnerable a las fluctuaciones de precios internacionales y a las crisis de la cadena de suministro. Sin una revitalización del sector agrícola, El Salvador difícilmente podrá construir una base económica sólida y garantizar la seguridad alimentaria de su población.

Salud Pública: Una recuperación lenta y con brechas

La pandemia de COVID-19 puso en evidencia las deficiencias históricas del sistema de salud salvadoreño. Aunque el gobierno de Bukele invirtió significativamente en la contención de la pandemia y la vacunación, la atención primaria y la infraestructura hospitalaria de base aún muestran importantes carencias.

Pacientes y profesionales de la salud reportan escasez de medicamentos en algunos centros de salud, listas de espera prolongadas para citas con especialistas y cirugías, y una persistente falta de personal médico y de enfermería en ciertas áreas. La inversión en prevención y en programas de salud pública a largo plazo parece no haber alcanzado el ritmo necesario para revertir décadas de abandono. La percepción de muchos ciudadanos es que, si bien la seguridad ha mejorado, el acceso a servicios de salud de calidad sigue siendo un privilegio, no un derecho universal garantizado.

Educación: Un futuro en riesgo

Quizás el desafío más crítico y con implicaciones a largo plazo sea el estado de la Educación. A pesar de iniciativas como la entrega de tabletas y computadoras a estudiantes, la calidad educativa, especialmente en el sistema público, sigue siendo una preocupación. La infraestructura de muchas escuelas es deficiente, la formación docente necesita una actualización constante y la deserción escolar, aunque se ha intentado combatir, sigue siendo un problema, agravado en su momento por la pandemia y las brechas digitales.

El acceso a una educación de calidad es la clave para la movilidad social y el desarrollo de capital humano que necesita el país. Si los jóvenes salvadoreños no reciben una educación que los prepare para el mercado laboral global y les permita desarrollar pensamiento crítico, el ciclo de la pobreza y la falta de oportunidades persistirá, incluso en un ambiente de mayor seguridad. La inversión en innovación pedagógica, currículos pertinentes y el fortalecimiento de la educación técnica y superior son tareas pendientes.

A un año de la Segunda Administración, no se ve claro

El rotundo apoyo electoral al Presidente Bukele le otorga un mandato sin precedentes para abordar estos desafíos. Sin embargo, la estrategia de concentrar el poder y priorizar casi exclusivamente la seguridad ha dejado a otros sectores en un segundo plano. La pregunta clave es si la segunda administración será capaz de pivotar, o al menos equilibrar la balanza, para destinar los mismos recursos, la misma voluntad política y la misma audacia a la reconstrucción económica, el fomento agrícola, el fortalecimiento de la salud pública y la transformación educativa.

El Salvador ha encontrado una paz relativa, un logro que no debe subestimarse. Pero una paz duradera y una verdadera prosperidad solo se construirán cuando los cimientos de la economía, el campo, la salud y la educación sean tan robustos como los muros de las prisiones que han contenido a las pandillas. De lo contrario, el «Talón de Aquiles» podría convertirse en la vulnerabilidad que impida al país alcanzar su pleno potencial.

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