Por Nélida Fernández -Yahoo-
Antes de la llegada de los españoles a lo que ahora se conoce como México, el cerro Tepeyac en donde hoy se rinde culto a la Virgen de Guadalupe, era un santuario perteneciente a la diosa azteca Tonantzin Coatlicue, dos palabras que en náhuatlsignifican “nuestra madre” y “falda de serpientes”, respectivamente.
Poco más de medio siglo ha pasado desde que los conquistadores españoles liderados por Hernán Cortés pisaran esa tierra y la veneración a la Virgen de Guadalupe empezó poco tiempo después creciendo hasta el punto de que en la actualidad la procesión para honrarla convoca a más de 10 millones de personas y es considerada la más grande de América Latina.
Cuenta la historia escrita a mediados del siglo XVI, que la Virgen de Guadalupe se le apareció al joven azteca convertido al cristianismo Juan Diego Cuauhtlatoatzin, cuando el muchacho iba a camino a buscar a un cura que le aplicara los santos óleos a su tío moribundo.
Juan Diego pasaba, precisamente, por el cerro Tepeyac donde se encontraba el templo de Tonantzin Coatlicue.
La virgen le pidió al joven que fuese al palacio del obispo Fray Juan de Zumárraga para que el franciscano español le erigiera un templo y le aseguró que su tío ya estaba curado, todo esto según la leyenda.
Se le apareció cuatro veces y, en su última aparición, la tilma o manta del joven fue estampada de forma mágica con la imagen de la virgen. Eso sucedió el 12 de diciembre de 1531, diez años después de que Cortés conquistara la ciudad de Tenochtitlán.
Resulta que Hernán Cortés también veneraba a una Virgen de Guadalupe, patrona de su natal Extremadura desde el siglo XIII, y desde el 12 de octubre de 1928 es, además, la “Reina de la Hispanidad”. Es decir, es una virgen que se venera como patrona del proceso de conquista en España.
En su momento, Cortés llevó un estandarte con la Virgen de Guadalupe extremeña al territorio azteca – ya convertido en Nueva España– y aunque las imágenes de las vírgenes de México y de España muestran algunas diferencias, también hay importantes e interesantes similitudes.
La relación entre las dos vírgenes ha sido objeto de disputas entre México y España a lo largo de la historia porque, al parecer, los mexicanos niegan que se trate de una imagen que también fue impuesta por los conquistadores.
En cualquier caso, la virgen mexicana parece ser una mestiza que tiene elementos de la española y también de la diosa azteca Coatlicue la madre Tierra de Tenochtitlan que, colmillos y serpientes aparte, también fue una protectora de su pueblo.
Una madre con garras y colmillos
Tonantzin Coatlicue era una madre protectora del pueblo mexicano y también era la responsable de la fertilidad, la creación, el nacimiento y la maternidad, entre otras tareas.
Según este mito, ella es esposa de Mixcoatl y juntos conforman la pareja divina que había creado el mundo y sus habitantes. Procrearon a “Coyolxauhqui”, su única hija que era la luna, y los dioses de las estrellas del cielo que son los hijos.
La Tierra, la luna y las estrellas vivieron en paz por mucho tiempo pero un día, mientras Coatlicue barría la cima del cerro, una bola de plumas de pájaro cayó sobre su delantal y la embarazó de su último hijo, el guerrero del Sol, Huitzilopochtli.
Entonces se acabó la calma pues Coyolxauhqui se enfureció cuando se enteró del embarazo de su madre y convocó a sus hermanos para que juntos mataran a Coatlicue por lo que consideraban una deshonra.
Huitzilopochtli sintió el ataque de sus hermanos desde el vientre de su madre y saltó de allí en un nacimiento prematuro. El nuevo hijo nació vestido como un guerrero y ya armado para defenderse y defender a su Tonantzin.
El guerrero recién nacido mató entonces a su hermana Coyolxauhqui, le cortó la cabeza y es eso lo que llamamos Luna y vemos en el cielo.
Sin embargo, y pese a que el último hijo venció a todos sus hermanos, éstos lograron matar y decapitar a Coatlicue. Se dice que es por ello que la imagen de la diosa tiene tantas serpientes.
Como el nombre Coatlicue lo indica, su imagen tiene una falda de serpientes y su parte superior son dos cabezas de estos reptiles, una frente con otra.
Sus pechos son grandes y caídos que representan la fertilidad y la maternidad de muchos. Sus manos y pies son garras.
Además, la diosa tiene un collar de manos y corazones humanos que en el centro tiene una calavera. Todo esto es símbolo de la vida, que también proviene de la muerte.
Manuel Aguilar Moreno, profesor de Historia del Arte de la Universidad Estatal de California de Estados Unidos, explica que Coatlicue lleva este collar en representación del sacrificio humano que se le ofrece a la diosa “porque ella come vida” y este ornamento representa “la muerte de los seres humanos que absorbe en su vientre para generar más vida”.
Por eso se ofrecían sacrificios humanos a la diosa y en muchos casos en estos rituales se representaba la escena en la que su hijo guerrero sol Huitzilopochtli decapita a su hermana luna Coyolxauhqui y su cabeza rueda cerro abajo.
Es así como la Tierra-Coatlicue es la muerte y el Sol-Huitzilopochtli, es el guerrero que protege el cadáver de su madre de la oscuridad generada por sus hermanos enemigos que son la luna y estrellas.
La imagen de Coatlicue resulta realmente aterradora, sobre todo si se compara con la Virgen María que generalmente es dulce y maternal en cualquiera de sus presentaciones a lo largo del mundo. Sin embargo, en el mundo azteca las serpientes eran símbolo de fertilidad, así como el corazón y la sangre representan muestras de un ciclo interminable de vida y de muerte.
La diosa representa la dualidad del mundo, la vida y la muerte, el nacimiento con sacrificio y dolor, las nuevas generaciones que se levantan sobre los huesos de los antepasados. Creación, destrucción, sexualidad, fertilidad, nacimiento y maternidad. Y todo ese proceso es bello y también terrible.
Los mitos religiosos aztecas son increíblemente ricos y al final de la era precolombina se habían unido las historias de varias culturas que habitaban en ese inmenso territorio por lo que no había una “madre” sino muchas.
El templo de Tonantzin estaba ubicado en el cerro de Tepeyac y fue destruido por los españoles para construir una capilla católica en la que ahora reina la Virgen de Guadalupe.
La virgen y la diosa se funden
Guadalupe y Coatlicue han sido veneradas en el mismo cerro Tepeyac, pero hay otros aspectos que las dos veneradas tienen en común.
Ambas son honradas por sus poderes protectores sobre sus hijos o devotos.
Ambas quedaron embarazadas sin tener contacto sexual pues fueron fecundadas por entes espirituales que descendieron del cielo para poner en sus vientres hijos salvadores.
En el caso de la virgen, fue el espíritu santo representado en una paloma quien embarazó a María-Guadalupe, mientras que Tonantzin Coatlicue recibió una bola de plumas que bajó del cielo hasta su vientre.
El manto de la Guadalupe mexicana está lleno de estrellas, que son los hijos de Coatlicue.
El comunicador con maestría en Materialismo Histórico y doctor en Humanidades, Juan Miguel Zunzunegui explicó recientemente en varios vídeos que publicó en su cuenta de Instagram que existe una mezcla de historias que unen a la virgen extremeña y Tonantzin y que se ve reflejada en la mexicana.
Las dos guadalupes pisan una media luna, en el caso de la extremeña, significa la humillación del islam, en el caso de la mexicana “pisa la noche, pisa la oscuridad, pisa la materia, pisa el demonio” lo que coincide con el mito de Coatlicue.
Además, al referirse a la Guadalupe mexicana agrega: “Es un eclipse sagrado, por eso es el manto de cielo que representa precisamente eso, el cielo, coronada por el sol, ella que es la madre tierra. Guadalupe es la madre tierra ascendida para ser coronada por el sol”.
Asimismo, las dos historias que acompañan a las apariciones de las vírgenes son muy similares, en la extremeña, la virgen se aparece a un campesino que ha salido a buscar a un cura que le aplique los santos óleos a su hijo moribundo y la aparición sagrada le dice que le construya una ermita y que el niño ya está curado.
En la mexicana, la virgen se le aparece a un indio católico que también busca quien le aplique los santos óleos a su tío moribundo, la virgen pide que se erija una ermita en su nombre y le anuncia que su familiar ya sanó.
Zunzunegui, que es el autor de varios libros entre los que se cuentan los bestsellers Los mitos que nos dieron traumas y la trilogía El misterio del águila, dice que la gran diferencia entre las dos guadalupes es que la extremeña está cargando al niño, mientras que la mexicana está embarazada.
“No ha dado a luz, la mujer dormida no ha dado a luz en México, el fruto sagrado sigue en el vientre de la madre tierra y nosotros los mexicanos no hemos logrado hacerlo nacer, seguramente, porque seguimos sin aceptar lo que somos, el pueblo hermosamente mestizo que es México y que no existiría sin los españoles, sin los cuales no tendríamos a Guadalupe”, dice el comunicador que también es filósofo.