Este domingo se votan los delegados municipales, primer paso para la conformación de la Asamblea Nacional, que elegirá al próximo presidente. El proceso está digitado por el Partido Comunista, pero crece la incertidumbre por la identidad del sucesor de Raúl Castro.
La votación de este domingo forma parte del proceso electoral más importante en la historia reciente de Cuba. Es cierto que, como en cualquier dictadura, el voto de los ciudadanos es puramente simbólico, ya que es la cúpula del régimen la que define a su arbitrio quiénes ocupan los principales cargos. Esta regla se acentuaba cuando había un líder supremo como fue Fidel Castro, que gobernó ininterrumpidamente durante 49 años, y que le cedió el mando a su hermano Raúl el 24 de febrero de 2008.
Sin embargo, la escena política cubana cambió en 2013. Tras ser reelecto, el heredero anunció que dejaría el poder en 2018. Así se abrió la puerta a que Cuba sea gobernada por alguien que no lleve el apellido Castro por primera vez en más de medio siglo. Por eso, entre este domingo y febrero del año que viene podría gestarse un cambio trascendental.
Este camino no comenzó hoy. El puntapié inicial lo dio el Consejo de Estado —la máxima autoridad política de la isla, integrado por el presidente y sus colaboradores— el 14 de junio pasado, al hacer la convocatoria formal a las elecciones. El segundo paso fue la nominación de los candidatos a delegados de circunscripción —la unidad política más pequeña del país—, que se realizó entre el 4 y el 30 de septiembre pasado. El mecanismo es totalmente espurio, porque se hace en asambleas populares y a viva voz, ante el escrutinio de la policía política, que persigue toda forma de disidencia. Esto impide que se acepten postulantes verdaderamente opositores al régimen.
Lo que se celebra este domingo es la primera vuelta electoral para elegir a los delegados de circunscripción. Como el gran filtro se hace en la selección de candidatos, esta votación sí es secreta, ya que los competidores son todos tolerables para el Partido Comunista de Cuba (PCC). Esta, y la segunda vuelta en los municipios en los que nadie alcance el 50% de los votos, son las únicas instancias de votación directa. En lo que sigue, los ciudadanos no tienen participación.
«Hablar de elecciones en Cuba es algo que conduce a error, porque éstas no responden en absoluto a lo que en Occidente entendemos por comicios democráticos. Los ciudadanos eligen entre una oferta limitada de candidatos que ya forman parte del sistema. No se diferencian por ofrecer propuestas distintas, ni defienden algo que se parezca a un programa político y, en última instancia, todos los que finalmente accedan a los cargos habrán de ser miembros del mismo partido, el PCC. Por lo tanto, hablar de elecciones en Cuba exige usar muchas comillas. Constituyen, en realidad, el procedimiento del régimen castrista para renovar parcialmente a sus cuadros dirigentes en los distintos niveles», dijo a Infobae el latinoamericanista Joan del Alcàzar, catedrático del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia.
Hablar de elecciones en Cuba es algo que conduce a error, porque éstas no responden en absoluto a lo que entendemos por comicios democráticos
La elección de los delegados de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) es indirecta. Está mediada por dos colectivos. Por un lado, los delegados de circunscripción que serán elegidos hoy, que luego conformarán la Asamblea Municipal. Por otro, los representantes de un órgano clave, que está totalmente sujeto al PCC, las Comisiones de Candidaturas (CC). Están conformadas por las distintas corporaciones en las que se divide la sociedad civil: las federaciones de Estudiantes de la Enseñanza Media y Universitaria, la Federación de Mujeres Cubanas, los Comités de Defensa de la Revolución y la Asociación Nacional de Agricultores. Son las que terminan decidiendo a su gusto la composición del parlamento.
«Es un procedimiento absolutamente impugnado por organizaciones de la sociedad civil y por la oposición. Consiste de una lista única donde los postulantes resultan electos si reciben el 50 más uno del número total de votantes. O sea, no compiten entre sí, sino que todos son sugeridos por las CC como futuros miembros de la ANPP. Técnicamente algunos juristas han negado a este proceso la denominación de elección y lo han definido como una acción plebiscitaria de aprobación de un candidato», explicó a Infobae el historiador cubano Boris González Arenas, portavoz de la Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD), que busca la democratización del sistema político en la isla.
Una vez que esté conformada la ANPP, comenzará la fase auténticamente decisiva. Los diputados elegirán entre sus miembros, a propuesta de las CC, a los funcionarios que integrarán por los próximos cinco años el Consejo de Estado, es decir, al sucesor de Raúl Castro. Se estima que eso ocurrirá en febrero, pero aún no hay nada definido.
El enigma de la sucesión
«Raúl Castro y el PCC, junto a las Fuerzas Armadas, buscan un relevo suave y seguro de la gerontocracia dirigente para que nada cambie —dijo Del Alcàzar—. El actual mandatario es un anciano, como en general buena parte de la dirección política del país. La mayoría de los dirigentes están más allá de los 80 años. Los motivos, pues, son simple y puramente biológicos. ¿Criterio para elegir al sucesor? Uno fundamental, que sea de probada fidelidad castrista, y que no tenga veleidades reformistas más allá de las que permitan mantener al régimen en pie contra viento y marea».
Desde el momento en que Castro comunicó su decisión de no querer un tercer mandato, un dirigente picó en punta como favorito a sucederlo: Miguel Díaz Canel. Nació en 1960, un año después de la revolución, y desde 2013 es vicepresidente del Consejo de Estado. Es el primero en llegar tan alto sin haber pertenecido a la vieja guardia guerrillera. Es ingeniero electrónico de formación y tiene experiencia militar y civil: fue oficial del ejército y profesor universitario.
Raúl Castro y el PCC, junto a las Fuerzas Armadas, buscan un relevo suave y seguro de la gerontocracia dirigente para que nada cambie
«Desde un principio, la sucesión fue planteada como un relevo generacional que favorecería a algún político nacido después de la Revolución. Dado que el anuncio de la sucesión se dio junto con el nombramiento de Díaz Canel como primer vicepresidente, que reemplazaría al jefe de Estado en caso de ausencia, enfermedad o desaparición, es lógico que sea visto como el más probable sucesor. Sin embargo, esa percepción puede cambiar bruscamente de aquí a febrero, dada la gravedad de la situación interna y externa del régimen», contó a Infobae Rafael Rojas, historiador cubano radicado en México, donde es profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
Díaz Canel es decididamente una ficha de Raúl Castro. Fue él quien impulsó su ingreso al poderoso Buró Político del PCC. Luego lo designó ministro de Educación Superior, cargo previo a asumir la vicepresidencia. La cercanía al presidente y la ventaja que le saca a cualquier otro aspirante de la nueva generación lo convierten en el gran favorito, aunque todo puede cambiar a último momento.
«Tiene cuatro características a su favor, y una en su contra. A su favor, fue militar, lo cual es esencial porque Cuba es hoy por hoy una dictadura y todo tiene que ser aprobado por los militares. Es integrante legendario del Partido Comunista. Es Ingeniero por profesión y Raúl piensa que los problemas de Cuba son técnicos, no productos del modelo en sí, y por lo tanto confía en gente con trasfondo técnico. Cree que son los que pueden inyectarle eficiencia al sistema. Su factor en contra: no es un Castro. Creo que el hijo de Raúl sigue siendo una opción, pero esto es una especulación de mi parte», sostuvo Javier Corrales, profesor de ciencia política especializado en América Latina del Amherst College, de Massachusetts.
Alejandro Castro Espín, de 52 años, es el único hijo varón de Raúl. También es ingeniero y militar, pero su carrera previa a la llegada del padre a la presidencia es menos destacada que la de Díaz Canel. Actualmente se desempeña como coordinador del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional. Su elección sería inesperada y, a juzgar por su perfil, sepultaría cualquier esperanza reformista.
Creo que el hijo de Raúl Castro sigue siendo una opción
Sin embargo, Castro Espín no es la única alternativa. La creciente inestabilidad económica y política que atraviesa la isla permite incluso poner en duda que Raúl vaya a cumplir con su compromiso de dejar el mando en 2018. «Desde el VII Congreso del PCC, en abril del 2016, cuando se lanza la contrarreforma actual, la sucesión cae en la incertidumbre —dijo Rojas—. Hoy la pregunta es, si dada la profunda crisis económica, agravada por el retroceso de las políticas de Donald Trump, se mantiene en pie la idea de traspasar la jefatura del gobierno y del Estado a un político más joven».
Antoni Kapcia, profesor del Centro de Investigaciones sobre Cuba de la Universidad de Nottingham, se mostró convencido de la voluntad de Castro de que haya una renovación. «Nunca tuvo la intención de permanecer como presidente por mucho tiempo, sólo lo suficiente para estabilizar las cosas y para impulsar el proceso de reformas que había proyectado en 1993, pero que había quedado limitado por las diferencias internas. Su percepción era que, si lograba poner las cosas en movimiento, el sistema iba a ser lo suficientemente fuerte como para sobrevivirlo», explicó en diálogo con Infobae.
Qué cambia en Cuba sin los Castro
«Con la salida de Raúl Castro del poder se produce un proceso de transición de resultados impredecibles, precisamente por la baja participación ciudadana, la poca transparencia de las intenciones reales de los actuales aspirantes al poder y la incertidumbre que producen una serie de necesidades imperiosas que desde hace décadas demandan respuestas y no las tienen», dijo González Arenas.
El gran debate entre los estudiosos de la realidad cubana es si el fin de la era Castro es una oportunidad real para que haya cambios de fondo en el régimen. Para Kapcia, Raúl realizó algunas transformaciones, que en todo caso podrían profundizarse con su salida. «Tuvo éxito en modificar muchas prácticas y pensamientos dentro de las estructuras políticas cubanas. La ANPP es ahora mucho más respetada, influyente y poderosa que antes, y el partido está más limitado desde 2011. En los últimos años atravesó un cambio generacional sostenido, especialmente en el nivel provincial, con líderes más jóvenes y efectivos».
Díaz Canel o quien suceda a Raúl ejercerá una autoridad mucho más acotada por el verdadero núcleo del poder
Sin embargo, esa no es la postura generalizada entre los observadores. Lo que muchos temen es que no sea más que un cambio de nombres que, en vez de debilitar al sistema, podría acabar consolidándolo, al hacerlo menos dependiente de las personalidades.
«Soy extremadamente pesimista respecto a la evolución de Cuba en los próximos años —dijo Del Alcàzar—. Con Barack Obama en la Casa Blanca hubo un tiempo de esperanza, pero tras la llegada de Trump aquella se desvaneció en la niebla. El régimen cubano fracasó socialmente hace más de un cuarto de siglo. Concretamente, desde que cayó la URSS, su socio y amigo generoso. El socialismo cubano no provee a la mayoría de sus ciudadanos ni siquiera de la alimentación básica y necesaria».
La garantía de que difícilmente se produzcan cambios de fondo en el corto plazo con la eventual salida de Castro es, precisamente, que él no se va del todo. Si bien dejaría la presidencia, seguiría siendo el primer secretario del PCC. Y en Cuba, como en todos los países comunistas, el poder real reside en el partido, no en el gobierno. «Va a estar velando a su sucesor muy de cerca, y seguramente se convierta en una figura esencial, un poder de veto inigualable», apuntó Corrales.
Quizás esa sea la mayor novedad que se verá en la política cubana de los próximos años. Tras seis décadas de un modelo que concentraba casi todas las decisiones en el líder, podría pasarse a un esquema de gobierno dividido, en el que quien esté a la cabeza del Estado no sería un jefe supremo e indiscutible.
«El poder de un presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en Cuba es enorme, ya que carece de balances legislativos, judiciales o regionales. Pero si en tiempos de Fidel ese poder era ejercido con bastante arbitrariedad, en tiempos de Raúl se ha subordinado más a la cúpula del PCC y al grupo militar empresarial de las Fuerzas Armadas. Díaz Canel o quien suceda a Raúl ejercerá una autoridad mucho más acotada por el verdadero núcleo del poder», concluyó Rojas. Eso podría dar lugar a tensiones y disputas internas, un elemento indispensable para que un régimen autoritario se debilite y, con el tiempo, pueda abrirse. Al menos un poco.