Científicamente parecía imposible que la mezcla del azul y granate diera como resultado el color blanco, pero esa fue la transformación que terminó de ocurrir el pasado sábado en Cardiff.
La categórica victoria del Real Madrid sobre la Juventus 4-1 no sólo le dio al conjunto blanco su tercera Champions League en los últimos cuatro años y lo convirtió en el primer equipo en defender con éxito el famoso trofeo de la Orejona desde que el AC Milan lo hiciera en otra época del fútbol.
Ese triunfo en el estadio Nacional de Gales, conocido popularmente como el del Milenio, trascendió mucho más allá de las celebraciones que se extendieron hasta el domingo en la capital española.
Su significado es tan profundo que transmitió el mensaje que el resto de los clubes europeos más temían, que el ciclo blanco recién comienza.
No es casualidad que en apenas año y medio en el banquillo, el Madrid de Zinedine Zidane esté opacando al mejor Barcelona que jamás haya existido, para muchos el mejor equipo de fútbol de la historia.
Es verdad que no ha ganado ningún triplete o sextete, pero ganó tres Champions y dos consecutivas, además de batir el récord de victorias consecutivas, partidos anotando y triunfos de visita.
Puede que el fútbol del Madrid todavía no logra la idolatría del Barcelona liderado por el tridente de Lionel Messi, Xavi y Andrés Iniesta, pero su exhibición en la segunda parte frente a la Juventus ya logró un consenso similar de admiración.
Primero por su increíble poder ofensivo, que sólo necesita de una oportunidad para mandar el balón al fondo de la red, y segundo por el hecho que este Madrid también se gusta con el balón.
No es coincidencia que el conjunto de Chamartín está atravesando su mejor época en más de medio siglo justo el año en el que invirtió menos dinero desde que Florentino Pérez asumió por primera vez las riendas del equipo en 2000.
Y la clave llegó precisamente desde la escuela de su histórico rival: cantera y continuidad.
Mucho más que suerte
Sea por casualidad, fortuna o buena gestión, el Madrid rey de Europa se ha ido moldeando hasta convertirse en el equipo dominante que arraso en este final de temporada.
Primero por la irrupción de Zidane como entrenador, banquillo al que llegó de carambola tras la destitución de Rafael Benítez en enero de 2016.
El francés, que había pasado sin pena ni gloria en su primera experiencia en un banquillo en el Castilla, asumió las riendas de un equipo a la deriva, pero gracias a su carácter y aureola de ser uno de los más grandes futbolistas de la historia logró la cohesión necesaria para enderezar el rumbo.
En él fue que recayó toda la responsabilidad cuando apostó por Casemiro para darle el balance necesario al centro del campo en detrimento del colombiano James Rodríguez, variante que quiso incluir Benítez pero que no contó con el visto bueno desde el palco del estadio Santiago Bernabéu.
A Zidane nadie lo cuestionó y con eso el Madrid, que suele navegar en aguas turbulentas, logró una calma inusual para un equipo de su magnitud.
El ejemplo es el bajo perfil de Florentino Pérez en las celebraciones del equipo.
Luego llegó el triunfo en la Champions en San Siro, título que para muchos se vio favorecido por lo asequible de sus rivales en las eliminatorias previas y que sólo pudo definir en la tanda de penales.
Sea como fuere, la undécima le dio a Zidane el crédito necesario para afrontar sin presión su primera temporada completa convencido de la calidad de una plantilla que lleva como promedio unos seis años jugando juntos.
Su única contratación de renombre fue la de un futbolista que se había formado en la cantera del equipo, Álvaro Morata.
Pero el delantero español sólo llegó para ocupar un lugar en un banquillo que terminó siendo determinante para la gestión de Zidane.
Era blanca
El Madrid ofreció en Cardiff una muestra de lo que está por venir y que hasta ahora se venía cuestionando: ganó convenciendo con pegada y buen trato al balón.
Para ello logró el balance perfecto en cada una de las posiciones del equipo, fórmula en la que se destaca la experiencia y mutación de jugadores como Ronaldo y Luka Modric, ambos con 31 años.
El portugués terminó con 16 goles en los últimos 13 partidos, incluyendo los 10 en los cinco encuentros que disputó desde los cuartos de final de la Champions.
El croata, por su parte, fue el director de orquesta en un mediocampo de lujo, beneficiado por la obligada ausencia por lesión del galés Gareth Bale que le abrió las puertas a Isco.
El malagueño, de 25 años, está llamado a ser la imagen del Madrid del futuro junto a Marco Asensio, la joya blanca de 21 años que anotó el cuarto gol de la final contra la Juventus.
Alrededor de ellos se mantendrá el olfato goleador de Ronaldo y la versatilidad de Benzema (29 años) y Morata (24), sin descartar a Bale (27), quien aseguró que quiere seguir vestido de blanco respondiendo a los rumores que lo sitúan lejos del equipo la próxima temporada.
El aporte de Toni Kroos (27) y Casemiro (25) fue y será fundamental, así como lo que pueda contribuir gente como Lucas Vázquez (25) y Mateo Kovacic (23).
A esto hay que sumarle el desborde de dos jugadores clave como Marcelo (29) y Dani Carvajal (25) en los laterales y la presencia física de Raphael Varane (24) y Nacho (27) en el centro de la defensa.
Todos liderados por el capitán Sergio Ramos (31) y protegidos por la manos salvadoras del costarricense Keylor Navas (30).
Una plantilla que todavía tiene varios años por delante para seguir creciendo y que ya está siendo reforzada meticulosamente con la incorporación del brasileño Vinicius Junior y la recuperación de jugadores que han despuntado esta temporada a préstamo en otros equipos como Marcos y Diego Llorente y Jesús Vallejo.
Eso sin mencionar otros nombres que se mencionan en el horizonte blanco como el francés Kylian Mbappé o el lateral Theo Hernández.
Pep Guardiola advirtió al Madrid que «no se confíe porque el Barça siempre vuelve», pero esta temporada se vio claramente que ni el mejor Messi junto a Neymar y Luis Suárez pudieron evitar las celebraciones en la Cibeles.
Esa será el gran desafío para el nuevo entrenador culé, Ernesto Valverde, y el resto de los clubes en el fútbol europeo, frenar lo que parece será una nueva era de dominación blanca.