Anécdotas de la Guerra entre El Salvador y Honduras de 1969 -4-

by Redacción

Por Eduardo Vázquez Bécker.- 

El 14 de julio de 1969 terminando las cinco de la tarde e iniciando las seis, un apagón general en todo el país fue la señal inequívoca de que algo de tremenda repercusión nacional estaba ocurriendo. Una llamada telefónica a través del teléfono oficial de quien escribe este artículo, desde la sala de redacción de Diario El Mudo, donde a la sazón trabajaba como reportero, al Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Armada de El Salvador, general Carlos Guzmán Aguilar, fue la respuesta a lo que estaba ocurriendo.

Vázquez Becker: |General, Qué está ocurriendo?|

Guzmán Aguilar: |Estamos en guerra| ,gritó emocionado, Luego colgó. El apagón respondía a la necesidad de ocultar blancos civiles y militares a la aviación hondureña que ya había comenzado a sentir la metralla de los aviones salvadoreños en el base militar de Tocotín en Honduras.

El Salvador había iniciado lo que llamó una Acción Punitiva, en una guerra limitada de legítima defensa, como la cualificó el entonces presidente Fidel Sánchez Hernández en su discurso a la nación explicando las razones y motivos que habían llevado a El Salvador a “hacer pagar” a Honduras por los crímenes que se estaban cometiendo con la población salvadoreña, obligada a atravesar las montañas como animales perseguidos por grupos paramilitares, la Mancha Brava, en un plan de expulsión masiva, necesario para implementar su reforma agraria.

Las primeras 24 horas, desde que se iniciara la invasión al territorios hondureño, fueron prácticamente de sorpresa. Los distintos frentes de guerra avanzaban con poca resistencia, hasta el tercer día en que saliendo de la plaza mayor de Nueva Ocotepeque, ya en poder del ejército salvadoreño, La Guardia Nacional, al mando del general José Alberto “Chele”Medrano, alcanzando las alturas del Cantón El Portillo, donde, además de librarse las más sangrientas batallas de aquella acción punitiva, también se produjeron una serie de anécdotas imposibles de mantener ocultas.

Medrano avanzó sobre territorio hondureño a lomo de mula y como el invierno estaba en pleno, el general se guarecía de la lluvia con un poncho (impermeable) militar y un sombrero similar al que usan los soldados australianos. Eran las cinco de la madrugada, Medrano bebía café en un tazón mientras reflexionaba sobre uno de los hechos más asombrosos del siglo XX, la llegada del hombre a la luna.

Un ruido, característico de personas que se mueven con sigilo, le hizo moverse con rapidez hacia donde se desplazaban personas, creyendo que se trataba de soldados hondureños que pretendían emboscar a las tropas salvadoreñas. No eran eran soldados hondureños, eran soldados GN salvadoreños en un aparente plan de deserción. 

|Matarifes| les gritó Medrano a los desertores quienes al escuchar la voz enfurecida del jefe se colocaron en posición de firmes no sin antes responder de manera contundente |No somos matarifes mi general, cumplimos ordenes|.

Se trataba de un oficial que había decidido retirarse del campo de batalla junto a las tropas a su cargo. Enterado de los hechos así como de quién había sido el oficial que buscaba el teatro de operaciones, Medrano mantuvo a los soldados en posición de firmes y les espetó una arenga.

“Los traidores y los cobardes sigan el camino que traían. Los que son Guardias Nacionales y soldados patriotas que me sigan” Todos, sin faltar ninguno, contestaron al unísono |A sus ordenes señor| El Oficial del cuento tuvo una respuesta que no convenció a Medrano.._ -|Mi general, es que yo tengo unos centavitos que cuidar y no quiero que me maten| 

Después del fin de la guerra, las tropas que estuvieron bajo el mando de Medrano relataban cada uno a su manera aquella historia que no podían olvidar.

Otra anécdota que figura en el imaginario de la guerra trae a cuenta que cuando el “Chele” Medrano y su estado mayor alcanzaron las alturas del Cantón El Portillo, se encontraron con una fuerza hondureña organizada que hizo frente al ataque, trabando varios enfrentamientos causando graves bajas al ejército salvadoreño aunque finalmente sucumbieron ante la el valor y decisión salvadoreños que pusieron fin al famoso batallón “Rangers” que suponía la mejor fuerza de Honduras.

Pasado el fragor de los combates el estado mayor de Medrano ( Capitanes Golcher, Morelli, d’Aubuisson, y otros dos que escapan a la memoria) se instalaron en un peñón desde donde dominaban la vista de todo alrededor. El ruido de un motor alerto a Morelli, quien sin pensarlo dos veces disparó a una distancia considerable a un vehículo militar enemigo, hiriendo al oficial hondureño que lo conducía y obligándole a estrellarse contra uno de los farallones.

Desde un punto incierto de la selva montañosa, un campesino corría a donde había quedado herido el oficial hondureño y poniéndolo sobre sus hombres buscaba internarse de nuevo en la selva con la evidente intención de ponerlo a salvo. 

  • – |Morelli, Golcher, vengan a ver|. Era la voz de Roberto d’Abuisson quien utilizando una roca como mamposta seguía través de la mira de su fusil al “chaneque” que buscaba poner a salvo su preciada carga. 
  • Todos atentos a lo que iba a ocurrir. d’Abuisson se acomodó y se dispuso a disparar. Cosa que hubiera ocurrido de no ser porque el General Medrano, que estaba atento a todo, le preguntó con una expresión de duda en el rostro, -| d’Abuisson|: le va a disparara ese héroe? 
  • Sorprendido como quien es descubierto a punto de cometer un pecado, d’Abuisson le contestó poniéndose de pié: |No mi general solo estaba bromeando|.
  • En efecto, ese chaneque es un héroe. Mientras, todos observaban cómo el campesino salvadoreño se perdía entre las agrestes montañas de El Portillo con el oficial a sus hombros. Cosa que pasan en todas las guerras…….

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