¿Qué le falta al Barça para ser como el Real Madrid (además de nueve Champions)?

by Redacción

Por  Albert Ortega. Barcelona

La Decimocuarta Champions League del Real Madrid, la quinta en las últimas ocho temporadas, es un hito en la historia del fútbol y explica la superioridad y el dominio blanco en la competición más prestigiosa del mundo. No solo por el número de trofeos que acumula el Santiago Bernabéu, los mismos que Bayern, Barça y Manchester United juntos, sino por cómo se ha dado. El Real Madrid ha demostrado un aguante sobrenatural a la derrota y una fuerza emocional que ningún equipo del planeta puede imitar. Para muestra un botón. Desde 2015, el Real Madrid ha ganado las mismas Champions que tiene el Barça en toda su historia… sin tener al mejor jugador de la historia en su equipo y habiéndose desprendido de Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos, mientras el equipo azulgrana conservaba a sus vacas sagradas. 

¿Cómo ha podido suceder esto? Cada ronda que el equipo de Carlo Ancelotti ha dejado atrás ha ido cargada de una mística que muchos han identificado como suerte porque no han sabido explicar las causas de la victoria blanca, más basadas en una comprensión mental total de la competición que en el azar. El ser humano es así. Busca lo sobrenatural y lo divino cuando es incapaz de dar con una explicación raciona a los fenómenos que le asolan. Pero lo cierto es que uno puede pasar una eliminatoria a vida o muerte por fortuna, pero no ganar una Champions League por flor. Eso es una explicación absurda. 

La realidad es que nadie entiende esta competición como el Real Madrid, encargado de destrozar relatos y escribir la historia más épica jamás contada en la ‘Orejona’. A principio de temporada, nadie daba un duro por este equipo para ser campeón. Y, sin embargo, ha acabado ganando la Champions League más difícil de la historia para cargarse a Inter de Milán (2º en Serie A), PSG (1º en la Ligue1), Chelsea (tercero en la Premier League y anterior campeón de la Champions), Manchester City (1º en la Premier League) y Liverpool (2º en la Premier League). O dicho de otro modo, ha derrotado a los equipos más poderosos del continente y ha hecho trizas a dos clubes-estado por el camino. 

Porque al Madrid, en los momentos determinantes, nunca le invade la duda en la Champions League. Cuando la pelota está en el tejado y puede caer hacia los dos lados, siempre se asoma hacia donde está la camiseta blanca. No es una cuestión de fortuna. Es otra cosa intangible, pero real. Lo explicaba Unai Emery en una entrevista concedida a ‘L’Équipe’, este año. «Guardiola me dijo una vez que equipos como el Real Madrid, por haber ganado ya la competición, reaccionan mejor ante las situaciones difíciles. La clave es gestionar la frustración«. El Madrid tiene el poder de gestionar la frustración a la perfección y de inyectar impotencia en cantidades industriales a sus rivales… como las paradas de Courtois a Mané y Salah en la final.

El penalti parado a Leo Messi en París, la presión de Benzema a Donarumma, el exterior de Luka Modric a Rodrigo contra el Chelsea, el penalti de ‘panenka’ de Karim Benzema en Manchester, los goles de Rodrygo Goes y las paradas salvadoras de Courtois. La Champions del Real Madrid encierra una colección inenarrable de momentos inolvidables… siempre acompañada de épica y remontadas imposibles. En el lado contrario, en las últimas temporadas, el Barça ha salido apaleado y por la puerta de atrás de la Champions League (y de la Europa League) a base de encajar goleadas sonoras y dolorosas. 

Un reguero de humillaciones europeas

París, Turín, Roma, Liverpool, Lisboa, Múnich, Lisboa de nuevo y el Eintracht de Frankfurt en casa. No es casualidad que, independientemente de cómo se desarrollara la eliminatoria, el Barça pereciese en Europa, siendo abrasado en todas las facetas del juego ante rivales de mayor o menor envergadura. Sin estructura táctica, con los jugadores superados en lo emocional y con sus entrenadores sin poder frenar la sangría defensiva. En otras palabras, el Barça se ha deshecho como un azucarillo sin proyectar la competitividad necesaria para aprovechar un momento histórico donde tenía todo de cara para recortar distancias con el Real Madrid. La generación dorada ha sido vapuleada sin piedad… hasta convertirse en un problema económico, deportivo y social para el club.

¿Qué le ha sucedido al conjunto azulgrana? La realidad es que al Barça le han pesado demasiado las circunstancias adversas, multiplicadas por una gestión autodestructiva, y no ha podido capear el temporal cuando las cosas no iban de cara en Europa. El tan manoseado modelo, como si de una pócima secreta para ganar que solo poseía el Barça se tratase, se ha deformado con el paso del tiempo y la resistencia a cambiar las vacas sagradas del engranaje (véase ter Stegen, Piqué, Jordi Alba o Busquets) ha mermado las aspiraciones del equipo azulgrana. 

Tras el técnico de Santpedor, poco ha importado que en el banquillo culé estuviese Luis Enrique, Ernesto Valverde o el propio Xavi Hernández. Ni que en el Real Madrid estuviese Carlo Ancelotti o Zinédine Zidane. Los motivos trascienden al entrenador y entroncan de pleno con la plantilla. Donde todo son certezas para el Real Madrid, para el Barça son incógnitas que reconcomen a los futbolistas azulgranas y provocan descalabros europeos por doquier. En la época de las remontadas blancas, al Barça se le cuentan con los dedos de las manos actuaciones así: una, la lograda contra el PSG por 6-1 donde Deniz Aytekin fue protagonista absoluto. 

Las vacas sagradas sobreviven a los desastres

Si el Real Madrid ha encajado un tanto y ha remontado en tiempo récord, el Barça se ha puesto por detrás… y ha encajado gol tras gol. Un sujeto pasivo sin reacción. El equipo azulgrana necesita controlar todos los aspectos del juego para ganar y, en caso contrario, ha sido un juguete en las manos del rival. El Barça de Pep Guardiola fue la sublimación de un estilo de juego y de un relato… que se ha ido resquebrajando con el tiempo. La herencia de Josep Maria Bartomeu es una deuda monstruosa, una plantilla veterana, cargada de traumas europeos, con sueldos desorbitados y de rendimiento más que discutido

En la época de las presiones altas asfixiantes y la técnica precisa, el ritmo de la Champions League ha pasado por encima de un Barça que buscó calmar las pulsaciones sin éxito. También de los jugadores veteranos, especialmente de Sergio Busquets y de Jordi Alba. No se libran ni Gerard Piqué ni ter Stegen. Y, sin embargo, ahí siguen. Tampoco Leo Messi, desaprovechado por una directiva que no supo cómo extraerle el mayor rendimiento posible a pesar de cubrirlo de oro con un salario disparado que le hacía el mejor pagado del mundo. La venta de Neymar Júnior y los fichajes de Ousmane Dembélé (105 millones de euros más 40 en variables), Philippe Coutinho (160 millones) y Antoine Griezmann (120 millones) han supuesto un fracaso absoluto. 

La plantilla del Barça no solo ha perdido jugadores históricos por el camino (Valdés, Puyol, Alves, Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Luis Suárez o el propio Leo Messi…), sino que los recambios (Lenglet, Semedo, Dest, Pjanic, Arthur, André Gomes, Paco Alcácer o Arda Turan) no han estado a la altura de lo esperado. Además, quienes deberían tirar del carro por veteranía, galones y formar parte de la columna vertebral del equipo, han sufrido un declive físico y una relajación competitiva alarmante al no tener relevo. Por lo tanto, se ha juntado la ineficacia de la dirección deportiva que ha llevado a la ruina al Barça junto a un descontrol económico sin escalas salariales lógicas que tampoco ha servido para recortar la distancia europea con el Real Madrid, si bien en LaLiga el dominio de Leo Messi fue muy alto. 

El panorama de 2015, cuando el Barça ganó su última Champions League, no se parece en nada al actual. El Real Madrid tiene unas cuentas saneadas, el mejor estadio del mundo, una plantilla veterana que mezcla experiencia a raudales con jóvenes que disimulan no haber jugado nunca una final de Champions League y un doblete histórico. El Barça tiene un futuro económico aterrador, un estadio con evidentes síntomas de agotamiento, una plantilla con buques destartalados y jóvenes ambiciosos que deberán ganar jerarquía y su rival, cuatro Champions League más que por entonces.

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