Donald Trump y el presidente electo Joe Biden mantendrán un nuevo duelo a distancia el lunes, cuando volarán al estado de Georgia para apoyar a sus respectivos candidatos en la víspera de dos balotajes que decidirán la suerte del Senado y de la legislatura en los próximos dos años, hasta las próximas elecciones de medio término.
Si los republicanos perdieran ambas contiendas, los partidos terminarían con 50 escaños cada uno y la vicepresidenta electa, Kamala Harris -también en Georgia el domingo-, inclinaría la balanza: un escenario que entregaría todo el Congreso a los demócratas, allanando el camino a la agenda de Biden.
Lo que dificulta la misión del Grand Old Party es el propio presidente, que está prendiendo fuego al partido, obligándolo a abrazar su línea sin reservas o a sufrir sus flechas.
Esta actitud puede minar la afluencia de los republicanos a las urnas definiendo como «ilegales y no válidas» las elecciones en Georgia, «incluidos ambos balotajes».
En tanto, los demócratas se ven favorecidos por una votación anticipada que ya superó los tres millones de electores y están presionando con fuerza para movilizar el voto afroamericano, que favoreció a Biden en noviembre pasado.
Trump atacó al Senado controlado por los republicanos por levantar el veto presidencial a la ley de defensa. Y a su poderoso líder, Mitch McConnell, por bloquear su solicitud de entregar un cheque anti-Covid de 2.000 dólares a los estadounidenses, lo que habría dividido al partido.
Este último enfrentamiento está siendo aprovechado por los demócratas, muy hábilmente, en la campaña en Georgia: acusan a los rivales de haber negado ayudas más sustanciosas a los propios conciudadanos. Mientras tanto, los candidatos intercambian flechas envenenadas, entre acusaciones de coqueteo con el Ku Klux Klan, con Karl Marx y Fidel Castro, mientras uno de ellos, el senador republicano saliente David Perdue, se ve obligado a realizar una cuarentena por el Covid-19 en la recta final de la campaña y no podrá participar en el mitin de Trump. Por su parte, el magnate continúa dividiendo al partido.
Atacó nuevamente al gobernador republicano de Georgia, Brian Kemp, por no haber cambiado el resultado de las elecciones en su estado y alentó a la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, a desafiar en las primarias al senador John Thune, quien se opone a la revocación del voto del colegio electoral, cuando el 6 de enero el Congreso tendrá que ratificarlo.
Para Trump aquello será una verdadera prueba de fidelidad, que sin embargo puede desgarrar al partido: por ahora, hay 11 senadores de 52 y 140 diputados de 195 dispuestos a protestar la victoria de Biden en las presidenciales, si bien la maniobra es imposible sin el consenso de ambas ramas del parlamento, donde la Cámara de Diputados está controlada por los demócratas.
Se esfuma, además, el intento de golpe de Estado de Mike Pence, quien presidirá el Congreso. De hecho, un juez federal de Texas rechazó la acción legal de algunos diputados republicanos para ampliar los poderes del vicepresidente y obligarlo a revocar los votos del colegio electoral.
El mismo Pence estaba en contra. Pero ese día, el 6 de enero, el «pirómano» Trump intentará encender la mecha incluso afuera de Capitol Hill, llevando a miles de fans para una manifestación que, prometió, será «salvaje».
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Con información de ANSA