Los escándalos de corrupción, los casos Saca, Funes y los que faltan, están llevando al final una fábrica en El Salvador, y no hablamos de la inexistente fábrica de trabajo.
Se trata de la fábrica de ilusiones y grandes desilusiones, fundada por una Derecha “Social” que repudió sus ideologías propias para permitirse hacer cualquier cosa, y un Socialismo del Siglo XXI que no entendió que en El Salvador se vive en democracia.
Es terrible como todo el país está cayendo dentro de sendas bolsas negras de basura, como en algún momento salieron «puñados» de dineros de un banco bajo control estatal.
El resultado de esta fábrica ha sido odios, divisiones, fracasos en lo económico, ausencia de transparencia, alineamiento con dictaduras y la más asquerosa y cínica corrupción. Y el resultado de esto ha sido que el Estado no ha cumplido con sus obligaciones y la pobreza de las personas ha aumentado; pero más ha aumentado la riqueza de quienes debían de cuidar por el país y su sanidad económica y social.
Bajo banderas de sociedades más justas, que pregonaban que había que romper con las ideologías y la polarización política, que había que empoderar a los pobres, que se debía luchar contra la corrupción, que ahora todo sería diferente, que viene el cambio, que continuemos con el cambio, etc., los populistas de derecha y los socialistas del Siglo XXI han arrasado con casi todo un continente, y El Salvador no es la excepción.
Todas las promesas se convirtieron en injusticia, corrupción, ineficiencia, populismo y demagogia, llegando hasta reelecciones, dictaduras y represión.
Se han visto frustradas las esperanzas de grandes sectores y la sociedad salvadoreña ya no cree en la clase política, esto a pesar que no toda la clase política se involucró en la aventura destructora de países.
Ahora, hay esperanza de resolver esto, aunque sea de forma parcial, varios países han comenzado a hacerlo. Sin embargo, el problema fundamental es que, para hacer política se necesitan políticos y estos, deben saber endulzar el oído a los votantes, ya que estos eligen a los que mejor hablan, no a quienes hablan con la verdad.
Los votantes eligen a los que mejor los engañan.
Si queremos rescatar a El Salvador, debemos comenzar por escuchar a quienes hablan con la verdad y con responsabilidad, a los que no nos engañan, a pesar que no nos digan lo que queremos escuchar.
Si las cosas se continúan haciendo de la misma manera, la fábrica de desilusiones de hará más robusta y continuará trabajando para entregar a El Salvador sus productos, sus malos productos.