La invasión de Ucrania ordenada el miércoles por Vladimir Putin no debe sorprender a nadie porque el dictador ruso nunca ocultó su deseo de integrar a ese país al suyo. La invasión y anexión de Crimea, en 2014, fue el primer paso para recuperar un territorio que para él y muchos de sus compatriotas ha sido siempre parte de Rusia.
Para entender a Putin es conveniente leer lo que el exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger escribió en The Washington Post el 4 de marzo de 2014, pocos días después de que las tropas rusas invadieran la península:
“Occidente debe entender que, para Rusia, Ucrania nunca puede ser solo un país extranjero. La historia rusa comenzó en lo que se llamó la Rus de Kiev. La religión rusa se extendió desde allí. Ucrania ha sido parte de Rusia durante siglos, y sus historias estaban entrelazadas antes de entonces. Algunas de las batallas más importantes por la libertad rusa, comenzando con la Batalla de Poltava en 1709, se libraron en suelo ucraniano. La Flota del Mar Negro, el medio de Rusia para proyectar el poder en el Mediterráneo, se basa en Sebastopol, en Crimea. Incluso disidentes tan famosos como Aleksandr Solzhenitsyn y Joseph Brodsky insistieron en que Ucrania era una parte integral de la historia rusa y, de hecho, de Rusia.
“La parte occidental se incorporó a la Unión Soviética en 1939, cuando Stalin y Hitler se repartieron el botín. Crimea, cuyo 60% de la población es rusa, se convirtió en parte de Ucrania solo en 1954, cuando Nikita Khrushchev, un ucraniano de nacimiento, lo otorgó como parte de la celebración de los 300 años de un acuerdo ruso con los cosacos. Occidente es en gran parte católico; el Este en gran parte ortodoxo ruso. Occidente habla ucraniano; el Este habla principalmente ruso. Cualquier intento de un ala de Ucrania de dominar a la otra, como ha sido el patrón, conduciría eventualmente a una guerra civil o a la ruptura.
“Ucrania ha sido independiente durante sólo 23 años; anteriormente había estado bajo algún tipo de dominio extranjero desde el siglo 14”.
Kissinger añadió que “La política de Ucrania posterior a la independencia demuestra claramente que la raíz del problema radica en los esfuerzos de los políticos ucranianos para imponer su voluntad en partes recalcitrantes del país, primero por una facción, luego por la otra. Representan las dos alas de Ucrania y no han estado dispuestos a compartir el poder. Debemos buscar la reconciliación, no la dominación de una facción”.
Esta falta de reconciliación fue notoria cuando en febrero de 2014 fue derrocado el presidente prorruso Viktor Yanukovich por sus opositores proeuropeos.
La caída de Yanukovich fue el pretexto que esgrimió Putin para invadir Crimea, supuestamente para proteger a la mayoría de sus habitantes, que son rusos o de origen ruso.
A raíz de la anexión de Crimea, los países miembros de la OTAN, de la Unión Europea y del G7 impusieron sanciones económicas al gobierno, empresas, bancos y oligarcas rusos que si bien dañaron a la economía rusa, no desanimaron a Putin, quien aparentemente está a un paso de instalar a un gobierno prorruso en Ucrania que tal vez después pida que el país sea parte de Rusia.
Las nuevas sanciones contra Rusia tampoco desanimarán esta vez al zar ruso.