Pese a que la mayoría ha dispuesto escoger una forma de vida diferente y muy distinta a la que escogió hace nueve años, la dirigencia política se niega a aceptar esa decisión y ofrece una resistencia callejera, violenta para mantener una forma de vida a la fuerza, a la que una mayoría debe someterse.
Algún nivel de preocupación causa en sectores de la población escuchar a dirigentes políticos de izquierda que se suponen “pensantes”, declarando que en caso de que se hagan realidad las proyecciones sobre las preferencias electorales del 4 de marzo en las cuales se perfila claramente un rechazo al decepcionante “cambio” ofrecido por el FMLN en sus programas políticos para gobernar nuestro país, seguido de los movimientos cosméticos en el gabinete de gobierno, que lejos de asegurar cambios de políticas reales en las políticas hacia los ciudadanos, consolidan los resultados de cambios totales, -tal como ha sucedido en Chile- con su regresión a las políticas de derecha, que rescatan los valores propios del ser humano en las proyecciones de supervivencia digna y autónoma.
El partido de gobierno da señales de que lejos de dar un giro hacia el bienestar de las grandes mayorías, continuará con su trayectoria de favorecer a determinadas personas y sus familias (tradicional nepotismo) abandonando a su suerte a las grandes mayorías que a diario sufren las inclemencias en los hospitales las deficiencias de la falta de medicinas, camas, y demás implementos que causan dolor y muerte en las personas de los sectores mas necesitados y sufridos de nuestra población.
La educación, ese otro gran elemento básico para el país salga del permanente estado de calamidad, al igual que la endeble seguridad, pese a las fuertes cantidades asignadas para tales rubros. Lo grave de esta situación es, -entre otras muchas cosas- el irrespeto a las normas internacionales con las que se rigen los países civilizados, en los cuales, la población se somete voluntariamente a lo que dispone la mayoría.
En nuestro país, lamentablemente no es asi: Pese a que la mayoría ha dispuesto escoger una forma de vida diferente y muy distinta a la que escogió hace nueve años, la dirigencia política se niega a aceptar esa decisión y ofrece una resistencia callejera, violenta para mantener una forma de vida a la fuerza, a la que una mayoría debe someterse, les guste o no, como dijo el prepotente ex gobernante ahora auto exilado por temor a recibir un ajuste de cuentas de su proceder en el pasado.
La historia se escribe lentamente, pero en forma repetitiva. A la democracia, le sigue la demagogia, y a esta la dictadura para rescatar el orden, y nuestro país no ha de ser la excepción, y el ciclo se repite, hasta que los pueblos a fuerza de lecciones aprenden su lección.
Si hacemos memoria, venimos de una relativa dictadura militar, seguida de una guerra civil desgastante y destructiva, que desemboco en una relativa democracia que a la larga trajo gobiernos democráticos, ahora degenerándose en demagógicos, que pretenden amenazar con una ilegítima lucha de calle, que podría eventualmente acarrear una dictadura, -de derecha o de izquierda-, que tendrá que imponer el orden, a costa de fuerza, y someter al ciudadano a reglas poco democráticas.
Según algunos observadores políticos, el partido de gobierno tiene dos caminos: O realiza los cambios necesarios combatiendo verdaderamente la corrupción, para lo cual tiene un año por delante, o continúa en su autoengaño creyendo que la población está contenta con su forma de gobierno, y que en 2019 le confiará otro periodo de cinco años para que conduzca el ejecutivo, y continúe protegiendo a quienes se enriquecen con los dineros ajenos.
El campanazo del 4 de marzo ha sonado para todos los políticos del país. El TSE, ha demostrado una ineficiencia superlativa que pone en peligro la credibilidad del sistema electoral, y ahora pretende rescatar dicha credibilidad con una demanda a la empresa contratada para desarrollar el evento electoral, cosa que vemos de difícil recuperación. Líderes de varios partidos políticos que han accedido a cargos de importancia, pero arrastran un pasado que denigra a todo un sistema político nacional. Eso hay que superarlo.