El próximo domingo 4 de febrero, el «rey filósofo» Nayib Bukele -como se autodenomina actualmente en la red social X- será coronado para un segundo mandato en El Salvador. Todas las encuestas le vaticinan una amplia ventaja de los votos en las elecciones presidenciales.
A Bukele, que es un fenómeno político, se le ama o se le odia, nadie en El Salvador va a responder «más o menos» al ser preguntado por él. El irreverente mandatario goza de mofarse de sus opositores siempre que tiene la oportunidad y lo hace utilizando X, antes conocido como Twitter, donde publicó durante una visita a las Naciones Unidas que era «el dictador mas cool del mundo-mundial».
De acuerdo a algunos ex compañeros de escuela, Nayib Bukele nunca destaco académicamente y fue incapaz de coronar una carrera universitaria, sin embargo ha demostrado su «genialidad» al escoger a sus amigos, empleados y lacayos, pues debido a esto logró alcanzar la mayor magistratura del país y «nadie tonto llega a ser presidente», acostumbra a decir mi padre.
Si bien el mandatario rendía declaraciones hace poco tiempo con respecto a que la reelección no se podía dar en El Salvador ya que la Constitución de la República no lo permite, en al menos seis artículos, Bukele consiguió un fallo favorable, de una Corte Suprema de Justicia impuesta por sus diputados lacayos, para poder reelegirse y el miércoles su vice presidente, Félix Ulloa confirmo en una entrevista periodística que, con respecto a una repetición permanente en la Presidencia, “Si cambia la Constitución y él quiere hacerlo y la Constitución se la habilita, supongo que estará habilitado”.
Bukele ganó la Presidencia en 2019 y en 2021 dominó la Asamblea Legislativa, destrozando el sistema bipartidista y, a través de elecciones de segundo grado dominó la Fiscalía y la Corte Suprema. El sistema democrático de equilibrio de poderes se derrumbó como un castillo de naipes, porque las promesas de la democracia nunca trajeron paz ni prosperidad para la mayoría, así que, fuera quien fuese que llegara, la tenía relativamente fácil.
Gracias a un poderoso aparato publicitario, Bukele controla todos los poderes del Estado y, sobre todo, la narrativa. Lo ha logrado hasta tal punto que muy pocos conocen a los demás candidatos que están en la boleta. Los aspirantes Manuel Flores (FMLN), Joel Sánchez (ARENA), Luis Parada (Nuestro Tiempo), José Renderos (Fuerza Solidaria) y Mariana Murillo (Fraternidad Patriota Salvadoreña) parecen fantasmas: suman apenas 12 por ciento de intención de voto.
La popularidad del presidente y de sus lacayos en el Congreso es que logró detener las pandillas que aterrorizaban al país. Los delincuentes traficaban con drogas, extorsionaban a los comerciantes, reclutaban a adolescentes y violaban a niñas; huir del país era la única salida para familias enteras extorsionadas y acosadas por el crimen organizado. Los barrios y colonias de grandes ciudades y pequeños pueblos estaban divididos como feudos medievales. Si alguien vivía en un barrio controlado por la llamada Mara Dieciocho, la fatídica M-18, no podía visitar a su tía en el distrito vecino, donde gobernaba la Mara Salvatrucha. Los halcones de las pandillas pedían documentos de identidad. Quien no obedecía, en el mejor de los casos se llevaba una paliza.
Según investigaciones de toda credibilidad, Bukele inició su primer administración haciendo tratos con los criminales de las pandillas, lo que venía haciendo desde que detentó las alcaldías de Nuevo Cuscatlán y San Salvador, pero en 2022 el pacto se rompió y las bandas desataron una oleada de asesinatos.
Bukele, ni lento ni perezoso, aprovechó el momento. «Carpe diem» es la exhortación a aprovechar el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo; Bukele y sus consejeros lo entendieron y al tener bajo su puño todos los órganos del Estado, hizo una jugada maestra que le permitió perseguir y atrapar a los temibles «mareros», aún nadie entiende cómo, pero lo hizo, algo que los gobiernos de ARENA y el FMLN no se atrevieron a hacer, ya sea por miedo o por intereses involucrados.
La jugada fue tan buena, que es de lo único que la administración Bukele se puede jactar, pues toda la obra de infraestructura que ha realizado, se la dejó «cocinada» el gobierno anterior.
Pero fue suficiente que, unida a una salvaje y multimillonaria campaña de propaganda y desprestigio a sus opositores, la presidencia de Bukele se ganara a la mayoría de salvadoreños, que se olvidaron de sus problemas económicos, la carencia de salud por falta de medicinas, tratamiento y aún médicos del sistema, la precariedad y el abandono de las escuelas y hasta de la Universidad Nacional y su bienestar en general.
Pero, como buen jugador, Bukele tenía aún varias cartas bajo la manga, varias «trampas». El haber manipulado a la Sala de lo Constitucional para que traicionara la Constitución y lograr el permiso «legal» para repetirse sólo era la primera parte de una maraña de acciones que debilitará por siempre a la República.
Los lacayos de Bukele en la Asamblea Legislativa modificaron una ley que prohibía cambios a las reglas electorales cerca de la elecciones, las cambiaron de un plumazo. Luego, ante el fracaso de los alcaldes de Nuevas Ideas en todo el país, cambiaron las alcaldías tradicionales de 262 a 40, cero que las 40 donde el oficialismo tiene ventaja sobre la oposición y finalmente, redujeron la cantidad de diputados a 60 de 84, cambiando la fórmula para contar los votos a favor del oficialismo.
Olvidaba un par de cosas.
La deuda electoral es una cantidad de dinero que se debe entregar a los partidos políticos por voto recibido en la elección anterior y puede incluir un avance de la siguiente elección, esto para garantizar que los partido políticos puedan ofrecer su oferta a los votantes de manera equilibrada. Nuevas Ideas si la recibió, por supuesto, la oposición no!
Finalmente, el Estado ha realizado una campaña mediática multimillonaria exaltando a su líder. Aún en el llamado «silencio electoral», que permite a los votantes pensar su voto sin influencia de nadie, se ha verificado una fuerte campaña en todos los medios televisivos y una «activación de marca» violenta y abusiva a favor de Nayib Bukele y Nuevas Ideas.
Así, con trampa, cualquiera!!!!
El caso del «Crook» y lo que suceda en la Corte de Nueva York, lo dejamos para otro día……..