Las voces que piden a gritos una renovación en el partido de Angela Merkel y sobre todo un plan de sucesión de la eterna canciller, han terminado por hacer mella. AKK, también conocida como Annegret Kramp-Karrenbauer, y la persona a la que se considera con más posibilidades para suceder a Merkel ha sido propuesta por la propia canciller como secretaria general de la Unión Cristianodemócrata (CDU), según confirmaron ambas en una conferenciad e prensa conjunta en Berlín.
Merkel aseguró que su propuesta cuenta con una “gran apoyo” dentro del partido. Kramp-Karrenbauer explicó que acepta el reto que le propone la canciller en “uno de los momentos políticos más difíciles de la historia de la República Federal alemana” y prometió lanzar un debate en profundidad sobre el programa del partido “desde la base hacia la cúpula”.
Kramp-Karrenbauer es una política de 55 años, considerada eficiente, discreta y centrista, a la que la prensa alemana ha bautizado como “mini Merkel”. El año pasado frenó con una victoria regional en el pequeño Estado del Sarre (sur de Alemania) donde gobierna, el llamado efecto Schulz que catapultó al partido socialdemócrtata. Traerla hasta Berlín se interpreta en los círculos políticos de la capital como el movimiento que marca el inicio de la futura sucesión de la canciller. Su nombramiento debe ser aún aprobado en el congreso de la CDU que está previsto que se celebre el próximo lunes, para votar también el acuerdo de gran coalición con los socialdemócratas.
Por eso, el que a primera vista podría parecer un nombramiento más dentro del aparato de un partido, es uno cargado de significado y de intención política, en un momento clave para el centro-derecha alemán. Merkel ganó las elecciones el pasado septiembre y está previsto que gobierne un cuarto mandato, después de doce años en el poder. Pero la sangría de votos que sufrió la CDU en las elecciones, pese a resultar el partido ganador, intensificó las habituales críticas a la canciller procedentes de sus propias filas. A Merkel la acusan de escorar el partido hacia el centro y de vaciar de contenido la formación conservadora, que ha visto cómo casi un millón de sus votantes ha emigrado a la extrema derecha.
Ha terminado de tensar la cuerda que une a un partido tradicionalmente disciplinado, la negociación para formar una nueva gran coalición con los socialdemócratas (SPD) hace doce días. Merkel cedió toneladas de poder y los principales ministerios a los socios minoritarios (el SPD) para lograr que el acuerdo de Gobierno saliera adelante, tras cuatro meses y medio de parálisis política en Berlín. Las circunstancias no han sido sin embargo atenuante para las voces críticas, que en el partido piden renovación de caras y de contenido y un plan de sucesión.
Kramp-Karrenbauer cuenta con amplio apoyo dentro del partido, pero aún así, su nombramiento corre el peligro de irritar al ala más conservadora del partido, que cuenta también con candidatos a puestos de responsabilidad en la esperada transición del mayor partido alemán. Está previsto que Merkel haga pública una lista de los candidatos a futuros ministros en el próximo Ejecutivo de coalición. El nuevo Gobierno debería ver la luz antes de Semana Santa, siempre y cuando los militantes del SPD den su visto bueno en una consulta vinculante cuyo resultado se dará a conocer el 4 de marzo. De figurar en esa lista de ministrables algún representante del ala más derechista de la CDU, como por ejemplo Jens Spahn, los ánimos dentro del partido podrían por fin apaciguarse. Si no, el congreso del próximo lunes podría derivar en catarsis.