Cuando vemos a un minúsculo chihuahua con ropa de diseñador siendo llevado en la cartera por su dueña o a un majestuoso lebrel afgano cuyo pelaje sedoso necesita un turno semanal en la peluquería, cuesta recordar que, hace no tanto tiempo, los perros solían ser un tipo muy distinto de animal.
¿Cómo terminó “el mejor amigo del hombre” tan alejado de su temible ancestro, el lobo gris? ¿De qué manera fue cambiando la relación entre los humanos y los animales a fuerza de domesticación? ¿Y qué pasa con la concepción que tenemos de lo que es un animal y los derechos que tienen como “seres sintientes”, es decir, con capacidad de conciencia y de sentir dolor y alegría?
En Revolución animal, la escritora y periodista argentina Jimena Barrionuevo reúne historias de perros, gatos y otros animales “que viven con y entre nosotros” para trazar el recorrido de las “mascotas” -término que, según sostiene, “ha caído en desuso debido a la asimetría que propone”-, desde los primeros intentos de domesticación hasta el rol fundamental que cumplen hoy en día dentro de las “familias multiespecie”.
De todos modos, a pesar del gran cambio cultural que se ha producido, los animales todavía siguen siendo víctimas de maltrato, abuso y tráfico ilegal. En Revolución animal, editado por Tendencias, Jimena Barrionuevo nos invita a reflexionar sobre el impacto de nuestras acciones y a pensar nuevas formas de conexión, más empáticas y auténticas, con quienes compartimos el planeta que habitamos.
“Revolución animal” (fragmento)
«Revolución animal», de Jimena Barrionuevo, editado por Tendencias.
Puentes peludos
“Los ojos de un animal tienen el poder de hablar un gran lenguaje”, Martin Buber
Peggy camina por la vereda del barrio de Núñez con una serenidad que llama la atención. Su pequeño porte y sus cuatro kilos de peso no son impedimento para que grandes y chicos volteen a verla y quieran acercarse a acariciarla. Unida por la correa con su tutora, aguarda que ella le habilite, a través de un gesto, la posibilidad de sentarse en su falda mientras disfruta de un té en uno de los bares pet friendly de la zona. Con la paciencia de la araña, espera sin prisa hasta que la mujer termina de beber la infusión, paga la cuenta y se levanta para continuar el paseo.
La pequeña perrita sabe que es hora de su paseo, en el que podrá caminar tranquila, olfatear árboles, veredas y a otros animales, y hacer, además, sus necesidades. Fueron años de dedicación y entendimiento mutuo los que llevaron a ese vínculo tan precioso que ambas supieron construir. Por eso, y gracias a esa conexión, hoy Peggy puede asistir a escuelas, sesiones de terapia, consultorios médicos, hospitales y un sinfín de actividades que la tienen como facilitadora de terapias especiales.
Mercedes Iacoviello está formada en gestión pública y realizó su maestría en una localidad cercana a Chicago. Corría la década de 1990 y fue en ese contexto que entabló un vínculo especial con el perro de unos colegas de su marido, quien también estaba cursando sus estudios de grado en Estados Unidos. Aunque desde pequeña ama los animales y en diferentes ocasiones supo transitar patos y conejos, fue con ese perro Red que estableció una conexión especial. «Íbamos al campo, paseábamos, pasaba mucho tiempo con el animal, incluso nos acompañaba a reuniones y eventos sociales. Lo tuve de prestado y me enamoré de la idea de sumar un perro a mi familia».
De regreso en Buenos Aires, se formó como adiestradora en la Universidad de Buenos Aires, adoptó un perro, luego otro y armó junto a su hermana una propuesta para el colegio de su hijo en la que los chicos disfrutaran del contacto con los animales. «Nos dimos cuenta de que los chicos no solo prestaban atención a la destreza o habilidad del perro que en ese momento nos acompañaba —sentarse, dar la patita, buscar un objeto determinado—, sino que querían saber cómo era posible que existiera un entendimiento entre humanos y perros. Y así nació el proyecto educativo de habilidades caninas al que luego bautizamos Salta Violeta». Habían dado comienzo, aún sin saberlo, a lo que más tarde se llamarían intervenciones asistidas con animales.
Iacoviello asegura que, a través de milenios de convivencia, los perros han aprendido a leer y decodificar el lenguaje, la gestualidad y la corporalidad de los humanos. Y la relación funciona en el sentido inverso también, cuando hay interés del otro lado, desde luego. En la comunicación, la experta entiende que es responsabilidad del humano que todo juegue a favor del bienestar del perro y que sea en pos de su felicidad. Esto incluye cuestiones que, al igual que sucede con los chicos, muchas veces no son del todo agradables para ese perro. Por ejemplo, ir al veterinario, tener que habituarse a caminar con correa, respetar las normas de la casa en la que vive.
La lectura mutua y la conexión humano-perro dio un salto cualitativo con la llegada de nuevas metodologías y formas de acercamiento para que el animal comprendiera y pusiera en acción una serie de comandos. Especialmente sucedió cuando comenzaron a popularizarse los deportes con perros —canicross, bikejoring, agility, entre otros— y la difusión del Do as I do («hazlo como yo») de la italiana Claudia Fugazza, investigadora del Departamento de Etología de la Universidad de Eötvös Loránd, en Budapest. El protocolo de trabajo utiliza el complejo proceso cognitivo y social de la imitación para enseñar al perro, y esto significa que el perro aprende imitando lo que hace su guía humano.
Los premios podrían ser mucho más útiles a la hora de adiestrar perros que los castigos.
No es una novedad que los perros y los gatos forman parte, desde hace ya varias décadas, de las sesiones que profesionales de las áreas de psicología, educación y terapia física u ocupacional realizan con sus pacientes. Su función, en todos los casos, es actuar a modo de puente entre quien facilita la terapia y quien se beneficia de ella. Son prácticas llamadas «intervenciones asistidas con animales» y su uso se ha tornado cada vez más frecuente en diferentes ámbitos.
Encuentros grupales y hasta multitudinarios o reuniones individuales para atender necesidades especiales, pero también espacios abiertos a niños y adultos mayores: son muchas las situaciones en las que los perros y los gatos pueden hacer su aporte.
Pero ¿qué es lo que hace puntualmente un perro en uno de estos encuentros? Lo primero que aclara Mercedes Iacoviello, que además de adiestradora canina es evaluadora internacional de Pet Partners, es que la simple presencia del animal en un entorno donde no se lo suele ver habitualmente descontractura y produce curiosidad. En la misma línea, esa visita, especialmente cuando se da en hospitales, residencias de adultos mayores o espacios vinculados con la salud, mejora el ánimo tanto de los pacientes como de los que allí trabajan.
En el ámbito educativo, muchos profesores y maestros incorporan perros en sus clases para alcanzar determinados objetivos de aprendizaje. Por ejemplo, durante una actividad, un perro puede ayudar a los niños a responder un interrogante señalando con su pata u hocico algo específico, acercar elementos de uso común o celebrar los logros con alguna destreza vistosa como dar la pata, hacer una vuelta o saltar sobre sus extremidades traseras.
Sin embargo, este tipo de tareas no están destinadas a cualquier perro. Entre los desafíos que debe enfrentar el elegido para acompañar en estas actividades, se encuentran, por ejemplo, entrar en aulas o lugares llenos de chicos que gritan y se muestran entusiasmados, andar en espacios reducidos y caminar entre sillas de ruedas, camillas o pacientes delicados. Por eso, su carácter debe estar entrenado para que en ningún momento sienta miedo, inseguridad, o manifieste agresión por temor, y se mantenga siempre tranquilo al lado de su guía, quien lo dirigirá mientras dure la tarea.
¿Y cómo se sabe si un perro está listo para ser introducido en alguno de estos ámbitos? Existen una serie de estándares internacionales que brindan pautas para conocer cómo se desenvolverá el animal. Entre otros requisitos, se exige que se evalúen la conducta y el temperamento del perro, además de la capacidad y la habilidad de quien lo guiará. Esa evaluación consiste en simular situaciones que reproduzcan de la forma más fiel posible lo que luego será una intervención asistida real.
Ese fue el trabajo que precisamente realizó la experta en terapias asistidas con perros Carolina Marcó del Pont tanto con Fauna como con Ewok, dos perras rescatadas en diferentes momentos en el partido de Boulogne, en la provincia de Buenos Aires. Caminatas con correas cortas y largas, solas o en manada, entrenamiento en el agua, juegos de olfato y habituación a diferentes estímulos fueron parte de las horas dedicadas a mejorar la calidad de vida de la perra y a reforzar el vínculo con su humana responsable.
¿Cómo se entrena a un animal para que cumpla un trabajo determinado?
Del Pont integra un grupo interdisciplinario muy original. Formado por expertos en educación canina, humana y profesionales de la salud que atienden a personas con diferentes necesidades, cuenta, entre sus miembros, con perros que facilitan el vínculo y estimulan el interés por la actividad propuesta. Los animales están entrenados en obediencia básica —ven, siéntate, quieto, abajo y vamos— y conocen al pie de la letra las consignas que su guía les da. Pero siempre conservan su esencia de perros, algo que Del Pont resalta como primordial a la hora de trabajar con animales.
Por ejemplo, Fauna es la candidata ideal cuando se trata de trabajar con personas con autismo, miedo a los animales o problemas de conducta. ¿Qué tiene de especial Fauna que la eligen para estas intervenciones? Una mirada que transmite calma y una actitud muy tranquila ante diferentes situaciones. Esa tranquilidad es sumamente conveniente cuando se necesita trabajar en el piso y el perro debe mantenerse quieto por largos períodos de tiempo. También es la indicada para hacer paseos en los que el ritmo sea lento y sin prisa y para que pierdan el miedo los que se asustan con la presencia de perros, ya que ella jamás invade el espacio y respeta los tiempos del otro para que se produzca un acercamiento.
La perra disfruta de su tarea. Y lo hace saber. En cuanto Carolina se dispone a preparar todo lo necesario para emprender la partida, ella se sienta a esperar a que la equipe con su uniforme: el chaleco reglamentario que indica que es una perra de terapia. Mueve la cola y no pierde de vista ningún movimiento de su guía. Tan fuerte es el vínculo que generaron que en el círculo cercano muchos bromean con la existencia de una correa invisible que no las deja separarse vayan donde vayan.
Las terapias asistidas no se reservan a los perros. En Argentina, María José Piacenza —coach ontológico, especializada en familia y discapacidad— y Carolina Vitta —acompañante terapéutica y arteterapeuta— crearon Gatos en Actividades Asistidas Terapéuticas Oficial Buenos Aires, GAATOBA.
A las socias —capacitadas en terapias asistidas con animales, en el comportamiento de los gatos y en felinotecnia— se sumaron una psicóloga y un biólogo formado en etología, sanidad y bienestar animal. Sin embargo, fue la experiencia personal de Piacenza lo que finalmente dio forma al grupo que hoy es conocido en todo el país.
Lauri, la hija adolescente de Piacenza, tiene síndrome de Down, y durante la pandemia, como muchos, se vio afectada por el encierro, la falta de actividades sociales y algunos altibajos emocionales que preocuparon a su madre. La mujer hizo todo lo que estaba a su alcance para ayudarla. Pero no fue hasta la aparición de un gatito que las cosas comenzaron a mejorar.
Quién es Jimena Barrionuevo
♦ Es escritora, periodista y comunicadora.
♦ Estudió Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires y se especializó en periodismo ambiental y en la vida de los animales como sujetos de derecho.
♦ Ha escrito para los diarios Clarín, La Nación y Perfil, así como en las revistas Ser Padres Hoy y Women’s Health, entre otros medios.
♦ Revolución animal es su primer libro.
Con información de Infobae