Las acciones de desestabilización de los sistemas y gobiernos democráticos en Colombia, Argentina, Perú, Ecuador y ahora en Chile, son parte de la ofensiva del castrochavismo dirigido por Cuba e integrado con Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Acciones premeditadas, que con todas sus capacidades criminales operan para desestabilizar y terminar con los liderazgos democráticos de quienes vinieron señalando sus delitos, pero no tuvieron la decisión de ponerles fin. La ofensiva del castrochavismo hace imperativo que -en defensa propia y no por interés ajeno o solidaridad- las democracias de las Américas se unan para considerar el final del oprobio dictatorial en la región.
Los errores en política se pagan rápida y costosamente y el mayor error es “equivocarse en la identificación del adversario” o teniéndolo identificado no actuar en consecuencia. Parecería que la extendida propaganda de señalar como “teorías conspirativas” a las pruebas que muestran a Cuba como el centro de desestabilización, de crimen organizado, de amenaza para la paz y seguridad de las Américas y jefe de las dictaduras que instaló en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, tuviera efecto en destacados estadistas, presidentes, ministros, analistas y personal de seguridad nacional de países democráticos.
Las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua han demostrado que son un grupo dispuesto a cometer todos los crímenes necesarios para permanecer indefinidamente en el poder, aplicando las técnicas actualizadas de la dictadura de Cuba. Las cuatro dictaduras están en crisis terminales, no tienen viabilidad económica ni financiera, están identificadas como narcoestados vinculados al terrorismo, violan a diario los derechos humanos para detentar el poder, la resistencia interna es creciente y las presiones internacionales importantes, por lo que aplicando las “probadas técnicas castristas” deben atacar a quienes consideran sus enemigos.
A la frase “Venezuela no es Cuba”, le siguió la frase “Nicaragua no es Venezuela”, aún se escucha “Bolivia no es Venezuela” y “Colombia no es Cuba”, “Argentina no es Venezuela”, “Ecuador no es…” y en Chile no había una negación de este tipo porque ni se imaginaba lo que ahora está pasando.
La agresión contra las democracias de las Américas es cuestión de sobrevivencia para el castrochavismo, ya que el statu quo actual solo conduce a la muerte lenta de las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, por lo que necesitan terminar con los líderes que los señalan, los presionan y que -aunque cometan el grave error de no hacer mucho para apurar el final de las dictaduras- son una amenaza porque no colaboran y no los encubren. Por eso son sus enemigos Duque, Uribe, Macri, Moreno, Piñera, Bolsonaro, Abdo Benitez, Trump y otros que continúan tratando como dignatarios a los Castro/Diaz Canel, Maduro, Morales y Ortega cuando son los jefes del grupo criminal que se ha propuesto eliminarlos.
En el estado terminal de debilidad que tiene el castrochavismo, parece repetir la estrategia del nazismo a fines de la segunda guerra mundial de la “ofensiva de las Ardenas” con la que frenaron y casi derrotaron a los aliados. Una acción masiva, sorpresiva y extraordinariamente violenta, desesperada pero bien planificada, en una situación de debilidad terminal, con la intención de derrotar al enemigo para estabilizar el frente y negociar. El nazismo fue derrotado en las Ardenas por la fiera resistencia aliada y operaciones que permitieron agotar la logística y líneas de suministro nazis, para luego seguir hasta el final de esa oprobiosa dictadura.
No es posible ni recomendable pactar con el crimen porque es violar la ley, subvertir el orden público y sembrar la propia derrota, no hay manera de negociar con el castrochavismo porque la negociación es solo el mecanismo de obtener ventajas para continuar delinquiendo que tienen estas dictaduras. Acciones políticas y económicas efectivas del conjunto de democracias contra las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, pueden evitar mas violencia y el uso de la fuerza (al que las democracias ya han sido arrastradas defensivamente y en sus propios territorios).
La ofensiva general del castrochavismo contra las democracias es una operación de un grupo debilitado, pero se sostendrá y continuará si las democracias no consideran el imperativo de que o ponen fin a las dictaduras o continuaran pagando las consecuencias. Mientras tanto la pregunta permanece: quien sigue?
*El autor es abogado y politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy