Guatemala condenó el martes el ingreso de China como observador permanente del Parlamento Centroamericano (Parlacen), lo que motivó el lunes la expulsión de Taiwán del organismo regional.
Guatemala «condena categóricamente la votación que admite el ingreso de la República Popular China como Observador Permanente, y la consecuente expulsión de la República de China (Taiwán) de ese órgano», asegura un comunicado difundido por la Cancillería del país centroamericano.
La decisión del foro político de admitir a China fue aprobada este lunes en Managua y respaldada por Nicaragua, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Panamá.
Por su parte, el Gobierno de Guatemala manifestó que «lamenta esta decisión que no armoniza con el sentir de la totalidad de los países centroamericanos, a los cuales la República de China (Taiwán) ha demostrado a lo largo de las décadas ser un aliado, amigo y socio firme e incondicional», manifiesta el texto.
Belice y Guatemala son los dos únicos socios diplomáticos que le quedan a Taiwán en Centroamérica después de que el pasado 26 de marzo Honduras rompiera sus nexos con Taipei para establecerlos con China.
Este martes, Pekín expresó su aprecio por la resolución del Parlamento Centroamericano de aceptarlo como observador y cancelar el estatus de Taiwán.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de China también expresó su deseo de que el nuevo Gobierno de Guatemala, que ingresará el próximo 14 de enero, «tome la decisión correcta» en torno a ese país.
Además, el congresista salvadoreño Ricardo Godoy, integrante de la alianza regional conocida como Frente Hemisférico por la Libertad, condenó la admisión de China y pidió a los diputados del Parlacen «no presetarse a los intereses de una agenda antidemocrática».
De igual forma, calificó como «decepcionante» que el presidente nicaraguense, Daniel Ortega «utilice a sus parlamentarios para llevar adelante esta acción.
Taiwán -adonde se retiró el ejército nacionalista chino tras la derrota a manos de las tropas comunistas en la guerra civil- se ha gobernado de manera autónoma desde 1949, aunque China reclama la soberanía sobre la isla, a la que considera una provincia rebelde para cuya «reunificación» no ha descartado el uso de la fuerza.