“¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es Superman”. Este símil del mundo de los superhéroes utilizaba ayer una experta en auditoría y contabilidad para explicar lo difícil que resulta para los contables el acercarse a la esencia de los criptoactivos. Es una figura tan nueva, con características tan diferenciales, que no es sencillo enmarcarla en los tasados apuntes contables que fija el Plan General de Contabilidad.
Belén Toro es directora del máster de Auditoría de Icade, y con una dilatada carrera docente en Alemania, Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Esta profesora participaba ayer en la octava Jornada sobre normalización y derecho contable, organizada por la Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas (AECA), en colaboración con BBVA, y su ponencia versaba expresamente sobre “cómo incorporar los criptoactivos a las cuentas anuales”.
La respuesta rápida: no es evidente. “No se pueden considerar como un activo financiero, porque no hay un contrato que genere un activo para una parte y un pasivo para la otra, como ocurre con un préstamo”, desgranaba Toro.
Raúl Fidalgo, director del departamento técnico de contabilidad de Deloitte y que también intervenía en la mesa de debate, apuntaba que tampoco puede catalogarse a los criptoactivos como una moneda al uso. “Hay que tener en cuenta que no tienen capacidad legal para redimir un pasivo, para saldar una deuda. Con una excepción, y es El Salvador”, explicaba el experto. El país centroamericano acepta al criptoactivo como moneda de uso legal.
Inclasificable
De lo que no hay duda es de que se trata de un activo que en ocasiones permite hacer pagos, o acceder a algunos servicios. “Parece razonable que cuando una empresa adquiere un criptoactivo para invertir tenga la consideración de inmovilizado intangible, mientras que si se ha adquirido para negociar con ellos, sería más lógico que se considerase como existencias”, argumentaba Toro. Aunque el debate parece aún muy teórico, lo cierto es que en algunas compañías ya ha tenido importante trascendencia. Es el caso de la cotizada estadounidense Microsystem, que invierte casi todo su efectivo en bitcóin, y que tuvo que rehacer sus cuentas anuales hace unos meses para recoger estas posiciones.
La gran duda es qué valor recoger de las participaciones en criptoactivos. “El terreno de juego en el que nos movemos los contables para criptoactivos es aún muy problemático”, razonaba Fidalgo. En los activos que tienen una vida útil definida, las empresas tienen la obligación de recoger en su contabilidad una amortización del bien, para ir reflejando su pérdida de valor. Ahora bien, ¿un bitcóin tiene una vida útil definida? “Lo razonable es pensar que sí, así que habría que amortizarlos a 10 años”. Pero ¿cuál es la base de amortización? Normalmente es el coste de adquisición menos el valor residual. Un auténtico desafío teniendo en cuenta en que parece que activos como el bitcóin tienen un coste residual más bien creciente.