Entre radares y diplomacia —la cocaína que México dijo les llegaba desde El Salvador

Por: Luis Vazquez-BeckerS

by Redacción

Por años, El Salvador ha mantenido una narrativa de control férreo sobre el narcotráfico en su territorio. Lo dicen sus cifras: en los últimos seis años, no se ha incautado un solo alijo de droga en suelo salvadoreño. Las pocas intercepciones han ocurrido en aguas internacionales, muy lejos de sus costas, a veces a más de mil kilómetros del país. Bajo esta lógica, resulta incómodo—y para algunos, indignante—que una avioneta con casi media tonelada de cocaína, capturada en México, sea atribuida a un despegue desde el espacio aéreo salvadoreño.

Pero el mapa del narcotráfico no se dibuja con declaraciones, sino con trayectorias, radares y silencios. Según el gobierno mexicano, la aeronave fue detectada por sus sistemas de vigilancia aérea muy cerca de la zona marítima salvadoreña, antes de ingresar a México por Colima. Tres personas fueron detenidas y la cocaína, valuada en millones de dólares, ya es evidencia judicial.

El Salvador, sin embargo, respondió con escepticismo técnico. La Fuerza Aérea salvadoreña aseguró que sus radares no registraron ningún vuelo sospechoso, y apela a la Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial Sur (JIATFS) para defender su versión: que la avioneta nunca pisó ni rozó su espacio aéreo.

Aquí surge la contradicción: mientras México muestra imágenes satelitales y coordenadas de seguimiento, El Salvador se aferra a la ausencia de pruebas directas. Pero en geopolítica, la omisión puede pesar tanto como la confirmación.

Si el vuelo realmente partió de algun lugar cercano El Salvador, ¿por qué no se detectó? Si partió desde más lejos, ¿por qué México insiste en involucrar a su vecino? El caso, más allá de la cocaína incautada, desnuda algo más profundo: una pugna por credibilidad entre dos países que comparten historia, migración y ahora, sospechas.

La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum pidió mesura, pero su gabinete sostuvo la acusación y terminó ofreciendo declaraciones en las que ni aceptó ni negó su posición inicial. El presidente Bukele, por su parte, utilizó la integridad aérea de El Salvador más que con la intención de mostrar la protección de sus fronteras, con la de proteger su reputación.

En esta disputa, los datos volaron tanto como los discursos. Lo que estaba en juego no era solo una avioneta cargada de cocaína, sino la confianza entre naciones que, cuando se ven reflejadas en el mismo espejo, no siempre reconocen la imagen que observan.

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