Víctor Silverman y Miguel Tinker Salas*
Miles de inocentes muertos, la intolerancia religiosa, la opresión de la mujer, millones de refugiados. Estos serán los resultados inevitables del colapso del gobierno
de Afganistán ante el triunfo de los talibán. Para los 38 millones de afganos que han sufrido décadas de guerra, el desastre humano se intensifica.
Hace poco el presidente Joe Biden declaró Estados Unidos ha regresado.
Sin duda ha regresado, pero no de la forma que Biden anticipaba. En Washington, el rotundo fracaso militar del ejército
afgano significa una cosa diferente de lo que significa para la población del país. Algunos observadores se adelantan y anticipan el fin de EU como líder mundial. Destacan que la derrota en Afganistán producirá el colapso del sistema de alianzas que son parte esencial del llamado orden mundial.
Para ellos, la alternativa a la postura de guerra permanente es crisis. En el pasado, pronósticos sobre el eminente colapso del poder estadunidense fueron utilizados para fortalecer el poder del imperio. En la realidad la presente derrota podría iniciar un ciclo donde se intente reafirmar el papel mundial de EU.
Muchos dentro de los centros de poder en Washington reprobarían una clase de historia. La mayoría cree que las derrotas militares de EU fueron producto de errores tácticos. El New York Times recientemente escribió que la victoria de los talibanes refleja años de errores de cálculo.
Pero lo que ha sucedido es mucho peor que un simple error táctico.
Lo sucedido es una rotunda derrota del proyecto de creación de nación,
el último ejemplo de la locura del sueño de los neoconservadores
y de los liberales que proponían transformar, con el uso de armas, a países para crear estados modernos, transparentes, seculares y, sobre todo, capitalistas
. También subraya, otra vez, los límites del poder imperialante una guerra civil.
EU ha sufrido muchas derrotas –Corea, en los 50, Cuba en los 60, Vietnam, Nicaragua e Irán en los 70, por ejemplo–. Durante los 70 algunos en la cúpula de poder absorbieron las lecciones que produjo la victoria de los comunistas en Vietnam. Esta derrota demostró que un imperio, aunque esté en el pináculo de su poder, no tiene la capacidad de dominar el mundo. No pudo vencer un ejército guerrillero que tiene el apoyo de un gran parte de la población –en especial cuando sus aliados son corruptos y no cuentan con el apoyo popular–. La victoria de David contra Goliat no implica que Goliat abandone el garrote para atacar a sus supuestos enemigos.
Pese a las lecciones de los 70, después de Vietnam, EU intervino en Nicaragua, Líbano, Honduras, El Salvador y muchos otros países. La actual situación en América Central, la corrupción, la pobreza, la violencia, el narcotráfico y los regímenes autoritarios son productos de la intervención estadunidense en la región. Tras décadas de la guerra contra las drogas en Colombia y México, se siguen impulsando soluciones militares ante problemas sociales. Ninguna de esas experiencias fomentaron cambios en los métodos fundamentales del sistema imperial de EU: alianzas con fuerzas nacionalistas de centro o derecha, creación de ejércitos siguiendo el modelo de EU, integración en una economía mundial basada en tratados de libre comercio e inversión, el consumo capitalista y la promoción de la ideología de la democracia
y ahora el multiculturalismo neoliberal.
Durante los 80, el fin de la guerra frí a y el colapso de la Unión Soviética y la desintegración de Europa oriental, parecía confirmar lo que un sector de la élite creía; EU había inaugurado el fin de la historia, como propuso el politólogo Francis Fukuyama en 1989. Durante la década donde prevaleció el momento unipolar se propagó la idea, según Madeleine Albright, embajadora de EU en la ONU en 1998, que si tenemos que usar la fuerza, es porque somos América, la nación indispensable.
Los ataques de 9/11 derribaron el feliz consenso en la élite. Las acciones terroristas de Al-Qaeda nunca amenazaron la posición global del EU. Al igual, nunca presentó un objetivo militar donde se podrían utilizar armas avanzadas. No obstante, EU respondió de igual forma en que lo hizo en el pasado. Tras el fracaso de la invasión de la Bahía de Cochinos (Cuba, 1961), el presidente John Kennedy sostuvo que ahora tenemos que hacer nuestro poder creíble y Vietnam parece el lugar
. Después de 9/11 el presidente George W. Bush decidió que la credibilidad de EU requería más que un proceso legal o una operación clandestina contra Bin Laden y sus socios. La guerra nunca ha sido una solución ante los retos que representan los movimientos nacionalistas, o del terrorismo fundamentalista, y mucho menos el narcotráfico. Tanto liberales como conservadores votaron por la invasión. Sólo la congresista Bárbara Lee voto contra la invasión de Afganistán. ¿Cuál será el próximo sitio donde EU tratará de mostrar su capacidad militar y su visión sociopolítica?
Tras Afganistán, Biden o cualquier otro presidente, del partido que sea, enfrentará el mismo reto y propondrá igual solución que propusieron Kennedy, Johnson, Reagan, Bush, Obama y Trump. En poco tiempo, la lógica del poder, la unificación de la nación y la popularidad política que surge con el inicio de una guerra y el uso de sus gigantes fuerzas militares, de nuevo provocará amnesia histórica entre las élites. En poco tiempo, EU y su política de guerra permanente se evidenciará de nuevo.
*Departmento de Historia, Pomona College
–
Con información de La Jornada