Hace 38 años, el 17 de julio de 1979, el expresidente de Nicaragua y dictador Anastasio Somoza Debayle huyó de Nicaragua junto a funcionarios públicos y altos militares. Se fue en un avión Learn Jet y debido a ese acontecimiento es que cada 17 de julio es conocido como el Día de la Alegría, en Nicaragua. Este es el artículo que cuenta cómo se fue Somoza publicado en LA PRENSA el 17 de agosto de 1979, un mes después de que haber salido del país. Lo escribió el periodista Filadelfo Alemán.
La desesperada fuga de esbirros en el aeropuerto
El desbande de la antes feroz guardia somocista y el desmoronamiento del aparato gubernamental, fue algo increíble y la forma en que ocurrió dejo estupefactos a cuantos fueron testigos del hecho. Donald Gómez, uno de los empleados del Servicio Meteorológico del Aeropuerto Las Mercedes, hoy Sandino, expresa que “no daba crédito a lo que veían mis ojos”.
El movimiento de aviones para la salida de Somoza se inició a las tres de la mañana del martes 17 de julio.
El avión en que salió Somoza, un Lear Jet supuestamente de su propiedad, despegó a las cuatro de la mañana junto con unos diez o doce aviones más en los que iban funcionarios públicos y altos militares.
Entre la gente que reconocí estaban el Comandante de la Fuerza Aérea, Coronel Orlando Zeledón, el Jefe de Radio y Televisión, Coronel Alberto Luna, el director de TELCOR, General Heberto Sánchez, el Coronel Humberto Corrales, el Coronel Adonis Porras y su esposa la ex-ministro de Educación, María Elena de Porras, el Coronel Victorino Lara y otras personas a quienes no pude identificar.
Cuando vimos tan grande y raro movimiento, -agregó Gómez- llamamos a la Torre de Control y preguntamos qué ocurría. “Parece que el señor se va”, contestó alguien de la torre.
Somoza renunció a la una de la madrugada del martes 17, y Francisco Urcuyo Maliaños fue electo por el Congreso por unanimidad minutos después.
En un mensaje dirigido a la nación al mediodía pedía al FSLN deponer las armas y después de su alocución sorprendió más cuando en los pasillos del Intercontinental dijo que continuaría el mandato de Somoza hasta 1981.
En horas de la tarde, Max Kelly, secretario de Somoza, que permanecía en el país, dijo a los periodistas frente al Hotel Intercontinental que si la Junta de Gobierno se atrevía a volar hacia Managua sería derribada a tiros.
Con estos antecedentes lo que los periodistas vimos a las seis de la mañana del miércoles 18 nos pareció también increíble.
Centenares de hombres vestidos de civil portando motetitos bajaban de la loma y tomaban distintos rumbos de la ciudad. En un principio creímos que se trababa de albañiles y carpinteros que habían trabajado toda la noche en la EEBI y que regresaban a sus casas.
Sin embargo, no era así la cosa. Se trataba de innumerables soldados de la EEBI (Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), tropa de élite que pertenecía a la Guardia Nacional de Nicaragua) y del Batallón Blindado General Somoza que abandonaban sus uniformes, armas y demás pertrechos para huir. Era la desbandada del ejército.
En medio de ese tropel de hombres vestidos de civil un sinnúmero de camiones militares comenzaron a dirigirse con soldados rumbo al norte de la ciudad. Eran los que posteriormente llegarían a Las Mercedes desesperados en busca de aviones para salir del país.
Frente a la explanada de lo que fue la EEBI y ahora es el complejo militar Germán Pomares, y dentro del mismo complejo, quedaba la señal de la derrota: miles de uniformes, zapatos, mochilas, rifles, pistolas, tanques, cañones, morteros, etc., abandonados.
Buscan a monseñor
Cinco soldados de la EEBI que cuidaban de los alrededores del Hotel Intercontinental, se acercaron a la puerta principal del hotel y me preguntaron.
-¿Podemos ver a Monseñor Miguel Obando y Bravo?
El arzobispo había llegado a las dos de la madrugada al hotel y apenas había pegado los ojos para dormir un rato. Me sorprendió y alarmó que preguntaran por él pues temí llegaran a hacerle daño. Sin embargo, el tono quejumbroso en que hablaban los soldados me tranquilizó.
¿Para qué lo quieren?, les pregunté y me contestaron:
-Para pedirle un consejo.
Entré al hotel, llamé a Monseñor y me dijo que bajaría inmediatamente.
Cuando el arzobispo llegó acompañado del Dr. Peñalba del Hospital Militar, los soldados le manifestaron su decisión de rendirse y que él les garantizara la vida.
-Sí-les dijo-y van a quedar bajo responsabilidad de la Cruz Roja.
Los soldados dejaron sus M-16 y Galil en un rincón del hotel, y salieron a cambiarse ropas. Dijeron que eran originarios de Rivas y salieron con ese rumbo.
Desde la torre de control
El señor Toribio Muñoz, jefe de Tráfico Aéreo de la Torre de Control del Aeropuerto Sandino cuenta con amplios detalles la estampida del gobierno de Somoza y la Guardia Nacional.
Somoza según dijo salió de Managua a las cuatro de la mañana del 17 de julio en un avión Learn Jet, después de haber arribado a dicho aeropuerto a bordo de un helicóptero.
Relata: “El movimiento de aviones en Las Mercedes y de gente conectada con el régimen, ministros, altos militares, etc. comenzó a las tres dela mañana. Entre la gente que huía vio al Coronel Pablo Zamora Moller, al Coronel Noel González, gerente del ferrocarril, y a Hugo Torres, encargado de Migración en Las Mercedes”.
“A las siete de la mañana del mismo día en que se fue Somoza, vimos un avión de la Fuerza Aérea que despegaba en forma inesperada y con aparente urgencia”.
“El Coronel Marcial López, Jefe de Operaciones de Las Mercedes me llamó para que obligara al avión a regresar, pero el piloto del mismo no obedeció, levantó vuelo y se dirigió hacia el norte”.
“Como a las ocho de la mañana vimos al recién confirmado Jefe de la Fuerza Aérea Coronel Donald Frixione en los hangares de Lanica, donde había un movimiento raro y apresurado de gente de civil y algunos militares”.
“Al día siguiente miércoles 18 de julio, frente al aeropuerto y en toda la pista la EEBI se tendió según supimos minutos después, para esperar el avión en que vendría la Junta de Gobierno de Reconstrución Nacional y derribarlo”.
“Al rato Frixione, quien andaba de civil, llamó al Jefe de las Patrullas de la EEBI y luego de hablar un rato corrieron hacia un avión, al cual subieron también un grupo de soldados que lanzaron sus fusiles y demás pertrechos al suelo”.
“El avión encendió motores y sin pedir instrucciones a la Torre de Control y sin cerciorarse si habían otros aviones en la pista, despegó sin notificar tampoco sobre el destino que llevaba”.
A continuación comenzaron a salir de la rampa de la Fuerza Aérea, aviones C-47, aerocomander, helicópteros, grandes y pequeños y avionetas de todo tipo en forma desordenada. En mi vida había visto tal desorden en una pista de aterrizaje”.
“Nadie informaba nada, ni nadie les pedía. Tomaban pista a la loca, escapaban de chocar en tierra y aire y salían uno tras otro, como un enjambre de asustados abejones”.
“Hubo un momento en que un avión C-47 y un DC-6 estuvieron a punto de chocar”.
Los aparatos iban llenos de oficiales y sus parientes, quienes habían dormido desde días atrás en los hangares de la Fuerza Aérea.
Al mismo tiempo estaban llegando a Managua varios aviones del exterior, entre los que había un 727 de Lanica, procedente de Miami, un DC-6 de Guatemala y un C-47 de El Salvador.
En esos momentos se armó una gran confusión, pues los pilotos de los aviones que despegaban les avisaron a los que estaban entrando que se regresaran “porque se habían roto las pláticas” y todo mundo les iba “ a aventar reata”. Los aviones regresaron”.
“A partir de las once de la mañana comenzaron a llegar en camiones militares, camiones de carga particulares, buses, taxis, carros robados, etc., un torbellino de oficiales y soldados de la EEBI, incluso algunos mercenarios que nosotros conocíamos, buscando como salir del país”.
“Entraron con todo y vehículos y se amontonaron en la pista. Eran centenares, sino miles. Andaban furiosos, algunos borrachos y otros terriblemente desesperados y armados. Corrían de un lugar a otro y disparaban sus armas al aire mecánicamente con gran nerviosismo”.
“Llegaron en busca de los aviones de la Fuerza Aérea pero todos habían volado. En la pista sólo habían tres aviones de ayuda internacional. Uno de matrícula inglesa y dos más que había alquilado la Cruz Roja Internacional”.
El primer avión que trataron de asaltar fue el inglés. Lo intentó el Teniente Coronel Álvaro Castellón, subadministrados del aeropuerto, en compañía de un oficial de la EEBI.
Desde lejos quisieron forzar a la tripulación a que abriera las puertas, pero los tripulantes y el piloto se opusieron y se encerraron en la cabina.
Entonces varios soldados armados de ametralladoras y granadas de mano amenazaron con volar el avión.
“Cuando vi eso me horroricé”, dijo Muñoz. “Pues el avión estaba cargado hasta el tope de combustible en Las Mercedes, tenían que traer abundantes reservas para vuelo de ida y regreso”.
“Si hubieran disparado contra el avión hubiésemos volado nosotros en la Torre de Control y todos los soldados que estaban en la pista”.
“El piloto inglés en su cabina, se cruzó de brazos ante tales amenazas y no cambió su imperturbable actitud”.
“En esos momentos llegó un señor alto, blanco, quien según supe después era de la Cruz Roja de Jinotepe, quien se interpuso entre los enloquecidos soldados de la EEBI y el avión inglés”.
”Un soldado furioso le lanzó un manotazo y le arrebató d elsa manos un pequeño radio”.
“No obstante, el hombre logró calmarlos y los soldados retrocedieron echando maldiciones”.
“Estos minutos fueron aprovechados por el piloto para encender motores y sacudir el avión hacia atrás y hacia adelante para deshacerse de más de una veintena de solados que habían subido a las alas del aparato y al fuselaje tratando de forzar las puertas”.
“En las sacudidas del avión los soldados fueron cayendo como mangos y hasta sonaban en el pavimento¤.
“El piloto retrocedió el aparato a gran velocidad. Luego agarró pista y despegó en un abrir y cerrar de ojos. Milagrosamente no le dispararon.
“Los soldados vieron entonces otros dos aviones de ayuda internacional en la pista y corrieron hacia ellos. Forzaron la puerta y echaron al piso todo el cargamento que traían y penetraron en cada uno más de 200 soldados y oficiales.
“Muchos de ellos se despojaron de sus ametralladoras y pertrechos y los lanzaron al pavimento dejándolo increíblemente regado de armas.
“Entre los oficiales que angustiosamente trataban de escapar estaba el Mayor Ronald Sampson, quien logró abrir una de las puertas de los aviones y penetrar en él con gran número de la tropa. Uno de los empleados del aeropuerto que identificó Sampson dijo que vestía una camisa roja.
“Los pilotos pidieron pista a la Torre de Control, para despegar, pero cuando estaban en posición de despegue, otros EEBI corrieron en sus jeeps y con sus ametralladoras cincuenta, se colocaron en medio de la pista para no dejarlos arrancar, pues alegaban que no debían dejarlos allí.
“Esa pugna duró algunos minutos. En el aeropuerto no había autoridades que mandaran y prácticamente los únicos que quedábamos allí eramos nosotros, pero nadie nos hacía caso, excepto los pilotos de los dos jet de la Cruz Roja, asaltados por los EEBI.