El centro ruso de Investigación Estatal en Virología y Biotecnología Vektor, uno de los que trabaja en el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19, anunció que también se propone investigar virus antiguos -llamados “paleovirus” o “fósiles virales”- que se encuentran bajo el hieloen zonas remotas.
El laboratorio, con base en Siberia, enfocará la búsqueda de los virus en los restos de animales que se recuperan cuando el permafrost -suelo que permanece congelado sobre la tierra- se descongela. Así, podrían emerger nuevas pandemias de las profundidades.
Con el derretimiento del hielo, además de animales paleolíticos, también se han encontrado virus y bacterias que permanecían dormidos y que, al descongelarse, podrían liberar esporas e introducirse nuevamente en la cadena trófica.
La investigación de Vektor -una de las dos únicas instalaciones del mundo que almacena el virus de la viruela, extinto hace tres décadas- junto a la Universidad de Yatutsk, comenzó con el análisis de tejidos extraídos de un caballo prehistórico, de hace 4500 años. Los restos fueron encontrados en Yakutia, una región siberiana, donde se han descubierto restos de mamuts y otros animales prehistóricos.
Maxim Cheprasov, jefe del laboratorio del Museo del Mamut de la Universidad de Yakutsk, dijo que, si bien, ya venían estudiando estos animales, “por primera vez estamos realizando estudios sobre paleovirus”.
«Hay indicios de que los neandertales y los denisovanos habitaron en el norte de Siberia y sufrieron el azote de varias enfermedades víricas; algunas conocidas, como la viruela, y otras que podrían haber desaparecido», sostienen investigadores rusos (Pixabay)
Algunos antecedentes
En 2015, una noticia alarmó al mundo: la enfermedad del ántrax, causada por la bacteria Bacillus anthracis, mató a un niño y provocó la hospitalización de decenas de personas en Siberia. Además, alrededor de 2000 renos murieron por la misma causa.
Los expertos indicaron entonces que la causa más probable era el derretimiento del permafrost. Según las autoridades rusas, la desaparición de estos suelos congelados terminó liberando esporas de esta bacteria Bacillus anthracis, que volvió a introducirse en la cadena trófica después de más de 75 años sin la epidemia.
“¿Por qué ha vuelto esta enfermedad? La respuesta es el clima”, dijo Victor Maleev, vicedirector del Instituto Central de Investigaciones Epidemiológicas en Moscú. “Esos antiguos sitios de entierro de animales pueden ser peligrosos aún 100 años después”.
En 2014 y 2015, Claverie y Chantal Abergel publicaron un estudio sobre dos virus de hace 30.000 años encontrados en el permafrost siberiano. El hallazgo de las investigadoras fue probar su capacidad infecciosa. Si bien estos virus solo infectaban a amebas, su acción puede indicar que otros virus congelados que sí infectan a humanos -como el de la gripe española de 1918, o el de la viruela- podrían reactivarse.
En palabras de Claverie, “hay indicios de que los neandertales y los denisovanos habitaron en el norte de Siberia y sufrieron el azote de varias enfermedades víricas; algunas conocidas, como la viruela, y otras que podrían haber desaparecido”.
“El hecho de que una infección que afligió a los antiguos homínidos pueda tener continuidad hoy entre nosotros resulta a la par fascinante y preocupante”, dijo la investigadora, según publicó la revista Scientific American.
Otros científicos afirman que sería muy infrecuente que otros virus que se encuentran bajo el permafrost puedan llegar a infectar a humanos, aunque también advierten que dependerá del patógeno. Algunos podrían sobrevivir miles de años.
Lobo gris, de Yukon (Foto gobierno de Yukón)
Los riesgos del derretimiento del permafrost
El permafrost es la capa de suelo permanentemente congelado que se encuentra en las regiones muy frías del planeta. Sobre todo, están presentes en el hemisferio norte, en áreas pegadas al Ártico como Noruega, Siberia, Tíbet, Canadá y Alaska.
Se estima que el permafrost cubre aproximadamente el 20% de la superficie de la Tierra. Sin embargo, el aumento de la temperatura global está produciendo que estos suelos congelados se derritan a gran velocidad y dejen al descubierto animales y otros hallazgos.
En junio de 2020, el Ártico alcanzó una temperatura de 38ºC, la más alta jamás registrada. Según la Organización Meteorológica Mundial, el hielo Ártico se está calentando al doble de velocidad que el promedio mundial, liberando grandes cantidades de carbono a la atmósfera.
La fusión del permafrost produce, además, inestabilidad del suelo, aumento del nivel del mar e impactos en la vida de la flora y fauna silvestre.