Las potencias latinoamericanas, sobre todo la diplomacia mexicana, no pudieron con la Venezuela más aislada en décadas. La Organización de Estados Americanos (OEA) sufrió un revés, otro más, en su intento de condenar la actuación del gobierno de Venezuela de manera unánime.
La declaración promovida por México y auspiciada por los principales gobiernos de la región necesitaba 23 votos a favor para ser aprobada: contó con 20 aprobaciones, cinco votos en contra y ocho abstenciones. La canciller venezolana, Delcy Rodríguez, celebró el resultado después de haber abandonado la sesión y pese a constatarse la pérdida de influencia de su gobierno en la región.
La correlación de fuerzas en América Latina ha cambiado drásticamente en los últimos años. Venezuela no cuenta ya con el respaldo de antaño, cuando en Sudamericana predominaban los gobiernos del considerado socialismo del siglo XXI y la bonanza de los precios del crudo permitió el impulso de Petrocaribe, la organización con la que Hugo Chávez logró la fidelidad absoluta de más de una decena de pequeños países.
En esta ocasión, sólo cinco votaron en contra de condenar a Venezuela: Nicaragua, Bolivia, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas y Dominica. Sus gobiernos representan a unos 17 millones de personas, por los más de 500 millones que abarcan los 20 países que votaron a favor de la resolución, sin contar a Estados Unidos y Canadá.
Ocho países se abstuvieron en la votación de la resolución que pedía la liberación de los presos políticos, el inicio de un proceso de diálogo entre el gobierno y la oposición y se frenase la celebración de una Asamblea Constituyente en Venezuela: Ecuador, uno de los aliados más férreos de Venezuela en la historia reciente, El Salvador, República Dominicana, Haití, Granada, Surinam, Trinidad y Tobago y Antigua y Barbuda.
La importancia de la llamada diplomacia petrolera fue capital en ese sentido. Haití, por ejemplo, tiene una deuda de unos 1.500 millones de dólares con Venezuela, por los más de 900 millones de El Salvador o los 350 de Antigua y Barbuda. En el caso de República Dominicana, el gobierno de Venezuela anunció en enero de 2015 que reducía en un 52% de la deuda del país caribeño, que se había estimado en algo más de 4.100 millones de dólares, la mayor parte por acuerdos en el marco de Petrocaribe.
El resultado es un fracaso para la diplomacia mexicana y su canciller, Luis Videgaray. México se había erigido en los últimos meses como la voz altisonante de la región ante la deriva del gobierno venezolano, como antes lo fueron Argentina, Colombia o Perú. “En Venezuela no hay democracia”, dijo algunas semanas Videgaray.
La diplomacia de México, otrora capital en la solución de conflictos en la región, se quedó a las puertas de lograr una resolución histórica. No obstante, no logró siquiera recabar el respaldo al texto de un país centroamericano como El Salvador.
“Tenemos la obligación política y moral de seguir agotando todos los caminos. A quienes están en las calles, no tienen comida hay que decirles que vamos a continuar para alcanzar un mecanismo de solución”, insistió Videgaray, quien se las tuvo que ver en todo momento con su contraparte venezolana, Delcy Rodríguez.
La delegación venezolana, quien a pesar de haber anunciado en abril que dejaría el organismo, decidió jugar con más personal que nadie su última batalla ideológica y aterrizó el domingo con una veintena de miembros con tal de frenar las deserciones de los países afines. La canciller venezolana abandonó el lunes la reunión de los representantes de Exteriores y aseguró, de nuevo, que jamás regresaría a la OEA.
Este martes, no obstante, participó en la primera sesión de la Asamblea General. Cada vez que un país hacía una mención a la deriva autoritaria de Venezuela, Rodríguez pedía el turno de réplica para criticar la intervención y acusar al ponente de injerencia.
Sobre los 80 días de protestas en su país, en el que han muerto más de 70 personas, las últimas por disparos a bocajarro de la Guardia Nacional, no dijo nada.
Si la diplomacia mexicana sufrió un revés, algo similar ocurrió con la Oea en su conjunto. Bajo la dirección de Luis Almagro el organismo ha elevado el tono respecto a Venezuela, pero no ha conseguido resultados rotundos más allá de las numerosas declaraciones críticas de la mitad de sus miembros.
En una reunión que se ha catalogado como la más relevante de los últimos años no estuvo presente siquiera el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson.