El entrampamiento de la elección de los magistrado de la Sala de lo Constitucional en la Asamblea Legislativa, pareciera que ha motivado nuevamente a los tradicionales políticos acostumbrados a manejar los impasses y estancamientos con los métodos prosaicos de antaño, en los cuales el público ni se enteraba, y ni se incomodaba, porque de alguna manera estaba acostumbrado a que se le resolvieran los problemas sin su intervención, y se aceptaba que se dieran las soluciones –cualquiera que fuera- aun a costa del enriquecimiento desmedido e los funcionarios que detentaban el poder.
Sin embargo, el desarrollo político de las naciones, obligó de alguna forma a desarrollar, por lo menos en apariencia, métodos sofisticados que disimulaban las apariencias de lo que en realidad ocurría tras el aparataje de las formas y aparentes formalidades, llegándose a extremos increíbles como extender finiquitos a exfuncionarios, a escasas horas de haber terminado sus funciones y sin una auditoría correcta.
Dentro de estos extremos, que no rara vez ocurren en los países de tercera categoría, o países subdesarrollados como los nuestros (y que eufemísticamente algunos diplomáticos llaman en vías de desarrollo para no ofender a sus ciudadanos) han circulado versiones de que ocasionalmente es necesario que llegado determinados momentos en que las cosas se complican de tal modo, que es necesario “engrasar” algunos engranajes para que éstos sigan girando de manera normal y de esa forma, los resultados esperados den los frutos necesarios para el bienestar de “todos”.
De ahí, que nace la teoría de la necesidad de que circule el famoso “hombre del maletín” que se circunscribe a un “teórico” personaje, inexistente por supuesto, que se presenta ante determinados individuos, con su maletín repleto de dinero en efectivo, repartiendo a diestra y siniestra, comprando voluntades, sin dejar pruebas escritas como cheques o recibos, que pudieran incriminarlos –a dador y recibidor- en escándalos futuros que les traigan responsabilidades y dificultades comprometedoras que pudieran complicarles la existencia ante las autoridades futuras o presentes, encargadas de velar por las cuentas de la nación.
En ese afán, pese a los controles establecidos por las leyes, se ha sabido de costales y bolsas de basura repletas de dinero, sacadas de instituciones financieras en camiones – ya no se habla únicamente de maletines- porque las operaciones se han elevado hasta niveles estratosféricos, por aquello de que no se repitiera la posibilidad de aprovechar.
En la actualidad, la crisis o el entrampamiento de la elección de la Sala Constitucional, y el cambio de criterio de algunos diputados respecto a lo que habían manifestado respecto a sus preferidos, al cambiarlos por otros que no son los mejores evaluados por el Consejo de la Judicatura, aunado a que los favorecidos son los propuestos no precisamente por el partido mas distinguido por su honestidad, ha motivado a muchos ciudadanos a pensar que el famoso “hombre del maletín, ha vuelto a las andadas, lo cual al ser desmentido por algún diputado sin que se le haya preguntado nada, trae el recuerdo de aquella consabida frase de la sabiduría popular “Aclaración no pedida, Acusación manifiesta”