Después de 12 días de intensos debates y negociaciones, la Cumbre Mundial del Clima de las Naciones Unidas (COP28) que se lleva adelante en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, llega a su fin.
La cumbre que reúne a líderes de 193 países se desarrolló en medio de luces y sombras, con una contradicción fundacional (o quizás una oportunidad). El encuentro se desarrolló en el corazón global del petróleo, justamente cuando se evalúa el balance mundial del Acuerdo de París de 2015 y se impone, cada vez con más urgencia, la transición de combustibles fósiles a energías limpias para frenar el calentamiento global.
El planeta no puede esperar, el 2023 fue el más caluroso en 125.000 años y los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes. Esta realidad, además, afecta principalmente a los grupos más vulnerables.
Según datos de ONU MUJERES (la organización de las Naciones Unidas dedicada a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres) y UNICEF, las probabilidades de morir después de un evento climático extremo son 14 veces más altas para mujeres y niños que para los hombres. En ese marco, una joven en Buenos Aires, a miles de kilómetros de Dubai pero con las mismas inquietudes que los grupos de jóvenes y ONGs que reclaman ser escuchados en la COP28, se pregunta cómo enfrentar las consecuencias del cambio climático, en especial las adolescentes.
El ciclo #ActivaTusIdeas es una iniciativa de Unicef Argentina y Clubes Ted-Ed
Con esta pregunta, comienza Martina Gómez su charla en el ciclo #ActiváTusIdeasorganizado por Clubes TED-Ed y UNICEF Argentina, una serie de conferencias que Infobae publica en exclusiva con el fin de reflexionar y pensar qué les preocupa a hoy a las nuevas generaciones, cuáles son sus desafíos y las acciones inspiradoras que encuentran para superar barreras.
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Las Naciones Unidas destaca que una de las regiones más azotadas por el cambio climático es América Latina y el Caribe, de acuerdo con diversos estudios, entre ellos el último reporte de la Organización Meteorológica Mundial. Amenazas naturales como las sequías, huracanes, tormentas tropicales o incendios se producen cada vez con mayor frecuencia e intensidad, y seguirán en aumento.
En América Latina y el Caribe, se estima que 169 millones de niños y niñas viven en áreas afectadas por al menos dos riesgos climáticos y ambientales y 47 millones de niños y niñas (1 de cada 4) viven en zonas vulnerables a al menos cuatro eventos.
En ese marco, según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF),los efectos combinados del cambio climático y la degradación ambiental exacerban las desigualdades existentes y empujan a las niñas, niños, jóvenes y mujeres más vulnerables a la pobreza, lo que impulsa la migración y la tensión social.Charla Ted #ActivaTusIdeas Martina Gómez
Martina relató en su charla en el ciclo #ActiváTusIdeas cómo, cuando tenía 12 años, su primer contacto con las secuelas del cambio climático la marcó para siempre: “Una sensación de angustia, miedo y urgencia me recorrió todo el cuerpo. Fue en el primer día del secundario, en la materia Educación ambiental. Una clase en la que entré pensando que íbamos a hablar de desodorantes y la capa de ozono, y salí conmovida por huracanes, desmontes, mujeres y niños atravesando una inundación, y hasta movilizaciones masivas organizadas por niñas como yo”.
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A medida que más se informaba sobre la crisis ambiental del planeta, replicaba en la mente de Martina una pregunta cómo enfrentar las consecuencias del cambio climático, en especial las mujeres y niños, que se ubican entre los grupos más vulnerables.
En la búsqueda de datos para una presentación en sus clases del colegios secundario sobre cómo la manera de producir alimentos contribuye a la crisis climática, Martina se encontró con la historia inspiradora de una científica. Se trata de Miryam Gorban, una investigadora pionera que fundó hace una década la cátedra de Soberanía Alimentariaen la Escuela de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Con su ejemplo entendí, por primera vez, cómo el miedo se podía transformar en acción y al poco tiempo decidí unirme a Jóvenes por el Clima. Me encontré con muchos chicos y chicas de mi edad que ya estaban poniendo el cuerpo, acá y también alrededor del mundo. Hoy no encuentro sensación más linda que la de sentir que juntos estamos cambiando realidades”, señala Martina.
El daño ocasionado por la crisis climática es enorme, y las emisiones globales de gases de efecto invernadero permanecen en niveles nunca antes vistos (Imagen Ilustrativa Infobae)
En todo el mundo, las mujeres dependen más de los recursos naturales, pero tienen menos acceso a ellos, indican los reportes de ONU Mujeres. “En muchas regiones, las mujeres cargan con una responsabilidad desproporcionada cuando se trata de garantizar alimentos, agua y combustible. La agricultura es el sector laboral más importante para las mujeres de los países de ingreso bajo y mediano”, destaca la agencia de las Naciones Unidas.
Esta realidad interpela a las adolescentes y jóvenes de todo el mundo, Martina cuenta en primera persona cómo la afectó esa sensación y según ella la respuesta la encontró en la desigualdad de género. “Como si la crisis climática fuese poco, las mujeres nos vemos también atravesadas por esa inequidad”, señala a sus 17 años.
Frente a un escenario desfavorable, las nuevas generaciones deciden tomar un rol potente y transformador, es así como Martina define la manera de ocuparse de un planeta en crisis y combatir la desigualdad : “La sororidad para mí es un hilo conector entre esas tantas mujeres que marcaron mi camino y respondieron mis preguntas. Todas, de alguna manera, experimentamos la inequidad y es por eso que elegimos estar la una para la otra”.
“Pude transformar en acción la angustia y el miedo que tenía a los 12 años. Me di cuenta que en la acción colectiva está la clave. La clave para que todos juntos podamos volver a casa sin que un huracán la haya barrido, sin que lo que sembramos esté muerto, sin que todo haya quedado tapado por el agua”, concluye Martina.