Las principales causas de mortalidad infantil en el mundo, según la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) son la desnutrición, la falta de acceso a agua potable o atención médica de calidad, enfermedades como la neumonía, la diarrea o el paludismo y complicaciones durante el parto. Sin embargo, existe un país en el mundo donde estas causas han pasado a un segundo plano frente a un problema mayor: las armas de fuego. Evidentemente, ese país es Estados Unidos y un estudio publicado hace solo unos días en JAMA muestra que la violencia por armas se ha incrementado tras la pandemia, hasta tal punto que ya es la principal causa de mortalidad entre niños y jóvenes menores de 18 años.
Empecemos diciendo que la violencia con armas ha estado, durante décadas, entre las principales causas de muerte en Estados Unidos. Los datos recopilados en los últimos años muestran claramente que tener acceso un arma de fuego triplica el riesgo de suicidio y duplica el riesgo de homicidio. Un estudio realizado por investigadores de Harvard en 2007 demostró que los estados con mayores porcentajes de armas de fuego en el hogar tenían también tasas “significativamente más altas” de homicidios de hombres, mujeres y niños. Unos años más tarde, en 2015, otro equipo de Harvard puso cifras a esta situación y desmontó la idea extendida de que poseer un arma de fuego es un elemento disuasorio de crímenes, ya que los estados con mayor número de armas registradas son precisamente los que poseen niveles más altos de agresiones y robos con armas de fuego.
En 2020, los Centros para el control y prevención de enfermedades publicaron datos que mostraban más de 45.000 muertes relacionadas con armas de fuego, de las cuales unas 4.300 se habían producido en menores de 18 años. En el comunicado los CDC reconocían que “los homicidios con armas de fuego afectan de manera desproporcionada a las personas más jóvenes en los Estados Unidos”.
Pero entonces llegó la pandemia de COVID-19 y las cifras aumentaron… mucho.
“Si bien la violencia con armas de fuego ha estado durante años presente como causa de muerte entre los niños de EE.UU., la pandemia de COVID-19 ha incrementado rápidamente los datos y se ha colocado como la causa principal, ampliando además las disparidades raciales”, explican en un detallado análisis de Ars Technica.
El nuevo estudio publicado en JAMA, realizado por investigadores y médicos de la Universidad de Boston, Massachusetts, ha recogido datos de mortalidad infantil y juvenil en los años previos a la pandemia de coronavirus (desde 2015 hasta principios de 2020) en las cuatro ciudades más pobladas de Estados Unidos (Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Filadelfia) y los ha comparado con los datos más recientes. Las diferencias son notables y, las declaraciones de los autores del estudio son preocupantes: “Como médicos, nuestra misión es sanar y mantener la salud. Pero con demasiada frecuencia, las heridas que vemos hoy en Estados Unidos se parecen a las heridas que se suelen ver en una guerra”.
Los datos son significativos y muestran una clara brecha étnica. Antes del estudio, los niños negros en esas cuatro ciudades tenían 27 veces más probabilidades de recibir un disparo que los niños blancos pero, desde 2020 hasta finales de 2021, esa cifra se ha incrementado notablemente y ahora los niños negros tienen casi 100 veces más de probabilidades de recibir un disparo que los niños blancos.
El estudio también encontró diferencias en otros grupos étnicos de Estados Unidos: los niños hispanos tenían unas 26 veces más probabilidades de recibir un disparo que los niños blancos durante la pandemia, frente a un riesgo relativo de 8,6 veces antes de la emergencia sanitaria. Por su parte, los niños asiáticos tenían cuatro veces más probabilidades de recibir un disparo que los niños blancos, frente a un riesgo relativo de 1,4 veces antes de la pandemia.
En definitiva, el estudio muestra un inquietante aumento de violencia con armas de fuego tras la pandemia, con aumentos particularmente grandes en las lesiones y muertes infantiles. Las disparidades étnicas también se han incrementado y, sin embargo, aún no contamos con los estudios y análisis necesarios para determinar las causas concretas tras la pandemia.
Los interminables tiroteos en escuelas, como el ocurrido en la Robb Elementary School de Uvalde en Texas el año pasado, que dejó 21 personas muertas (incluyendo 19 estudiantes de entre 7 y 10 años) no parecen concienciar del problema a las autoridades. Ante estos datos, la presidenta de la Academia estadounidense de Pediatría, Moira Szilagyi, pidió un esfuerzo a las autoridades para abordar esta crisis de salud pública: “¿Cuándo, como nación, vamos a defender a estos niños?, ¿Qué se necesita para que, finalmente, nuestros líderes en el gobierno hagan algo significativo para protegerlos?”.