La República Democrática de Alemania (la RDA o DDR, en alemán) se mantuvo en pie por apenas 41 años desde su fundación el 7 de octubre de 1949, en plena posguerra, y con el beneplácito de la Unión Soviética, hasta su disolución definitiva el 3 de octubre de 1990, cuando el país volvió a unificarse bajo la autoridad de la República Federal (la RFA o BDR, en alemán), un hito del que se cumplen 30 años este sábado.
Aunque la percepción del tiempo es relativa, poco más de cuatro décadas para el experimento comunista alemán parecen apenas una gota de agua en el mar de la extensa e intensa historia del país, desde las migraciones de las tribus germánicas que comenzaron a asolar Roma hace dos mil años, pasando por la consolidación de Carlomagno en la Alta Eda Media, la conformación del Sacro Imperio Romano Germánico, el auge de Prusia y la primera unificación en 1871, pasando por el ascenso del nazismo en el siglo XX hasta la actualidad, cuando el país se enfrenta a una recesión económica causada por la pandemia global de coronavirus, por citar apenas algunos momentos importantes.
Pero la impronta represiva del régimen de la DDR, anclada en el poder del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) e implementada a través del Ministerio de la Seguridad (o Stasi), y su proyecto económico y social comunista, bajo los parámetros soviéticos, calaron hondo en la población, con algunas luces, que hoy siguen provocando nostalgia, y muchas sombras, y creando diferencias que, 30 años después, aún siguen sintiéndose dentro de las fronteras de Alemania.
El Muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989, desmantelando en el proceso los controles de fronteras que habían dividido a Alemania. La reunificación tardaría un poco más y tendría lugar el 3 de octubre de 1990. En 1991 sería el turno de la URSS, dando fin al contexto de la Guerra Fría que acompañó, y en gran medida justificó, el moldeado de la Alemania Oriental, por momentos vidriera del mundo comunista con sus destacados niveles de desarrollo en comparación con sus vecinos.
La reunificación alemana se llevó a cabo, en la práctica, como una anexión de los cinco estados de Alemania Oriental (Brandenburgo, Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Sajonia, Turingia, Sajonia Anhalt, además de Berlín Oriental) por parte de la República Federal, que a su vez debió encarar la incorporación de sus pobladores y estructuras políticas, educativas y productivas a la vida democrática y capitalista en Occidente.
En gran medida, la inmensa tarea, que requirió de billones de marcos y euros en infraestructura e inversiones para el este, fue un éxito y Alemania vivió un período de esplendor y de orgullo nacional recuperado. Pero 30 años después, ya más lejos del entusiasmo por la caída de la DDR y las primeras grandes transformaciones, las cuentas pendientes han comenzado a cobrar relevancia en el contexto de un país cuyo crecimientos se ha ralentizado, un proyecto de unificación europea bajo el liderazgo de Berlín y París que está siendo cuestionado, y una Europa central que está experimentando un auge limitado pero consistente de la ultraderecha y los ecologistas, ante la frustración con los representantes tradicionales y la ola migratoria de personas desde países de Medio Oriente y Norte de África, escapando de la pobreza y la guerra.
Un estudio de opinión pública del Instituto Allensbach publicado en julio de 2019 marca que el 47% de los residentes de los cinco estados de la antigua DDR se consideran orientales antes que alemanes, mientras que un 30% se ven a sí mismos como ciudadanos de segunda clase, postergados por sus pares en los estados del oeste. Además, solo el 31% cree que la democracia según el modelo de la República Federal es la mejor forma de gobierno, contra el 72% en el oeste.
El Muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989. El 3 de octubre de 1990 colapsaría también la República Democrática de Alemania
Mientras que una encuesta del periódico Bild publicada en 2017 destacaba que el 64,6% de los alemanes creía que había aún una fuerte división entre este y oeste, solo el 22,9% consideraba que la unificación había concluido.
A continuación, cinco de las principales diferencias que aún persisten, a 30 años de la reunificación celebrada este sábado en el Día de la Unidad Alemana (Tag der Deutschen Einheit).
1- Ingresos
Los cinco estados de la extinta DDR siguen siendo los más pobres de Alemania, considerando su Producto Bruto Regional per cápita medido en euros y con base en datos de la Oficina Federal de Estadística (Statistisches Bundesamt). Entre estos, Mecklemburgo-Pomerania Occidental se encuentra en lo más bajo de la lista con un PBR/pc de 27.905 euros. En comparación con el otro extremo, la ciudad-estado de Hamburgo es la más rica del país con un PBR/pc de 65.603 euros y el estado más rico es Bavaria, con 47.946 euros, ambos en el oeste.
Al mismo tiempo, estos cinco estados son también los que registran los porcentajes más altos de población bajo la línea de pobreza, aunque existen matices. Otra vez Mecklemburgo-Pomerania Occidental, con 19,4% de pobreza, se encuentra entre los más afectados, pero es superada por Sajonia-Anhalt (21%) y está casi al mismo nivel que Berlín (19,2%). El porcentaje en los restantes estados de la ex DDR sigue siendo alto (Sajonia 16,8%, Turingia 16,3% y Brandenburgo 15%), pero se encuentra igualado en estados de occidente como Renania del Norte-Westfalia (18,7%) o Baja Sajonia (16,7%).
Aunque el crecimiento de la pobreza en algunos estados de occidente ha sido vinculado, en parte, con la acogida masiva de refugiados desde el comienzo de la ola migratoria en 2015, un fenómeno que no ha afectado en igual medida a los cincos estados de la ex DDR, los cuales no están entre los más buscados por los que huyen de la guerra y la pobreza en búsqueda de nuevas oportunidades.
2- Trabajo
El desempleo es también un fenómeno que afecta de manera desigual en este y oeste, aunque la situación ha estado mejorando progresivamente desde la crisis financiera de 2008 y especialmente en los últimos años. Mecklemburgo-Pomerania Occidental tiene la tasa más alta del país (7,9%), seguido por Sajonia-Anhalt (7,7%), aunque Turingia destaca entre los ex comunistas por mantener un nivel relativamente bajo (5,5%).
En comparación con el oeste, la tasa de desempleo en Bavaria y Baden-Wurtemberg, pilares de la economía alemana en el sur, es de apenas el 2,9% y 3,2%. Pero hay aquí también matices, con desempleo relativamente alto en Renania del Norte-Westfalia (6,8%), también atribuido a la presencia masiva de refugiados, o en ciudades como Bremen (9,8%).
La diferencia en los salarios, sin embargo, ofrece una imagen mucho más acabada de la desigualdad persistente entre las dos Alemanias. El salario inicial promedio en Mecklemburgo-Pomerania Occidental alcanzaba los 21.847 euros al año, de acuerdo al Gehaltsatlas 2018. Es el más bajo entre los estados de la ex DDR, mientras que el más alto lo ostenta Turingia, con 23.226 euros al año.
Estudiantes alemanes en una escuela vocacional
En comparación, el salario inicial promedio en Bavaria y Hessen es de 32.628 y 33.650 euros por año, respectivamente.
3- Educación
El desempeño del sistema educativo en este y oeste presenta un contraste notable. Por un lado, los estados de la extinta Alemania oriental suelen obtener los mejores puntajes promedio en pruebas de desempeño, especialmente en matemáticas y ciencias, un posible legado del exigente sistema implantado por el régimen comunista que ha incluso dado lugar a un nuevo tipo social: los jóvenes alemanes del este que migraron al oeste y se destacaron profesionalmente allí, entre los cuales podría incluirse a la actual canciller Angela Merkel, formada íntegramente en el sistema educativo de la DDR.
De hecho, más de un millón de estos jóvenes con altos niveles de educación emigraron al oeste en los primeros años de la reunificación, y el número asciende a casi dos millones hasta la actualidad, con Bavaria, Baden-Wurtemberg y Schleswig-Holstein como principales destinos, de acuerdo a un artículo reciente del periódico berlinés Tagesspeigel. Aunque los movimientos se han reducido, la merma de jóvenes calificados de los últimos años ha impactado en toda una generación.
Turingia obtuvo en 2017 el mejor desempeño a nivel nacional en los exámenes Abitur, que los estudiantes toman al finalizar su educación secundaria de aproximadamente 12 años y como paso previo para ingresar a la universidad. Medido según el sistema alemán con puntajes entre 1,0 (más alto) y 5,0 (más bajo), los estudiantes lograron allí un promedio de 2,18, de acuerdo con datos de la Conferencia Permanente de los Ministros de Educación de los estados alemanes.
También Sajonia (2,28), Sajonia-Anhalt (2,31), Brandenburgo (2,27) y Mecklemburgo-Pomerania Occidental (2,32) lograron buenos desempeños, en lo más alto de la lista nacional. Mientras que los estudiantes en Schleswig-Holstein (2,56), Renania Palatinado (2,49) y Baja Sajonia (2,57), entre otros estados en el oeste, tuvieron desempeños inferiores.
Sin embargo, la tasa de deserción escolar es más alta en los cinco ex estados comunistas, donde alcanza a valores entre el 8 y el 10% de la población estudiantil. En comparación con el oeste, en Bavaria se encuentra entre el 4-6% y en Renania del Norte-Westfalia en el 6-8%, de acuerdo con datos del Ministerio del Interior y la organización Caritas Alemania.
4- Religión
Siguiendo el modelo de las Repúblicas Socialistas Soviéticas en la URSS, la República Democrática de Alemania se declaró en 1949 secular y promovió activamente el ateísmo, aunque al mismo tiempo garantizando la libertad religiosa en su constitución.
En los inicios hubo tolerancia, mientras se establecían los cimientos de la DDR, especialmente al considerar la fuerte fe cristiana protestante de los territorios en el este y norte de Alemania. Pero a medida que el Gobierno comunista avanzaba en su proyecto político y cultural, entró en conflicto con las iglesias y comenzó a reproducir una liturgia y ritualística propia que pudiera reemplazar a la cristiana al tiempo que potenciaba la represión.
Un viejo edificio de departamentos construido durante la era comunista en Dresde, Sajonia (AFP)
La situación volvió a mejorar en 1978, cuando se forjó un acuerdo que permitió mayor autonomía a las congregaciones religiosas, y lo cierto es que las iglesias serían utilizadascomo centro de reunión para el movimiento de protestas contra la DDR en 1989, que contribuiría a su colapso.
Sin embargo, las consecuencias de la política cultural de la DDR aún pueden notarse en el mapa religioso de la Alemania actual, en la que los ciudadanos de los cinco ex estados comunistas se declaran en su mayoría desafiliados a una religión, de acuerdo con información recabada por la Iglesia Evangélica de Renania. Contrasta de esta manera con una Alemania Occidental que se declara mayormente cristiana, con preponderancia del evangelismo en el norte y el catolicismo en el sur.
5- Política
Los antiguos alemanes del este tienen una historia, ingresos, desempeños educativos y creencias diferentes, y también votan en forma distinta y ejercen otras demandas políticas que sus hermanos en el oeste.
Además, el sistema parlamentario republicano debió haber sido un cambio difícil de absorber para los 14 millones de habitantes acostumbrados durante 41 años a un sistema de partido único con elecciones regionales muy limitadas y una representación monopolizada por el partido SED, juzgando por la encuesta de Allensbach.
Una manifestación de simpatizantes de Alternativa para Alemania (AFP)
Así, tomando los resultados de las últimas elecciones generales, realizadas en 2017 (las próximas tendrán lugar en 2021, si la pandemia lo permite), las tendencias muestran similitudes y diferencias. El partido Unión Democrática Cristiana (CDU) de la canciller Merkel es una fuerza de gran importancia en todo el país, pero sus mayores éxitos electorales están en el oeste y especialmente en el sur. Mientras que la Socialdemocracia (SPD), en franja caída desde hace años, se aferra en sus reductos en la Baja Sajonia y Bremen.
En el este, y aunque también allí la CDU, actualmente en el poder en coalición con la SPD, suele ser la fuerza más votada, se han hecho más fuertes los partidos políticos extremistas y antisistema que en el oeste suelen permanecer en nichos acotados. Es el caso de Alternativa para Alemania (AfD), la joven fuerza de ultraderecha antiimigración vinculada al movimiento xenófobo Pegida, y de Die Linke, el partido de izquierda surgido del antiguo SED oriental.
Ambas han crecido frente al descrédito de las fuerzas tradicionales y el modelo de representación occidental. A este grupo también puede sumarse el creciente desempeño del partido Grüne, los ecologistas que avanzan en los estados de oeste.
De hecho, en Sajonia y Brandenburgo el AfD ya es la primera minoría con su agenda de freno a la inmigración, rechazo al feminismo y auge del nacionalismo, aunque no ha logrado acceder a los gobiernos regionales por carecer de apoyos, mientras que Die Linke ha superado al SPD, la izquierda moderada, en casi todos los cinco estados.
El crecimiento de estas fuerzas antisistema continuó este año en las elecciones al Parlamento Europeo, donde AfD superó incluso al CDU en Brandenburgo y Sajonia, su actual fortaleza electoral.