El sueño de la Copa del Mundo 2026 se extinguió la noche del martes para la selección de El Salvador, y lo hizo de la forma más dolorosa posible. En una noche para el olvido, La Selecta fue superada 3-0 por una contundente selección de Panamá, un resultado que no solo confirmó la eliminación del equipo, sino que también encendió todas las alarmas sobre el estado actual del fútbol nacional.
El partido fue una exhibición de impotencia por parte de los dirigidos por el colombiano Hernán Darío «el Bolillo» Gómez. Panamá dominó el mediocampo desde el inicio, explotando las bandas y, lo más preocupante, aprovechando cada error en la defensa salvadoreña.
Para el descanso, el marcador ya reflejaba una ventaja sólida para los canaleros. La pasividad en la marca y la incapacidad de generar juego ofensivo dejaron a la afición congelada. El segundo tiempo fue un mero trámite, con Panamá sentenciando el marcador con el 3-0 final, sellando una derrota decisiva en un marco eliminatorio.
Si bien la derrota por 3-0 ante Panamá es el golpe que marca el epitafio de esta eliminatoria, la realidad es que La Selecta ya venía con el oxígeno cortado desde hace varias jornadas. La campaña ha sido definida por la anemia ofensiva y la inestabilidad.
El equipo finaliza la fase de clasificación sin conocer la victoria, con una racha de 3 partidos sin ganar. La falta de gol ha sido la principal condena.
El resultado es un reflejo de una selección que, pese a la buena voluntad de sus jugadores, nunca encontró ni un sistema de juego sólido ni una identidad clara bajo los constantes cambios técnicos. La ilusión que se generó al inicio del ciclo ha dado paso a la frustración y la exigencia de respuestas.
El golpe de Panamá debe ser el punto de inflexión. El fútbol salvadoreño ya no puede permitirse conformarse con «competir» sin ambición de trascender. La urgencia pasa por desmantelar el proyecto fallido y empezar de cero con una visión de largo plazo.
Esto incluye la revisión de la estructura de la liga local, la obligatoriedad de minutos para jugadores jóvenes y, sobre todo, la implementación de un proyecto deportivo serio en las selecciones menores. La dolorosa despedida mundialista del 18 de noviembre, con la derrota de 3-0, es un recordatorio de que la distancia con los grandes de CONCACAF es cada vez mayor, y que la pasión de la afición merece un proyecto a su altura.
