Setenta «hombres endiablados», «talcigüines» en nahuat, dieron azotes el lunes a todas las personas que encontraron en la plaza central de Texistepeque para «castigarlas» por sus pecados, en una centenaria tradición de Semana Santa.
Los «talcigüines», vestidos con túnicas y capuchas rojas imparten justicia una vez al año en lunes Santo.
La festividad, que congrega a centenares de personas, comienza en la mañana con una misa en la iglesia de San Esteban y luego los talcigüines salen a la plaza a castigar a la gente por sus pecados.
Los látigos de cuero hacen gritar de dolor a quienes reciben un azote. Para escapar del castigo, muchas personas buscan refugio en negocios cercanos, pero otras permanecen estoicamente en la plaza y reciben los latigazos con sonrisas.
El mensaje «es que el bien siempre va a estar sobre el mal», dijo a periodistas el talcigüín Kevin Salguero, de 20 años.
Esta tradición, basada en las tentaciones que tuvo Jesús en el desierto, se remonta a la colonia española, cuando se hacían representaciones de pasajes bíblicos para los indígenas.
«Nosotros somos los miembros que no dejamos que esta tradición muera», dijo el abogado Mauricio Ávalos, de 24 años, talcigüín desde hace un lustro.
El ingreso al selecto grupo de endiablados no es fácil, pues debe haber una vacante disponible, lo que sucede solo cuando un miembro muere o emigra. No hay mujeres entre ellos.
La sesión de latigazos termina al mediodía con la llegada de Jesucristo, interpretado este año por Elmer Sandoval, un futbolista de 23 años.
Vestido con túnica morada, la representación de Jesús es recibida con aplausos y muestras de algarabía por los presentes, entre ellos turistas extranjeros.
Con su cruz en la mano izquierda y una campana en la derecha, Jesús enfrenta a los talcigüines, quienes en fila van cayendo al suelo.
Los talcigüines están eximidos de toda culpa por repartir azotes, según una ordenanza municipal.