Parafraseando a Michelle Recinos, poetisa y periodista salvadoreña, las elecciones del 4 de febrero las jugó el diablo. Que algo haya sido “jugado por el diablo” implica que cayó al suelo y que ya no debe recogerse nunca más. Que el objeto está condenado a una especie de maleficio. Que el simple contacto con el piso sucio supone ya una conexión directa con el mismo diablo.
La expresión es una advertencia popular que, en su mayoría, padres y madres de familia hacen a sus hijos cuando estos quieren recoger algún pedazo de comida que se resbaló de sus manitas y fue a parar al suelo: “Deje eso, ya está jugado por el diablo”.
El 4 de febrero de 2024, en El Salvador hubo elecciones para elegir presidente, que gobernará hasta 2029, y diputados que ocuparán los curules de la Asamblea Legislativa hasta 2027. Si es que a Nayib Bukele no se le antoja cambiar los periodos establecidos en la Constitución Política de la República, como ya cambió la prohibición pétrea de realizar una reelección inmediata.
Nayib Bukele apareció en la papeleta de candidatos a la presidencia a pesar de que al menos seis artículos de la Constitución salvadoreña prohíben la reelección presidencial. La prohibición se la pasó «por el arco del triunfo» al igual que las acusaciones nacionales e internacionales de que su gabinete enfrenta múltiples señalamientos por corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Los salvadoreños salieron a votar en unas elecciones que desde un principio estuvieron jugadas por el diablo, de las que ya se conocía un resultado que, de no darse, se iba a dar a la fuerza, tal como sucedió en el caso de la elección legislativa.
Bukele aparecía en la papeleta porque la Sala de lo Constitucional de El Salvador certificó, a través de interpretaciones más parecidas a malabares mentales, que un segundo período presidencial era legítimo, entendiendo la definición de la «inmediato» (que no hay nada entre dos) que significaba diez años. Bukele, entonces, se ha convertido en el primer presidente salvadoreño en retomar con argucias el poder desde el período del dictador Maximiliano Hernández Martínez, entre 1935 y 1944.
Las del 4 de febrero son unas elecciones atípicas. Hubo un candidato, el inconstitucional, que no llamó a mítines ni visitó comunidades. Ese mismo candidato, además, rompió el silencio electoral, ese que prohíbe cualquier tipo de propaganda política, una hora antes de que cerraran los centros de votaciones a escala nacional: en una conferencia de prensa, Bukele pidió a los salvadoreños que votaran por los candidatos a diputados de su partido Nuevas Ideas. Todo esto ante la mirada permisiva del ente regidor del proceso y que no ha sido más que un colegiado de payasos, el Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Minutos antes de las 7 de la noche del día de la elección, Bukele se autoproclamó vencedor con más de 85% de votos. Lo hizo aun cuando el TSE no había publicado resultados oficiales y en medio de un clima de caos en los centros de votación a escala nacional.
Además, Bukele también aseguró que 58 de los 60 posibles escaños para diputados en la Asamblea Legislativa le pertenecían a su partido. Para cuando posteaba, algunas mesas de votación empezaban a reportar problemas técnicos con el sistema de conteo, la conexión a internet e incluso con la energía eléctrica.
Dos días después del caos y del posteo en redes del presidente, luego de haber admitido que el escrutinio había sido “un completo fracaso” y de que gobiernos centroamericanos y el estadounidense enviaran sus felicitaciones al reelecto presidente basándose únicamente en lo que él mismo publicó, el TSE dio luz verde a un proceso de escrutinio final voto por voto.
Entonces empezaron a aparecer urnas en escritorios de centros escolares que habían funcionado como centros de votación. Ocurrió en San Marcos, en el centro escolar Doctor Eusebio Cordón Cea. Ocurrió en San Simón, Morazán, al oriente del país. Ahí, por ejemplo, la Fiscalía General de la República encontró papeletas marcadas fuera de los paquetes electorales en el centro de votación del cantón Las Quebradas y «TODAS» las cajas electorales del departamento de San Salvador desaparecieron al menos durante 20 horas.
Esas cajas las había pedido el TSE para proceder con el escrutinio final, pero la Junta Departamental Electoral nunca las recibió, desaparecieron. Los paquetes electorales aparecieron el día siguiente en una bodega cerca del Cuartel San Carlos, una de las gueniciones militares más grandes del país, con la supervisión de tan solo dos policías.
El resto de las papeletas con los votos de los salvadoreños, empezaron a llegar a bodegas en San Salvador en cajas de cartón en mal estado o hasta rotas y en algunos casos, sin sellar. Los paquetes electorales iban jugados por varios tipos de diablo.
Lo que es seguro es que los paquetes no contaron con la cadena de custodia que, al menos en la teoría, deberían de seguir para garantizar que llegarán íntegros al lugar donde los solicitan con la certeza que nadie los manipuló, ni cambió. No hay explicación oficial al mal estado en el que muchos de los paquetes aparecieron. No hay, tampoco, un listado de las personas que tocaron estas cajas. Las jugó quien puso. Y quien quiso.
El desorden se apropió de ahí en adelante, el Tribunal Supremo Electoral, con anuencia y complicidad, y aún con complacencia, permitió al oficialismo, apoyado por las autoridades fiscales y policiales, hicieran su fiesta.
De acuerdo con grabaciones publicadas por el medio digital El Faro, la presidente del tribunal, Dora Martínez, dijo el martes 6 de febrero, durante una reunión privada con los líderes de los partidos políticos, que «sospecha que el fracaso en la transmisión de resultados y conteo preliminar de las elecciones presidenciales y legislativas del 4 de febrero pudo haber sido provocado».
«No descartamos, posiblemente, que hayan intervenido para que las cosas sucedieran como sucedieron», habría dicho Martínez.
No obstante, la titular del ente nunca avisó a la Fiscalía sobre esta supuesta intervención, lo que podría ser tipificado penalmente al menos como «incumplimiento de obligaciones».
La crisis se dio, cronológicamente explicado de la siguiente manera:
Desconocidos sustituyeron a ciudadanos capacitados
Una de las primeras polémicas y denuncias se dio en la apertura de los colegios electorales, en los que ciudadanos que habían sido seleccionados en un sorteo y capacitados para ser parte de estos fueron sustituidos por desconocidos de Nuevas Ideas.
«Denunciamos que en algunos centros de votación a nivel nacional, NI en complicidad con los organismos del TSE y Fiscalía impusieron gente que no estaba acreditada, sustituyendo a quienes sí tenían credenciales o estaban designadas para la JRV (junta receptora de votos)», publicó en X Anabel Belloso, diputada y candidata del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
La desconfianza en los controles en las mesas de votación marcó también el escrutinio final, donde siguieron las denuncias.
La polémica por los votos nulos
Desde antes del inicio del escrutinio final los partidos de oposición solicitaron al TSE que se pudieran revisar los votos nulos, el colegiado no lo permitió para los votos opositores, sí lo hizo sí favorecían a Nuevas Ideas.
Votos con doble marcación de bandera, que según las legislación son nulos, se agenciaron a NI.
«Queremos evitar que votos limpios para partidos de oposición terminen en bolsas de votos impugnado o nulos», dijo el 6 de febrero el presidente del partido Nuestro Tiempo (NT), Andy Failer.
El día 11 de febrero, Claudia Ortiz, diputada y candidata del partido minoritario Vamos, reafirmó la solicitud: «Queremos que se muestre públicamente en este ejercicio los votos que han sido clasificados como nulos».
El recuento inusual
A diferencia de escrutinios anteriores, en este recuento dio una aglomeración de personas cerca de las mesas, la gran mayoría con emblemas del partido del presidente Bukele, Nuevas Ideas.
La oposición señaló que el TSE, en el caso del FMLN, retrasó la entrega de credenciales para sus vigilantes y que se habría permitido la presencia de miembros de NI sin acreditación.
También cuestionó la cadena de custodia, la aparición de papeletas sin los característicos dobleces, votos hechos con marcador y no con el lápiz de cera obligatorio.
Además, se señaló la presencia de urnas con más votos de los asignados, la no confrontación del número de votantes que firmaron el padrón con la cantidad de papeletas marcadas y el bloqueo a la prensa.
Francisco Lira, diputado reelecto de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), indicó a periodistas que «los fiscales están a favor de ellos (del oficialismo)».
Escrutinio sin avances de resultados
A pesar de que se ha concluyó el escrutinio en todos los departamentos, el ente electoral no dio resultados inmediatos, mientras que el partido NI se autoproclamó ganador de casi la totalidad de curules.
Julio Olivo, magistrado del TSE, dijo a sus colegas en una carta que se debían garantizar «las condiciones de transparencia hacia la población» y llamó a que los resultados «estén al alcance de todos los actores involucrados».