De las “anécdotas” que no se saben de la guerra de 1969 entre El Salvador y Honduras -2-

by Redacción

Por Eduardo Vázquez Bécker.-

El 27 de mayo de 1967 un grupo de guardias destacados en Polorós, La Unión, capturó al entonces reconocido delincuente hondureño Antonio Martínez Argueta, quien era reclamado por dos jueces de Santa Rosa de Lima por el asesinato en 1961 de Alberto Chávez y, dos años después, a Marcelina Chávez, en el cantón Las Lajitas, de Polorós.

Martínez Argueta era allegado al presidente hondureño, el general Oswaldo López Arellano, su captura encendió la mecha que dos años después haría explotar el conflicto.

Martínez Argueta capitaneaba una banda de ladrones salvadoreños y hondureños, pero era muy cercano de López Arellano, quien cuando supo que su ahijado estaba preso ordenó que tropas hondureñas invadieran la jurisdicción salvadoreña en Polorós, con el fin de emboscar a guardias nacionales.

Dos días después, el 29 de mayo, en la zona fronteriza de Monteca, territorio salvadoreño, una patrulla de guardias nacionales fue cobardemente emboscada por un pelotón de soldados hondureños.

En el combate murieron tres guardias y dos más cayeron prisioneros. Al repeler el ataque, dos soldados hondureños resultaron muertos y sus cuerpos fueron, humanitariamente devueltos a territorio hondureño.

Sin embargo, los guardias asesinados fueron arrastrados a territorio hondureño, donde se aseguró que sus cuerpos fueron ultrajaron con lujo de barbarie, dejando que sus cuerpos se pudrieran al aire libre. Los capturados fueron llevados a Tegucigalpa, donde sufrieron toda suerte de torturas y vejámenes.

Pocos días después, el general salvadoreño, José Alberto “Chele” Medrano, director de la Guardia Nacional, envió un destacamento a la zona fronteriza con la misión de rescatar los cadáveres, lo lograron bajo el mando del entonces mayor Alfredo Alvarenga, con la ayuda de algunos civiles hondureños.

Las relaciones se pusieron muy tensas entre ambos países, destacamentos de la guardia acamparon en Las Pilas (Chalatenango), Sabanetas (Morazán) y otros puntos fronterizos, Honduras, por su parte, hizo lo mismo del otro lado de la frontera.

A mitad de 1967, Julio Adalberto Rivera había dejado la presidencia de la República de El Salvador, sustituido por el general Fidel Sánchez Hernández. La guerra parecía inminente.

General José Alberto «El Chele» Medrano, jefe de la Guardia Nacional y héroe de la guerra que defendió a los salvadoreños de la «Mancha Brava» hodureña que les masacraba

El Chele Medrano, previendo la guerra, advirtió a Sánchez Hernández que con carabinas (M-1), fusiles Checos y Garand no podía mandar a su gente a la guerra. Eran armas obsoletas, de la Primera Guerra Mundial.

El Ejército salvadoreño estaba en una situación incómoda. Los Estados Unidos habían negado prestar ayuda a El Salvador. Ni dólares ni armamento.

Esa posición era lógica. Los estadounidenses no tenían ningún interés que proteger en El Salvador; en cambio, en Honduras tenían a la United Fruit Company, su gran compañía bananera.

El “Chele” Medrano, quien era tan arrojado como irreverente, le lanzó su propuesta a Sánchez Hernández: debían comprar armas en Europa. A eso, Sánchez Hernández respondió que eso era imposible, por la lejanía. Tendrían que atravesar todo el Atlántico.

–Mirá, Taponcito (apodo de Sánchez Hernández), ¿quién es el presidente de Panamá?, le preguntó Medrano.
–(Omar) Torrijos, le respondió.
–¿En dónde estudió Torrijos? –repreguntó Medrano.
–En nuestra escuela militar –respondió el Presidente.
–Entonces, por qué p… no le pedís ayuda para que esas armas pasen rápido por el Canal –le espetó Medrano.

Con la ayuda de Torrijos, Medrano diseñó una ruta para traer las nuevas armas a El Salvador, en parte del trayecto le paso las armas a los norteamericanos, en Miami, por debajo de sus narices. Luego Panamá y de allí a Acajutla.

Fusiles G-3 y ametralladoras HK-21 de Alemania, que fueron distribuidos a la Guardia Nacional y a otras guarniciones hasta donde alcanzaron. El resto del ejercito salvadoreño se mantuvo los viejos Checos y Garand y las carabinas M-1.

De Yugoslavia llegaron baterías antiaéreas que fueron apostadas en el Puerto de Acajutla, la presa El Guajoyo, la 5 de Noviembre y otra infraestructura estratégica, con la que la aviación hondureña pudiera cebarse.

También llegaron morteros de 81 mm. y obuses 105 y 120 mm.

Obús 105 mm M 101

Debido a que los Estados Unidos había negado el apoyo a la defensa de los inocentes campesinos que morían todos los días en territorio hondureño, no habían dólares, por lo que el “Chele” Medrano obligó bajo fuertes amenazas al presidente Sánchez Hernández que pagara con las pocas reservas de las que disponía el BCR-….

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