El tema de las adaptaciones de otros medios (comics, videojuegos, libros, incluso series de televisión) y de cómo y cuándo funcionan es una discusión prácticamente sin límites, porque hay ejemplos buenos y malos de todo tipo. Desde las que no se parecen al original y son buenas a las que clavan la adaptación y son malas, pasando por todos los grados de gris y combinaciones intermedias. Digamos que una buena vara de medir es que la adaptación debe tener sus propios valores, pero sin olvidar del todo al original.
Pero rara vez una película es notable como producto independiente, y a la vez conserva lo que hizo grande al inspirador, regurgitándolo, adaptándolo y respetándolo. Pero las hay. A vuelapluma, se nos ocurren casos como ‘Dredd’, basada en el comic de ‘2000 AD’, ‘El almuerzo desnudo’ de Cronenberg, basado en el imposible libro de Burroughs o ‘Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo’, una mayúscula versión del inmortal tebeo de Ibáñez. Siempre con el original presente, pero con su propia personalidad.
Lo que resulta muy sorprendente es que ‘Tomb Raider’, la flamante adaptación del videojuego de Crystal Dynamics que ya tuvo un par de encarnaciones previas en la piel de Angelina Jolie, es que sea tan buena adaptación. O quizás no sea tan extraño, teniendo en cuenta que el claro referente de Lara Croft, Indiana Jones, es cinematográfico. Y que los juegos en los que se inspira (los dos, pronto tres, que parten del reboot ‘Tomb Raider’ de 2013) tengan la libertad muy restringida: son casi películas interactivas.
Pero es sorprendente, sobre todo, porque esta ‘Tomb Raider’ es un producto mastodóntico y planteado en un despacho. No es una obra de autor, ha salido en un momento específico (junto al anuncio de la tercera entrega del videojuego, meses antes del lanzamiento de ésta), con un presupuesto generoso, un apoyo mediático notable y con una actriz de primera fila. Un genuino producto de estudio, todo en contra y, sin embargo… funciona como adaptación y a la vez como película con personalidad propia.
Una Lara Croft que teme por su vida
Como decimos, que adapte bien o no el videojuego es un poco lo de menos si ‘Tomb Raider’ funciona, pero es que los fans de las últimas encarnaciones de la franquicia van a encontrar todo lo que la caracteriza: Lara Croft dándose unos trompazos terribles, embarrada y llena de cortes, escalando y quedándose colgada de precipicios, usando sus herramientas características, a menudo sola y teniendo que tirar de ingenio y valor para sobrevivir. La película incluso replica escenas concretas de los juegos, como la del avión en la catarata, y se las ingenia para que se sucedan mecánicas del juego, incluida una parte de infiltración, tiroteos y un par de puzles.
De hecho, es en las escenas de puzles en las que el espectador puede temer que se va a caer en problemas de otras adaptaciones de videojuegos que se pierden en la fidelidad a la letra cuando la fidelidad al espíritu es más importante: son los momentos más artificiales, más intraducibles desde un videojuego (spoiler: en la vida real no hay puzles) y en los únicos en los que se nota el parche. Están ahí porque tienen que estar. Aún así, están solventados con rapidez y relativa naturalidad.
Lo importante es que la consecuencia de esa fidelidad empapa otros aspectos, como el propio aspecto y credibilidad física de Alicia Vikander, muscular y con un físico más verosímil como exploradora que el de Angelina Jolie (que, reconozcámoslo, tampoco era descabellada como traducción audiovisual de aquella pin-up de la arqueología poligonal que era la primera Lara Croft de los juegos). O el inevitable clímax en una tumba que se fija tanto en estos típicos escenarios de los juegos como en el canon de Indiana Jones (¿y precisamente por despistarse un poco de su fuente es por lo que ofrece la parte más endeble de la película?).
O, sobre todo, esa fidelidad proporciona cierta fragilidad a Lara Croft, que tiene que lamerse las heridas después de cada caída y se hiere gravemente cuando sufre algún accidente. Esa condición sale directamente del reboot de 2013, que arrancaba con una Lara Croft puesta en la situación más asfixiante y peligrosa de toda su carrera, y que hoy sigue siendo uno de los momentos más memorables de la franquicia, a causa de la que el jugador la veía morir una y otra vez.
Esa sensación de que esta Lara puede ver cómo su exploración concluye trágicamente a cada paso está presente en la película, y al final, por eso da como fruto una buena película de aventuras. Nada hay más decepcionante que una aventura que intenta transmitir emoción pero al estar protagonizada por un increíble superhéroe acaba siendo fría y distante. La fragilidad de Lara es lo que convierte a esta ‘Tomb Raider’ en adaptación definitiva y, a la vez, excitante película de aventuras.