Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, a los humanos sólo les quedarían cuatro años de vida.
Generalmente esta línea se le atribuye a Einstein, y parece bastante razonable. Después de todo, Einstein sabía mucho acerca de la ciencia y la naturaleza, y sabía que las abejas nos ayudan a producir alimentos. Pero, antes de compartir esto, vale la pena investigar un poco.
Primero va la parte fácil: “nunca he visto nada que relacione por completo esta cita con Einstein”, dice Mark Dykes, el jefe inspector del Servicio de Inspección de Colmenas en Texas.
Es casi imposible exagerar la importancia de los polinizadores en nuestro ecosistema. En caso de que te hayas perdido de esto en la secundaria, ahí va: cuando una flor masculina ama a una flor femenina, invita a un polinizador para concretar un trío. La abeja transfiere el polen de la flor masculina a las partes femeninas de la otra flor. Unos días más tarde, nace una bebé sandía o una bebé manzana.
Es cierto que las abejas no son los únicos polinizadores que tenemos (también los murciélagos, los pájaros, las mariposas, y algunas moscas pueden hacer ese trabajo), pero si son las mejores criaturas para el trabajo. En parte, esto se debe a que necesitan polen para alimentar a sus larvas, así que biológicamente están motivadas para recoger el polen. Otros polinizadores visitan las flores sólo para chupar el néctar, y cualquier polen que se pega a ellos en el proceso es un feliz accidente.
“Además, la mayoría de las especies de [abejas] son peludas, y esos pelos atraen granos de polen, lo que hace que las abejas sean aún más propensas a polinizar”, dice Jessica Beckham, investigadora postdoctoral que estudia a los abejorros en la Universidad del Norte de Texas. Las abejas también proporcionan alimento para algunas especies de aves, así que si un acontecimiento catastrófico destruye a todas nuestras abejas, los impactos en la cadena alimentaria serían graves.
Desafortunadamente, esa destrucción podría estar llegando. Si bien la incidencia del problema de colapso de colonias (CCD, por sus siglas en inglés) o la aniquilación de colmenas enteras durante la noche, se ha ralentizado en los últimos años, “sólo porque no vemos una alta incidencia de CCD eso no significa que las abejas estén bien”, dice Elina L. Niño, que dirige un laboratorio de investigación de abejas en UC Davis, en California. “Hay muchos otros factores que las abejas melíferas y apicultores tienen que tratar y todavía estamos perdiendo miles de colonias por año”, añade Niño. Las plagas actuales en las abejas incluyen un parásito llamado ácaro varrao y otro llamado: la nueva administración presidencial.
En 2013, el gobierno de Obama implementó un Plan de Investigación de Protección de Polinizadores, en el que le encargó a todas las agencias gubernamentales revisar las maneras de proteger aves, murciélagos, mariposas y abejas. Utilizó esta información para implementar el Plan de Protección de Polinizadores en 2016. Aunque el plan, que llama a aumentar el hábitat y disminuir el uso de plaguicidas, es nuevo, se ha anunciado como un primer paso importante para ayudar a poblaciones de polinizadores vulnerables. Pero tanto Niño como Beckham están preocupados de que la promesa de Trump de reducir, o incluso eliminar, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y de revertir las regulaciones ambientales de la era de Obama, pueda hacer que la victoria del Plan de Protección del Polinizador en 2016 sea efímera.
“Los polinizadores podrían verse afectados de manera negativa por las regulaciones reducidas para mantener nuestras aguas y otras áreas naturales libres de contaminación”, dice Niño, agregando que el trabajo que realiza la EPA para probar y regular los pesticidas es vital para mantener a las abejas vivas y productivas. Beckham añade: “Mi opinión es que la administración actual y el Partido Republicano no tienen en mente los mejores intereses para el medio ambiente o para los polinizadores, y están proponiendo una política que tendrá un impacto negativo en ambos”.
Pero volviendo a la pregunta original: ¿las abejas melíferas y nosotros estamos condenados? Dykes dice que no sólo la atribución de esa cita de Einstein es problemática sino también el mensaje. Es probable que los seres humanos sobrevivan mucho después de que las abejas mueran.
Volvamos al sexo de las plantas: al igual que el sexo humano, hay más de una forma de que las plantas lo hagan. “La mayoría de nuestras fuentes de alimentos son polinizadas por el viento”, dice Dykes, lo que significa que la brisa hace el trabajo de los pájaros y las abejas. El maíz y el trigo, dos alimentos básicos de la dieta occidental común, son polinizados por el viento y no se verían afectados por una catástrofe polinizadora masiva.
Sin embargo, mientras que desde una perspectiva de calorías nuestro sistema de alimentos estaría seguro, desde el punto de vista de la diversidad, las cosas no pintan nada bien. Gran parte de nuestros productos, como las almendras, los melocotones, las ciruelas, manzanas y cerezas, dependen de la polinización asistida por abejas. De hecho, “un análisis del mercado global de cultivos encontró que los polinizadores son esenciales o ligeramente necesarios para 91 cultivos consumidos por los humanos”, dice Niño. “Definitivamente perderíamos muchos de los alimentos que hacen que nuestras dietas sean energéticas, sanas y nutritivas”.
Por supuesto, el escenario anterior, supone que no reemplazaremos a nuestros polinizadores perdidos con otras opciones alternativas. Las plantas pueden ser polinizadas a mano (o, en el futuro, por los drones). El año pasado, imágenes del condado de Hanyuan, en China, mostraron a la gente polinizando peras a mano, muy probablemente en respuesta a reducciones masivas en la población de abejas de China. Pero contratar humanos es caro. “Los graduados del MIT calcularon que el costo de polinizar manualmente una hectárea de manzanas sería aproximadamente de 5,715 a 7,135 dólares.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) calcula que las abejas hacen de 11 a 15 mil millones en trabajo para los agricultores estadounidenses cada año. Ese es un costo que sería absorbido por los compradores estadounidenses, resultando en cuentas impactantes en el registro. Los aumentos en los precios tendrían consecuencias socioeconómicas reales, dice Niño, haciendo que las frutas y verduras frescas estén fuera del alcance de los trabajadores pobres, que ya consumen menos de estos artículosque sus vecinos más ricos.
En apenas tres meses después de que nuestra última abeja se muera, los productores estarían enfrentando rendimientos récord de cosecha baja. En las ciudades, las tiendas tendrían problemas para explicarle a los consumidores por qué los costos de la mantequilla de almendra se han triplicado. Dentro de seis meses, muchos agricultores, en especial las actividades a pequeña escala, probablemente se tendrían que enfrentar a la difícil decisión de convertir sus campos en trigo. Al final del primer año, “tendríamos una dieta muy suave y aburrida”, predice Dykes.
Aunque no sería el fin de la humanidad, a Dykes le gusta señalar que podría ser prudente pensar un poco acerca de la cadena de acontecimientos que nos llevaría a este punto, y si hay alguna manera de evitarlo. “Si perdemos a todas nuestras abejas, esa es la menor de nuestras preocupaciones”, dice. Para ese momento, estaríamos viviendo en un mundo tan sucio y tóxico que tendríamos problemas mucho mayores que pagar 16 dólares por manzana.