Pactos con el Diablo…

Hacer “Pactos con el Diablo” es algo mucho más común de lo que creemos. Un pacto fáustico es un incidente cultural o folclórico, según el catálogo de Aarne-Thompson (1928), para lograr algo de nuestro interés; y pueden existir rituales sofisticados o simplemente escoger los atajos de la corrupción, el fraude, la mentira, el crimen o la conveniencia.  

Si bien en los libros sagrados encontramos relatos en los cuales el Demonio seduce a ciertos personajes, bajo la idea de que un hombre se encuentre en posibilidades de cerrar un pacto con el demonio, como tiene a bien destacar Ángel Crespo en su prólogo al Fausto de Fernando Pessoa, debemos considerar que en primera instancia fueron Orígenes (185-254) y Agustín de Hipona (354-430) los primeros en describir este tipo de acuerdos o pactos. Según era la creencia de ambos autores, cualquier acto de magia, fuese blanca o negra, era el fruto de la “condenable” unión de hombres y demonios (Los pactos Fáusticos, F.J de León, 2011).

En el comentario de Joaquín Ventura, sobre el libro del “Buen Amor”, aparece la referencia a la leyenda de Teófilo, en el siglo VI, quien, en un momento de orgullo, tentado por el demonio, le prometió su alma bajo firma a cambio de honores. De aquí surgen muchas historias y figuras alegóricas de estos pactos o acuerdos entre seres humanos y entes demoníacos; literalmente “venderle el alma al Diablo a cambio de…”

En la Demonología Cristiana, concretamente en la época de la inquisición, brujas y aquelarres, algunos individuos realizaban invocaciones, conjuros o rituales, a través de técnicas de nigromancía, o necromancia. En la actualidad los pactos son más sencillos y secretos, y se basan simplemente en los negocios: sigo haciendo dinero, y paso inadvertido, no me quejo, no critico…

En la historia de la humanidad sobran ejemplos de los rumores de pactos con el Diablo, particularmente de artistas famosos: Niccolò Paganini; Giuseppe Tartini; Philippe Musard; Tommy Johnson; Robert Johnson; Johann Georg Faust; John Fian; Christoph Haizmann; Bernard Fokke; Jonathan Moulton; Rolling Stones; Eric Clapton; Muddy Waters; Jimi Hendrix; John Fogerty; Bob Dylan; obviamente, la envidia, el éxito y la perversa y estúpida interpretación de las letras o composiciones, están a la base de estas sagas y rumores.

Pero los empresarios que hacen pactos con presidentes, dictadores y regímenes autoritarios, no se basan en rumores si no en hechos concretos, en obras basadas en evidencia y en acuerdos de supervivencia comercial. Aquí no hay ética, no hay principios democráticos, no existen valores de responsabilidad social, solo hay intereses egoístas y dinero.

Volvamos a las leyendas urbanas y preguntémonos: ¿Existen empresarios honestos que han construido su fortuna en base a esfuerzo, trabajo y disciplina, o siempre necesitaron la ayuda y protección de los gobiernos de turno para evadir o eludir impuestos, eliminar o minimizar la competencia, facilitar el contrabando, obtener contratos del Estado con información privilegiada?, ¿cuántos son de uno y otro bando?

Los ejemplos de fortunas corruptas son tantos, que, si comenzamos a investigar la evolución y desarrollo de muchas corporaciones, nos daremos cuenta que siempre tocan las aristas de los gobiernos de turno. Los políticos y gobernantes parecen ser males necesarios, y el compadrazgo o el clientelismo, son fenómenos básicos de la corrupción: Obtener información privilegiada para una licitación, favorecer a los amigos –complicando a la competencia-, empresas nuevas con presta-nombres que ganan contratos, reservar y ocultar información, mil y una mañas, y sí, estos también son “Pactos con el Diablo”.

Pero estos pactos suelen terminar mal, por alguna u otra razón; por el desgaste, por la voracidad, por la falta de ética, por la escasa confianza, por los temores, por la traición, siempre sale todo a la luz; y los Omnipotentes, caen, y caen todos, sean Hitler, Gadafi, Idi Amín, Pinochet, Lukashenko‎, Franco, Mussulini, Papadópoulos, Hernández Martínez, Pol Pot, Bordaberry, Ceaușescu, Díaz, Noriega…; y los que no han caído, más tarde que temprano caerán, el poder es patológico.

Entonces, hacer “Pactos con el Diablo” es una metáfora, en dónde se crea una relación de conveniencia y ambas partes planifican ganar, pero en este tipo de acuerdos como no hay ética siempre la relación se quiebra y al final sale a la verdad a la luz.

¿Quién es el Diablo en el pacto?, pues depende, generalmente el más malo, el manipulador, el que tiene el poder, el control y chantajea. Pero también pueden ser el Diablo los que aceptan u ofrecen el trato. Al fin y a la cabo entre perversos la diferencia es milimétrica. Mefistófeles, más allá de ser una simple representación del mal, es un referente del cual se materializa la posibilidad de que el mal sea llevado a cabo por el ser humano.

Señalan J. Correa y C. Rodríguez: “Satanizado desde diversas orillas ideológicas, el Estado, a través de uno o dos de sus atributos de estatidad, convoca -de manera abierta, encubierta o, incluso, sobreentendida- a múltiples individualidades y colectivos a participar de sus ejecutorias, cuando no son ellos quienes se consideran con el deber, las capacidades o el derecho de aportar al afianzamiento de ideas que, potencialmente, puedan propiciar la formulación, implementación y evaluación de políticas públicas” (2019). Los hacen cómplices…

“He pensado seriamente si debo considerar entrar en negociaciones con ese hombre”. Esta es una cita del primer ministro británico, Winston Churchill, sobre si debería negociar con Adolf Hitler. Finalmente, decidió que Gran Bretaña asumiría el riesgo y pelearía hasta las últimas consecuencias… (Bargaining with the Devil: Robert Mnookin). Siempre habrá que valorar: daños posibles, intereses, alternativas y demandas del Diablo.

Todos estamos en la capacidad de hacer pactos malignos, solo basta tratar con personas equivocadas, en momentos inoportunos, privilegiando nuestro egoísmo o nuestras necesidades. El único seguro de vida que vale es la ética…

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