Otro día de furia en Francia aumenta la presión sobre Macron

125.000 personas se habían manifestado en todo el país (10.000 en París), según el ministro del Interior, Christophe Castaner.

A pesar de una nueva jornada de furia y violencia en Francia, las fuerzas de seguridad lograron evitar que el cuarto día de protesta de los «chalecos amarillos» provocara el mismo caos del sábado anterior, gracias a la movilización sin precedente de 120.000 efectivos en todo el país. De todas formas, las escenas de batalla campal, protagonizadas por vándalos en varias ciudades, agregaron presión sobre el presidente Emmanuel Macron, en quien se cristalizan todos los reclamos.

Después de haber guardado silencio desde su regreso de Buenos Aires, el mandatario hablaría al país para «hacer anuncios de gran importancia», según fuentes del Palacio del Elíseo.

La jornada, que empezó con relativa calma y fue después marcada por la violencia, enfrentamientos y saqueos en algunos barrios elegantes de París y otras ciudades, concluyó con un saldo de 135 heridos -entre ellos, cinco de gravedad- y 1385 personas demoradas para ser interrogadas, de las cuales 974 quedaron detenidas, según informaciones oficiales.

Como en sábados anteriores, la gran mayoría de los «chalecos amarillos» se manifestaron en forma pacífica, pero con frecuencia fueron desbordados por agitadores infiltrados provenientes de la ultraderecha y la extrema izquierda, que al parecer contaron con el apoyo de militantes de los movimientos Black Bloc de diversos países europeos.

En París, hubo 71 heridos, entre ellos, ocho policías. También resultaron heridos varios periodistas. Uno de ellos, que recibió un balazo de goma en la nuca, tuvo que ser llevado de urgencia a un hospital. La semana pasada se habían registrado 162 heridos en la capital francesa.

Haciendo un balance de la jornada, el ministro del Interior, Christophe Castaner, estimó anoche que 125.000 personas se habían manifestado en todo el país (10.000 en París). Esas cifras representan una disminución con respecto a las protestas anteriores. La primera jornada de acción, el 17 de noviembre, había reunido 282.000 manifestantes; la segunda, 106.000 (8000 en París), y la tercera, el sábado pasado, 75.000, con 5500 «chalecos amarillos» en la capital.

Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se prolongaron hasta bien entrada la tarde en los Campos Elíseos y calles adyacentes, donde, a pesar de los recaudos tomados por la mañana, grupos de inadaptados destruyeron algunas vitrinas e incendiaron mobiliario urbano.

Con una táctica bien rodada, los vándalos lanzaron sus ataques en otros sectores de la capital. Hubo disturbios, incendios de vehículos y enfrentamientos en las avenidas donde están los grandes almacenes, como las Galerías Lafayette o Printemps, las plazas de la Bastilla y los grandes bulevares. La tensión perduraba hasta anoche en la Plaza de la República, punto de llegada, horas antes, de una manifestación pacífica de varios miles de personas contra el cambio climático , planeada con bastante anticipación.

El ingreso a la capital fue por momentos bloqueado por nutridos grupos de «chalecos amarillos» que ocuparon peajes de autopistas y ambas vías de la circunvalación de la ciudad.

El resto de París tuvo durante todo el día el aspecto de una ciudad abandonada: comercios y salas de espectáculos cerrados, sin transporte público y escasos vehículos en las calles, mientras que la mayoría de la población optó por permanecer en sus domicilios.

Los incidentes más serios se produjeron, sin embargo, en otras ciudades importantes, como Lyon, Saint-Etienne, Toulouse y particularmente Burdeos, donde bandas atacaron a la policía con violencia e incendiaron autos y mobiliario urbano.

Táctica

En todo caso, la reducción de la violencia fue posible gracias al cambio de táctica adoptado por los responsables de las fuerzas del orden, orientado a adaptar las operaciones a un nuevo tipo de violencia citadina, similar a las tácticas usadas por la guerrilla urbana.

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