El Volcán de Fuego es uno de los más activos de Centroamérica, y durante años ha expulsado grandes cantidades de cenizas, lava y flujos piroclásticos, pero no se comparan con lo lanzado el pasado 3 de junio, ni con las erupciones de 1932 y 1974.
Según el artículo A Deadly Eruption Rocks Guatemala, publicado por el Observatorio de la tierra de la NASA, el Volcán de Fuego expulsó el pasado fin de semana la carga de sulfuro más grande en la era satelital, envió una mezcla de cenizas, fragmentos de rocas y gases mortales.
Carn explica que “debido a que esos materiales volcánicos se mueven a velocidades superiores a los 80 kilómetros por hora, pudieron derribar fácilmente árboles, casas o cualquier cosa encontrada en su camino”.
El Centro consultivo de ceniza volcánica de Washington estimó que la columna de flujo piroclástico alcanzó 15 kilómetros de altura y contenía gases tóxicos (dióxido de sulfuro) invisibles al ojo humano, pero que afectan la salud de las personas, irritando la nariz y garganta cuando se respira.
Los sensores satelitales de datos atmosféricos infrarrojos (AIRS en inglés), el satélite Aqua y el que usa la NASA para medir la capa de ozono diariamente (OMPS), que hacen frecuentes observaciones del dióxido de sulfuro, mostraron concentraciones de estos gases tóxicos en la troposfera media, o sea, a 8 kilómetros de altura sobre el nivel del mar.
Los datos atmosféricos indican que varias horas después de la erupción se registraron grandes cantidades de dióxido de sulfuro en el límite de la primera capa atmosférica, es decir, la troposfera.
El vulcanólogo de la Universidad Tecnológica de Michigan explica en este tuit que el Volcán de Fuego emitió la carga de sulfuro más grande desde 1978 (la era de los satélites), y que probablemente es la más grande desde la erupción que el coloso tuvo en 1974.