En 2016, la Fundación Louis Vuitton asombró al mundo del arte al exhibir en París 130 obras maestras legendarias que visitaron más de 1,3 millones de personas. Cinco años después de la exposición Shchoukine, y como regreso luego de la pandemia del coronavirus, la prestigiosa organización acaba de presentar una muestra con 200 pinturas de la colección Morozov, la segunda parte del gran evento “Iconos del arte Moderno”.
Verdaderos tesoros del arte en la muestra en París, exposición desplegada con magnificencia en el edificio diseñado por el prestigioso arquitecto estadounidense-canadiense, Frank Gehry, ubicado en el Jardin d’Acclimatation, en el Bois de Boulogne de la capital francesa.
Considerada una de las colecciones más valiosas de arte moderno, sus antiguos propietarios eran los industriales Mikhail e Ivan Morozov, dos de las figuras claves del siglo XX. La muestra reúne apellidos de la talla de Picasso, Matisse, Cézanne, Gauguin, Renoir, Monet, Manet o Van Gogh. Estos fueron algunos de los artistas que los hermanos fueron eligiendo durante sus visitas a Francia, incluso cuando la burguesía parisina menospreciaba su interés por el arte.
Una mirada retrospectiva a la fascinante y agitada historia del fabuloso patrimonio artístico dejado a principios del siglo XX por estos ricos moscovitas, que a la vista del director general del grupo LVMH, Bernard Arnault, refleja “una fascinación que se explica por la calidad absoluta de las obras”
Esta será la primera vez que la colección viaja fuera de Rusia desde su creación a principios del siglo XX. “The Morozov” permanecerá abierta hasta el 22 de febrero de 2022, gracias a la organización de la Fundación Louis Vuitton en colaboración con el Museo Estatal del Hermitage, San Petersburgo.
Por primera y única vez, la Sala de Música de la mansión de Ivan Morozov en Moscú es presentada fuera del Museo Estatal del Hermitage como parte de un diseño de exposición especial. Incluso, por el despliegue de la instalación, Vladimir Putin, el presidente ruso, debió autorizar la salida de las obras de Rusia, siendo uno de los principales impulsores del proyecto junto a la Fundación, según contó Jean-Paul Claverie, en la presentación de la misma.
Coleccionistas y mecenas.
No sólo la muestra es impactante por sus obras. Sus inicios, la colección, y el destino de los hermanos Morozov, resultan impactantes. El fundador de la dinastía, Savva, era un siervo de una finca, que amasó una fortuna con apenas unos pocos rublos. Un pequeño taller de telas, buen gusto y astucia, atributos que hicieron que para el siglo XX, Savva y su familia se convirtieran en propietarios de una de las empresas textiles más poderosas de Rusia, que comerciaba hasta China.
Para la generación de los hermanos Ivan y Mikhail Morozov, la fortuna era descomunal. Gracias a los buenos consejos de los franceses de la época, Paul Durand-Ruel, Ambroise Vollard, Georges Bernheim, Eugène Druet, Daniel-Henry Kahnweiler, estos coleccionistas y mecenas, contrataron al pintor Maurice Denis para adornar su palacio moscovita. Esto empuja a los dos visionarios para considerarse dos leyendas en la historia del arte.
La revolución rusa y la incautación de todas sus propiedades en tiempos de Stalin amenazaron la integridad de la colección. Los hermanos debieron exiliarse y sus obras, enrolladas, sufrieron el paso del tiempo y las malas condiciones de preservación. Sin embargo, grandes gestores culturales impidieron que se pierda este tesoro artístico, que hoy se expone.
Una colección conmovedora
La nueva exposición en París también ha tenido sus problemas, retrasada tres veces por la pandemia, finalmente ha comenzado con un año de retraso. La exhibición comienza con una serie de retratos de la familia Morozov y allegados, en su mayoría pintados por el ruso Valéntin Sérov, quien en ocasiones les asesoraba en sus adquisiciones.
De Monet, Toulouse-Lautrec, Picasso o Renoir se fijaron en sus retratos, pero también en sus naturalezas muertas. Algunos lienzos que en ocasiones lograron adquirir para ayudar a los artistas, compras que en alguno casos les permitían sobrevivir.
Sin duda, un atractivo conmovedor de la muestra, es la atención a la magnificencia de Van Gogh. Una sala especial para su obra poco conocida “Prisoners Exercising”, que presenta una figura familiar pelirroja mirando al espectador, un autorretrato colgado en el lúgubre configuración, interpela a los visitantes.
La exhibición repite elogios. Una instalación que por primera vez desde la Revolución Rusa reúne, en un solo lugar, y como en la época de Yvan y Mikhail Morozov, los tesoros de la mansión de los hermanos moscovitas. Y es en Francia, en París, casi 100 años después, donde volver a encontrarlas conmueve y entusiasma a los miles de visitantes diarios.