Desde que se acuñase el término en los años 40 del siglo XX tras décadas de evolución del género, la ciencia ficción nos ha dado miles de obras con auténticas joyas en multitud de subgéneros. Páginas y páginas en las que hemos leído mundos vivir, mundos morir, héroes atrapados en el tiempo y alienígenas dando dolores de cabeza a una humanidad, que se ve, normalmente, retratada a sí mismo en la prosa de los autores.
La literatura de ciencia ficción nos ha dejado grandes obras, inmortales ejemplos, diálogos y escenas. En Xataka hemos seleccionado, sin un orden específico, los mejores momentos de la ciencia ficción literaria.
Ray Bradbury, ‘Crónicas Marcianas’
"Dímelo otra vez. ¿No ves la ciudad como yo te cuento? Las columnas muy blancas, las barcas muy esbeltas, las luces... ¡Oh, lo veo todo tan claramente!"
A lo largo de la magnífica antología ‘Crónicas Marcianas’, Bradbury nos habla de colonialismo, impacto ecológico, la naturaleza humana y la «exportación» del modo de vida americano. El relato ‘Encuentro Nocturno’, en el que un joven colono se encuentra con un marciano, a las afueras de lo que para el primero son unas ruinas y para el segundo una ciudad viva, es un gran ejemplo del aislamiento que conlleva muchas actitudes humanas.
Aldous Huxley, ‘Un mundo feliz’
Libros y ruidos fuertes, flores y descargas eléctricas: en la mente de aquellos niños ambas cosas se hallaban fuertemente relacionadas entre sí [...] Lo que el hombre ha unido la naturaleza no puede separarlo.
Casi nada más comenzar (capítulo 2) uno de los libros más influyentes de la ciencia ficción, Aldous Huxley nos presenta un experimento pavliano, un condicionamiento característico de la sociedad de castas presentada en ‘Un Mundo Feliz’.
Anthony Burgess, ‘La Naranja Mecánica’
Y entonces, hermanos, tuve que hundirme en el sueño para escapar de la horrible y perversa impresión de que recibir un golpe era mejor que darlo. Si ese veco no se hubiese ido, yo tal vez le habría ofrecido la otra mejilla
Hablando de condicionamientos, el tratamiento (y no solo hablo de la terapia) de Alex en ‘La Naranja Mecánica’ es quizás uno de los momentos más apasionantes de la ciencia ficción literaria, con esa ¿realización? personal del joven en el que se da cuenta de que ya no es quien solía ser.
William Gibson, ‘Neuromante’
Cuando regresaba al vestíbulo, olvidados los cigarrillos, tuvo que caminar a lo largo de la fila de teléfonos. Todos sonaron sucesivamente, pero sólo una vez, a medida que pasaba.
Una de las cuestiones más complicadas de hacer es cómo introducir las némesis entre ellas. Si se hace bien es un momento espectacular, como la llamada entre Wintermute y Case en un hotel de Estanbul en ‘Neuromante’.
Neal Stephenson, ‘Snow Crash’
A partir de ese momento, nadie podía entender la lengua sumeria, ni ningún otro lenguaje basado en las estructuras profundas. Al vemos desprovistos de esas estructuras comunes, empezamos a desarrollar lenguajes que no tenían nada en común entre sí
Neal Stephenson, tan obsesionado como es por los códigos, el lenguaje y la historia nos planta en ‘Snow Crash’, su novela cyberpunk la amenaza de un metavirus que hacen que Hiro Protagonist y compañía ahonden en una reinterpretación del mito bíblico de la Torre de Babel. En este momento es cuando toda la teoría cobra sentido y se ve que de mito tenía poco.
Connie Willis, ‘El Libro del Día del Juicio Final’
Pero después del primer mordisco, Rosemund pareció perder interés. Se apoyó contra el marco de la puerta y miró en silencio al cielo escuchando el rítmico repique de la campana de Roche.
La Saga de Oxford de Connie Willis tiene momentos muy potentes y otros que te encogen el corazón. La primera novela nos narra la historia de Kivrin, historiadora del futuro que queda atrapada en el siglo XIV durante pleno brote de la Peste Negra. Epidemia que no da tregua como comprobaría en esta escena la joven Rosemund.
George Orwell, ‘1984’
Era difícil describir el tono de la nueva música: una nota burlona, cascada, que a veces parecía un rebuzno. Winston, mentalmente, la llamó «la nota amarilla». Y la voz de la telepantalla cantaba: Bajo el Nogal de las ramas extendidas yo te vendí y tú me vendiste. Allí yacen ellos y aquí yacemos nosotros. Bajo el Nogal de las ramas extendidas.
Este extraño poema aparece durante el relato de Aaronson, Jones, y Rutherford, los cabecillas de la truncada Revolución. En ‘1984’ Winston los recuerda en el bar, y los flecos de su historia le hace sospechar que no todo es como le han contado en esta obra magna de Orwell.
Douglas Adams, ‘Guía del autoestopista galáctico’
Se apagó la voz. Hubo un espantoso y horrible silencio. Hubo un espantoso y horrible ruido. Hubo un espantoso y horrible silencio. La Flota Constructora Vogona se deslizó a través del negro vacío estrellado.
No me canso de la secuencia de la destruccióndemolición de la Tierra al comienzo de ‘Guía del Autoestopista galáctico’. Con los Vogones estupefactos al ver que en La Tierra no se habían enterado de los planes para construir la autopista hiperespacial y Arthur Dent quedándose sin casa y sin planeta en la misma tarde.
Arthur C. Clarke, ‘Cita con Rama’
Rama era silencioso como una tumba... cosa que quizá fuera en realidad. No había señales de radio, en ninguna frecuencia; ninguna vibración que los sismógrafos pudieran captar, aparte de los microtemblores causados sin duda por el creciente calor emanado del Sol; nada de corrientes eléctricas, ninguna radiactividad. Estaba casi presagiosamente tranquilo. Uno hubiera supuesto que un asteroide sería más ruidoso.
El genio de Clarke es casi indiscutible, ‘Cita con Rama’ lo demuestra y la llegada de la tripulación de la Endeavour al cuerpo celeste misterioso conocido como Rama es uno de esos momentos que no te dejan cerrar el libro para no perderte ninguna pista que desvele su origen misterioso.
Isaac Asimov, ‘Fundación’
Se llamaba Gaal Dornick y no era más que un campesino que nunca había visto Trántor. Es decir, no realmente. Lo había visto muchas veces en el hipervídeo, y ocasionalmente en enormes noticieros tridimensionales que informaban sobre una coronación imperial o la apertura de un consejo galáctico
La monumental saga de la Fundación no se entiende sin su comienzo, sin ‘Los psicohistoriadores’. Lo cual es paradójico teniendo en cuenta que fue la única parte escrita especialmente para la publicación en formato novela de ‘Fundación’ (el resto había sido publicado en Astounding Stories).
Dan Simmons, ‘Ilión’
¿Agamenón muerto? ¿Aquiles al mando? Santo cielo. Ya no estamos en la Ilíada, Totó.
Dan Simmons trama en ‘Ilión’, con conocimiento enciclopédico y referencias a grande obras de la literatura, una recreación de la Guerra de Troya en el futuro donde si algo tiene que salir mal saldrá todavía peor. El historiador Thomas Hockenberry observa atónito cómo el experimento de los «dioses» se va inevitablemente al garete.
Philip K. Dick, ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’
Podría ser una depresión como las tuyas. Ahora comprendo cómo sufres cuando estás deprimida. Yo pensaba que te gustaba sentirte así, y que siempre podías salir de la depresión, al menos con ayuda del órgano de ánimos. Pero cuando la depresión es muy profunda, no te importa. Sientes apatía, porque has perdido toda sensación de valor. Y no te importa sentirte mejor porque, si no tienes valor…
Gran parte de la obra de Philip K. Dick gira en torno a la empatía. Esta conversación en ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’ entre Rick e Iran Deckard, sobre el cambio de parecer del primero respecto a los androides es una de las muchas joyas que nos podemos encontrar en el libro.
Ann Leckie, ‘Justicia Auxiliar’
—Dividirme. Corromper una parte de mí; y la corrupción se ha extendido. Mi otra yo ha estado reclutando no solo a más partes de mí, sino también a mis ciudadanas. Y a mis propias soldados. —«A mis propias naves»—. A mis propias naves. Desconozco cuál es su objetivo, solo puedo intentar adivinarlo, pero no puede ser nada bueno.
La Trilogía del Radch de Leckie se ha convertido en una de las obras revelación de este siglo. La conversación (en el pasado) entre Justicia de Toren y la Lord del Radch (o al menos una parte de ella) proporciona uno de los grandes y más emocionantes giros de la primera y monumental novela.